Lady de los Justos.
Una novela romántica donde Lady de los Justos es una guerrera con un corazón de lo más tierno, tanto que se enfrenta a las dos de las peores bandas que asolan un mundo dónde el mejor es el más fuerte.
Entre esta guerra de asaltos, de incursiones y asedios, Lady de los Justos encontrará el amor.
¡No te la pierdas!
1
Una novela romántica donde Lady de los Justos es una guerrera con un corazón de lo más tierno, tanto que se enfrenta a las dos de las peores bandas que asolan un mundo dónde el mejor es el más fuerte.
Entre esta guerra de asaltos, de incursiones y asedios, Lady de los Justos encontrará el amor.
¡No te la pierdas!
1
La
luz de la luna bañó los campos y las praderas.
Todos los contornos y perfiles de la naturaleza, desde una
minúscula piedra hasta los árboles del
monte brillaron en plata confiriendo al paisaje una belleza mágica, sub real.
Un
viento helado, nacido de las oscuras entrañas del mar hizo oscilar el fuego
prendido de las hogueras en el interior del campamento.
-
¡Lo he notado! - exclamó Viviana borrando sus palabras entre suspiros.
Una
llama azulada se alzó ante sus ojos comenzando a contonearse con lentitud
dibujando intrincadas formas.
La silueta de una mujer, apareció bien
definida, bailando sensualmente, agitando las caderas de un modo excitante,
girando sobre sí misma, como una serpiente sinuosa que se enrosca en la rama de
un árbol. En menos de un minuto la
llama descendió absorbiendo la última chispa azul que luchó por seguir
ascendiendo sin ningún éxito.
La
hoguera se extinguió.
Viviana
observó a Diego con una sonrisa satisfecha en su boca deforme. Esa mueca
hizo que el labio superior quedara descentrado respecto al de abajo.
El
hombre se encogió de hombros.
- Sé desde hace tiempo que eres bruja y no me
sorprendes – señaló con el fuerte mentón las grises cenizas que amenazaban con
desplegarse en espera de una brisa ansiada.
Las cenizas se asemejaban a un pequeño montón de partículas plateadas, a
un gris indefinido. - ¿Qué has visto?
-
Si no me vas a creer, para que decírtelo.
Viviana
la hechicera siguió sonriendo. Buscó con la mano las zapatillas que comenzaban
a enterrarse en la arena fina.
Diego
observó en silencio como recogía sus cosas casi con prisa. La detuvo antes de
que se incorporara.
-Dímelo.
Sé que ahora iras a contarle lo que has visto a algún mayor.
-¡Pues
sí! - Viviana se arrodilló sobre una manta bastante usada.
Alrededor
se veían varios puntos iluminados con personas charlando en voz baja. Más
personas dormían acurrucadas en mantas, resguardándose del frio de la noche.
–Iré a decirles que te preparen, que te hagan
creer un poco en mi brujería. La revuelta se avecina. Muy pronto todos seremos
libres.
Diego
la miró impávido, sin embargo no tardó en llegar una chispa de humor a sus ojos
dorados.
-Te
diré una cosa hechicera - sonrió divertido, -Tienes razón; no creo en tus
profecías.
-¿No
tendrás miedo, verdad? - Viviana apretó la manta con fuerza.-El heredero de los
Torresino llevará a su pueblo a la revuelta de la mano de su enemigo. Él tendrá el poder.
-Lo
siento.- se encogió de hombros- lo he oído antes. No lo creo. Si eso es lo que
vas a decir a los mayores puedes marcharte ya si lo deseas.
-¿Por
qué no puedes pensar que la profecía habla de ti, Diego Torresino Cifuente? Tú eres el corazón de nuestro pueblo. Todos
confiamos en ti. Eres nuestro salvador, tú y…. nuestro enemigo.
Diego
alzó los ojos con cansancio y observó admirado la luna. Nunca antes había visto
su esfera de plata tan cerca, con la sensación de poder rozarla con las puntas
de los dedos.
-¿Crees
acaso que no me gustaría ser yo? Mira, hechicera, ¿ves a todas estas personas
haciendo guardia? Mira bien, estamos obligados a hacer esta vigilia continuamente,
nosotros y seis pueblos más. Personas que están en nuestra misma situación. - Agitó la cabeza. Su rostro se había convertido
en una máscara fría, vacía. - ¿Me preguntas si tengo miedo? - Asintió
imperceptiblemente.- Al llevarlos a todos a una batalla donde moriremos la mayoría.
-¡Óyeme
bien, muchacho! Tarde o temprano iremos a esa guerra.
-Sí.
Iremos, hechicera, serviremos de apoyo, haremos todo lo que podamos. Pero no
seré yo quien inicie todo esto.
-no
estarás solo, según la…
-¡Ya!
No sigas con eso. Yo creo lo que veo. Márchate al pueblo. Usa tu brujería para
encontrar a todos los traidores que nos rodean.
La
hechicera no volvió a hablar. Diego se quedó allí, sentado, en silencio, con
los ojos clavados en los árboles de un bosque cercano.
No
sería él el cabecilla de nada. Suficiente con intentar mantener a su gente con
vida. Aquella gente que eran familiares, tíos, primos, sobrinos…
Eran
su sangre. Gente corriente que en estos últimos años se habían sentido
perseguidos, acosados, encerrados.
En
esos últimos meses la comida había comenzado a escasear. Las vejaciones y los
maltratos eran continuos si se sobrepasaban los límites.
Moría
de la rabia. Alguna vez había podido responder con sus armas y sus puños;
pocas, para su gusto, pero no podía excederse.
Su gente dependía de los hombres jóvenes y fuertes del pueblo, y él, sin
duda, tenía su propia gente de Torresino, un pequeño ejército de treinta
hombres.
No
estaba mal. Eran unos buenos protectores, hombres capaces de defender sus vidas
y las de su familia con uñas y dientes. Pero ellos no estaban hechos para la
guerra; no estaban preparados para atacar.
Diego
suspiró volviendo al presente y miró las ascuas apagadas y los troncos
apilados.
2
Diego
ascendió la escalera subiendo los peldaños de dos en dos, quitándose el grueso
jersey de lana oscuro lo arrojó sobre la cama de su dormitorio y se metió en el
aseo. Faltaban dos horas para ir a recoger los alimentos que alguno de los
poblados se habría atrevido a introducir.
No
sabían desde cuando llevaban así. Al principio los camiones que abastecían los
supermercados iban acompañados por autoridades del país y pasaban sin
problemas; luego, la supuesta fuerza de autoridad, se había lavado las manos
haciendo la vista gorda a robos efectuados por las bandas territoriales de los
Corsos y los Justos.
Los
camiones ahora solo llegaban una vez a la semana.
Había
varios poblados que cruzaban los límites y salían en busca de víveres a las
ciudades más cercanas. Ir y volver era una preocupación total. Los Corsos y los
Justos parecían conocer todos los movimientos dentro y fuera del pueblo, por
eso iban con precaución a la hora de hablar con extraños.
De
momento el actuar así parecía haberles dado más confianza.
-En
el centro hablan de otra desaparición- Seth se colocó una cazadora de tela
vaquera forrada con lana de borrego. Cruzó la habitación, ante la mirada
cansada de Diego y recogió las llaves de una pequeña mesilla de madera. –Voy a
ver si me entero de algo.
–Espera- avisó Diego agitando los oscuros cabellos
que desprendieron multitud de diminutas gotas que volaron por el dormitorio.
–Voy contigo.
-Échate
a dormir, acabas de llegar de una guardia, ¿no?
Diego asintió buscando ropa limpia en el
armario.
–Quiero ir.
La hechicera estuvo anoche por allí y vio no sé qué
cosa… De seguro que habla con los mayores y no me apetece que me pongan
la cabeza como un bombo.
-Lo
que tienes que hacer es decirle un par de cositas lindas a la pelirroja que
trabaja con Carmele y perderte unos días con ella.
Diego
sonrió. Terminó de vestirse y palmeó el hombro de su hermano:
- Eso es lo que voy a hacer algún día. Por el
momento me vuelve loco Alicia, la amiga de Carmele.
Seth
la evocó fugazmente. Alicia era una mujer de carácter fuerte y una belleza
morena que más de una y de dos envidiaba.
-No
está mal.
-¿Qué
no está mal? - Preguntó Diego entre risas - ¡está buenísima!
-Yo
diría que la pelirroja está más buena.
Diego
se detuvo a observarle pero Seth
continuó descendiendo la escalera y Diego se encontró con los ojos clavados en
su espalda.
-Si
te gusta, ¿por qué no haces…..?
-Lo
he intentado. - Seth se giró observándole con una sonrisa y un guiño. –No me
hace caso, ni a mí ni a nadie. ¿No te has fijado que solo tiene esos hermosos
ojitos claros para ti?
Diego
frunció el entrecejo con extrañeza. ¿Cómo es que nunca se había dado cuenta de
eso?
-¡Es
una tontería! Ni siquiera recuerdo como se llama. - Ambos hombres salieron a la calle y Seth se acomodó
en la furgoneta blanca, esperó a que su hermano se sentara junto a él.
-Se
llama Dani.
-¡Es
verdad! – recordó. - No he hablado mucho con ella, pero no la quiero Seth.
Insiste tú.
-¡No!-rió-Ella
no es para mí.
-Pareces
muy seguro.
-Sí
- afirmó Seth. - A veces las cosas no se pueden forzar.
-Sabiendo
que te gusta nunca iré a por ella del modo que te imaginas. Ni de ese ni de
ninguna manera. Creo que estoy algo enamorado.
-¡Diego!-
Seth soltó una carcajada. - O estás enamorado o no, pero eso de algo… no es
amor.
-Lo
sé. - Diego asintió totalmente serio. - Mientras vivamos bajo el asedio de los
Corsos y los Justos, no puedo permitirme enamorarme, ni soñar con tener un
futuro con alguna mujer. No hasta que
todo esto acabe. No, mientras sigan desapareciendo personas sin saber de qué
manera se las llevan.
Seth
apretó con fuerza el volante. Diego tenía razón. Las cosas eran bastantes
claras, mientras durara la opresión, no habría felicidad para nadie. Siempre
era inevitable que esos pensamientos cruzaran sus cabezas.
Seth
era dos años menor que Diego aunque pareciera que ambos tenían la misma edad,
rondaban los veinticinco. Ambos altos,
de hombros anchos y cuerpos atléticos. Quizá Seth tenía un rostro más suave, no
tan fiero como el de Diego que imponía con su sola presencia.
-¿Cómo
te has enterado de que ha desaparecido alguien? –preguntó Diego con sus ojos
dorados atentos al hermoso paisaje de verdes prados sembrados. Los colores verdes de la hierba y las hojas
de los árboles se mezclaban con los tonos dorados del trigo confiriendo una apariencia
bella y repleta de tranquilidad, algo que duraría bastante poco ya que el
invierno se echaba encima.
-Salieron anoche algunos de los chicos al centro. -Seth observó a Diego de reojo. - Por lo visto todos hablaban de eso - Un par
de naves industriales aparecieron sobre un pequeño cerro y justo detrás, un local de dos plantas en
forma de |_|.
El negocio de Carmele.
“El Muro”
En otro tiempo, el local y las naves, así como otros
negocios del pueblo habían sido bastantes lucrativos. Ahora ya, no quedaba
dinero; hacía meses que todas las monedas habían desaparecido y subsistían a
cambio de trabajos compartidos, turnos de guardia y planeando incursiones a las
ciudades vecinas, que si bien no
ignoraban lo que estaba sucediendo en el sur del país, se hacían los
desentendidos, convirtiendo a la gente de los poblados en ladrones.
Frente al local de Carmele se hallaba una vieja
estación de servicio, que por milagro o no, aún surtía a la localidad cuando podía…
Llegaron al aparcamiento del “Muro”. Era temprano para la entrega y
siempre había gente en el local.
“El Muro” era
un punto de encuentro para las personas
de los siete poblados que lo rodeaban.
Diego vio enseguida a Alicia. Ayudaba a descargar un
remolque junto con varios de los hombres que parecían perennes en el “Muro”.
Era imposible no mirarla, llevaba unos escotes de escándalo mostrando la mitad
de los senos y los hombros. Normalmente su cabello negro como el tizón, lo
llevaba suelto, largo, rozando su estrecha cintura. Esa mañana estaba sujeto
por una pinza para facilitar el trabajo. Sus caderas, estaban un poco llenas
pero quedaban de fabula bajo el pantalón de piel que se ajustaba a sus piernas
como un guante.
Sus ojos negros, piel morena y aterciopelada,
maquillada hasta las cejas, exuberante.
Diego agitó la cabeza y soltó un suspiro ronco. Miró a
su hermano y con la cabeza señaló las puertas dobles del local.
-Vamos a ver qué averiguamos.
-Primero los negocios, ¿no? - Seth rió divertido.
Desde la ventana de la planta alta, unos ojos
ansiosos, límpidos, observaron la entrada de los hermanos Torresino. Ambos eran
hermosos, sin embargo Dani, no podía dejar de admirar al mayor, a Diego
Torresino Cifuente. No tenía mucho contacto con él, pero los comentarios de
Alicia picaban su curiosidad de mujer y ahora, estaba allí, espiándolo e irremediablemente
enamorada del hombre que perseguía a su prima. ¡Qué asco de vida!
3
- Dos años antes. Los Justos-
La crisis económica que estaba asolando al país, se
hacía cada vez más insostenible. Los altos cargos habían optado por dejar al
sur del país a merced de las bandas callejeras que siempre habían frecuentado
los alrededores.
Los llamaban bandas callejeras, sabiendo a ciencia
cierta que no eran más que un puñado de poblados. Tenían campos y gente, de ese
modo daban por sentado que sobrevivirían.
Los Justos y los Corsos eran las únicas barriadas pertenecientes
a la ciudad, encargados de la protección frente a la oleada de robos provocados
por los poblados. Eso es lo que ellos querían demostrar, pero muy en el fondo
pensaban en el futuro de las tierras. Tierras abandonadas por el mismo gobierno
y que tan solo pertenecían a la escoria del sur.
De momento, los Justos y los Corsos habían unido sus fuerzas para echar a la
población. Ansiaban construir una gran capital independiente. ¡Qué deseos de
grandeza!, cuando la escoria solo pretendía sobrevivir de la mejor manera
posible.
Cuando empezaron a presionarlos con las amenazas y la
falta de alimentos, consiguieron enfurecerlos. No lo suficiente para que se
enfrentaran, pero si para defenderse y sitiarse. Las personas de los poblados recién
ahora comenzaban a entrenarse en el arte de la guerra, pero eran tan pocos los
instructores que nada podían hacer.
Los Justos contaban con el factor más primordial,
evitar la unión de los poblados entre sí para evitar su ataque.
¿Cómo lo conseguían?; Ensañándose con un poblado cada
vez; el que mayor problemas daba recibía todos los golpes y el resto se
apartaba por el bien de su propia gente.
Aquello era una guerra abierta. Los pueblos no
traspasaban los límites que los acercaban a la ciudad. Los Corsos y los
Justos…lo hacían, envueltos entre las sombras; Incendiando edificios habitables
sin importar el dolor de las víctimas, el daño producido en las granjas y en los campos.
La alianza definitiva entre los Justos y los Corsos
llegaría esa semana, cuando Lady de los Justos se desposara con Bernardo Corso
de los Silva-Duran. Una vez los dos
clanes dispuestos, emprenderían una encarnizada lucha por las tierras.
Bernardo Corso estaba encantado con los planes;
adoraba todo lo relacionado con la violencia. Sus amantes más fieles eran un
par de dagas con mango de oro que siempre llevaba consigo. Respecto al
matrimonio con Lady, tampoco le molestaba en absoluto, la joven había nacido
para comandar al ejército que les llevaría a la victoria; había sido entrenada
junto a sus hermanos, con los mismos derechos que los varones. Por si esto
fuera poco, la muchacha prometía ser preciosa cuando terminara de desarrollarse.
Bernardo Corso ya podía verse como rey o emperador, lo
único que sabía es que llevaría esa nueva capital a una nueva conquista.
Lady de los Justos era diferente. La única hija entre
tres varones, la pequeña de la familia; posiblemente la única que tuviera algo
de corazón, alguien que entendía que todas esas ansias de poder no les iban a
detener. Ella no participaba en el
juego, sí, entrenaba. Era la mejor, pero nunca había sido puesta a prueba;
¿hasta dónde debería llegar? ¿A dar la muerte a una persona? ¿Por qué?; No entendía que mal hacían la escoria cuando
asaltaban las tiendas de alimentación, ¡tan obvio que era para comer! Pero su
duda más fuerte, ¿por qué los poblados no hacían nada? Ella, si fuera del sur,
ayudaría a salir a su gente adelante, les demostraría como enseñarlos a… No,
esa clase de pensamientos últimamente la roía el cerebro, exactamente desde que
conoció su compromiso con el heredero de los Corsos. Una cosa es que hubiera soportado los
insultos de su padre por haber nacido mujer, haber sido criada entre brutos,
locos por poder.
Había estado allí,
escuchando algunas de sus fechorías que celebraban con orgullo. Lo último fue
el agua que toca el borde del vaso. Habían secuestrado dos mujeres de un poblado encerrándolas en un cuarto. Lady,
nacida para matar, había emprendido una guerra interna entre el bien o el mal,
siempre ante todo imperaba la justicia. Cuando el agua rebosó fue su
compromiso. ¡Con que derecho pactaba alguien una boda con ella! ¡No!; eso era
lo último que toleraba y ya no importaba que fuera su padre, el hombre más
cruel y aborrecible de todos, quien diera la orden.
Con esos pensamientos, Lady paseó de un lado a otro de
su dormitorio; no podía dormir sabiendo que la quedaban menos días para
casarse, además, si quería salir de allí tenía que ser lo más pronto posible.
No muy convencida recogió sus partencias en una bolsa.
Aquel lugar era el único sitio que conocía, el único hogar que consideraba... ¿el
qué, un hogar?
Pensó en sus hermanos, los echaría de menos, sus
broncas, sus escándalos. Tragó con dificultad al pensar en Javier, por él sí
que sentía lástima. Javier era el único hermano que la había prestado algo más
de atención en su infancia. Javier era bueno y solo hacia lo que le ordenaban.
Eso quería pensar Lady por no enfrentarse a la verdad, Javiche era un Justo y
por mucho que tratara de ocultar su verdadera naturaleza ella lo sabía.
Javiche era especial, apenas les separaba un año de
edad y él se sentía mayor. Protector de la mujer, del símbolo de la debilidad,
no podía marcharse sin despedirse de él, ¿acaso sería capaz de detenerla?
-“por supuesto”- decía la vocecita de su cabeza. No la
detendría porque huyera, lo haría porque no tendría dónde ir, donde su apellido
podría jugarla una mala pasada. ¿Dónde ir? , ese era otro tema.
El plan se mostró fugaz en su mente; se escondería en
el único sitio donde nunca irían a buscarla.
4
Lady se apoyó contra la pared fundiéndose con las
sombras, rezó para que nadie atravesara el corredor a esas horas; si la
descubrieran, su destino sería peor que la muerte, conocía de sobra la maldad
de su padre, la avaricia y el orgullo que un día acabarían con él.
El pasillo estaba sumido en la penumbra, el silencio
insoportable, tanto que el mismo silencio provocaba ruido. Ese tic-tac, el
corazón de Lady que golpeaba salvajemente su pecho.
El miedo se reflejaba en su rostro, en su mirada de
adolescente, su respiración agitada resonaba nerviosa en sus oídos.
Llegó hasta la
puerta y escuchó con atención, no tuvo sospechas al abrir; su valor se vino
abajo al descubrir a una muchacha joven, de su misma edad aproximadamente,
encadenada en un rincón de la habitación.
La muchacha enfrentó su mirada desafiante y Lady, por
primera vez en mucho tiempo deseó llorar.
Esa joven había sido golpeada salvajemente, su rostro estaba sucio e
hinchado.
- ¿y la otra
mujer? - Lady no tardó en romper las cadenas con una larga Catana. – No tenemos tiempo –. Pateó un balde con agua
sucia, -Hay que salir de aquí.
-¿Quién eres?
-Lady de los Justos- la miró arqueando una ceja.
-¿vienes?
-Sin dudarlo-. La muchacha se quejó en silencio
durante unos segundos. – Se llevaron a la otra mujer.
Lady asintió preocupada; el cuarto estaba sucio y tenía
un olor espantoso. Un colchón viejo y
roto cubría una buena parte del suelo.
-¿Te han…?- Lady no acabó la pregunta por el temor de oír
la verdad. La joven volvió a enfrentarla con los ojos llenos de valentía. No
contestó.
Lady salió del cuarto con el arma en la mano. Era
consciente de que la muchacha retrasaba su huida, pero la necesitaba.
Lograron salir
al patio.
-Estabas tardando- dijo la voz de una tercera mujer.
Se hallaba sobre una moto de gran cilindrada, vestida de cuero negro de la cabeza
a los pies.
-La chica está herida- explicó Lady acercándose a otro
moto idéntica. No se sorprendió de ver a su prima. –Deberán creer que salimos
de la ciudad hacia el norte; daremos un rodeo- Lady observó a la joven que se
había arrodillado en el suelo. –Nos ayudas y te ayudamos.
-¿Cómo?
-Llévanos a tu poblado, con tu gente. Os serviremos de
ayuda, lo prometemos.
-Lady habla por ti, yo…
-¿Quieres
quedarte aquí, prima? Quizá seas tú la que se case con Bernardo de los Corsos.
-Pero, ¿al sur? ¿Sabes que harán con nosotras?
-No será peor de lo que harán los Corsos y mi familia
si nos encuentran.
Hablaban en susurros mientras empujaban las motos
hacia la arboleda.
-¿habláis en serio? ¿Queréis ir al sur, a los
poblados?
-Sabemos luchar- insistió Lady. Estaba admirada con el
temple de esa joven y la fortaleza de la que hacía gala.
-Lo segundo después de salir de aquí será cambiarle el
nombre a Lady de los Justos- asintió la muchacha - Me llamo Cruz.
-¡Monta de una vez, Cruz! - Ordenó Lady entregándola
un casco oscuro, -Y no te marees.
Entre los árboles pusieron en marcha sus vehículos.
Cruz herida, febril, se aferró a la estrecha cintura de Lady de los Justos
sintiendo su calor, sus nervios, los latidos de su corazón.
Lady cerró la visera de su casco y asintió decidida.
Comenzaban una nueva vida.
Apenas de refilón observó el que había sido su hogar
durante todos esos años. Evocó las risas
con su hermano Javier, el dolor de haber perdido a su madre con siete años. Para
bien o para mal era lo que ella había conocido, lo que de alguna manera había
amado.
¡Ojala su padre se olvidara de ella! ¡Que no viera en
su huida la humillación que le dejaba ante los Corsos! No iba a invocar ni a
pedir deseos; ya no era ninguna niña que vive de la esperanza, era una mujer
enfrentada a las injusticias de su padre y si tuviera que ser ella la que debía
comenzar aquella lucha, no dudaba en hacerlo; su objetivo primordial seria entorpecer
los planes de los Justos, devolver golpe por golpe.
–Javiche-
murmuró tragándose las lágrimas. Enfocó los ojos sobre el negro asfalto.
Ambas motos corrieron juntas, en paralelo; vigilantes
en busca de sombras. La noche era muy oscura, y triste, muy triste.
5 –
la actualidad-
Diego observó el taciturno rostro del hombre que se
hallaba sentado ante una larga mesa de madera. Carmele parecía hablar con él
consolando de alguna manera la pena de saber que su hija de dieciséis años
había desaparecido.
Todos hablaban de secuestro, esta vez los malvados
Justos se habían acercado al pueblo demasiado. Diego pensó en su familia. Había
varias primas jóvenes y bastantes mujeres bonitas; deberían extremar la
precaución.
No acababa de entender
muy bien porque las bandas habían actuado tan cerca ¿por dónde habrían
traspasado los límites?
Era normal que todos estuvieran recelosos con las
cabezas llenas de sospechas pero sin atreverse a exponerlas. ¿El traidor sería
un poblado entero ó ciertos individuos?
-Los Justos y los Corsos buscan nuestra enemistad para
no poder enfrentarlos juntos- Esas eran palabras que había oído decir mil veces
a los mayores pero ¿y si realmente había traidores? No quería pensar cómo
podría acabar todo esto, le parecía muchas veces increíble que aún continuaran
con vida y defendiéndose bajo el asedio al que eran sometidos.
-Pobre hombre; debe de ser horrible para él pasar por
todo esto- Diego se enderezó en su asiento cuando Alicia se sentó en un
taburete cercano; se había soltado el pelo, estaba más bonita.
-Dicen que fue cerca de aquí.
-Eso dicen – respondió la muchacha con su voz ronca y
sedosa. Miraba a Carmele y al hombre que hablaban entre susurros. Diego la vio tan… rota, con un gesto apenado
en su bello rostro moreno y los ojos brillantes abnegados en lágrimas que
sintió compasión.
-¿Les conoces? – preguntó sumamente intrigado.
Alicia negó con
la cabeza y dejó que su negra y oscura mirada vagara por el interior del local.
-Solo sé lo que harán con su hija- musitó con angustia
-Será una suerte si la volvemos a ver.
Diego la miró fijamente, pensativo.
–Pareces muy segura.
Alicia asintió mordiéndose el labio inferior.
-No es la primera mujer que secuestran ni seguramente será la última, nos están
provocando.
Diego no contestó; estaba harto de escuchar al mundo
quejarse y nadie hacer nada. Apretó los dientes con fuerza y sus ojos dorados
volvieron al padre de la criatura. El hombre estaba pálido, destrozado. Era una
lástima ver una persona madura, un hombre hecho y derecho, llorando por haberle
arrebatado a su hija.
Pensar en los sentimientos de la muchacha era una
pesadilla, pero ver el sufrimiento de aquel hombre le producía una rabia
asesina. No era concebible. Esa joven había perdido no solo su futuro, si no
que posiblemente su vida. Sí, Alicia
tenía razón. Una muchacha de dieciséis años era un tierno bocado para los
desalmados que se hacían llamar los Justos. Justicia, ¿para quién?
Diego apretó un puño con fuerza junto a su pierna.
- ¿Está el padre solo? -preguntó.
-Su gente van y vienen; están desesperados.
Diego caminó
hasta la mesa para apoyar las manos en el tablero. Tanto Carmele como el hombre
alzaron la vista para observarle.
-¿Van a hacer algo? - le preguntó con voz firme.
El hombre mayor abrió y cerró la boca un par de veces
pensando la contestación.
-¿Qué puedo hacer? ¿Estáis dispuestos a colaborar?
–preguntó el hombre a su vez.
Diego sintió la mano de su hermano Seth sobre su
hombro; le miró, no les iba a meter en medio.
-No hace falta que contestes- continuó el hombre
incorporándose de la silla. – Voy a intentar negociar con los Justos.
-¿Y qué les darás? – Preguntó Carmele con voz dura -
¿a tu otra hija?
El hombre se volvió a sentar, esta vez cubriéndose el
rostro con las manos. Nadie volvió a
hablar durante un buen rato. Personas que acababan de enterarse de la noticia
se acercaron palmeándole los hombros.
Diego volvió junto a Alicia seguido por Seth. La
muchacha se limpió una solitaria lágrima.
-Le están dando el pésame-musitó ella con rabia
contenida.
Era cierto. Aquello parecía la sala de espera de algún
tanatorio. Las pocas voces que se oían se habían convertido en susurros.
En la calle se había levantado un viento
fuerte y frio que empujaba los postigos de las ventanas que golpeaban contra
los muros.
-Torresino- saludó una voz femenina. Diego observó a
Dani y por primera vez reparó en aquellos ojos grandes, grises como el cielo de
invierno, transparentes. ¿Grises?, era un color tan auténtico como la plata
derretida, metal liquido. El iris estaba delineado en un tono más oscuro,
perfecto.
Ella le miraba con una tímida sonrisa aniñada. De repente se le antojó muy tierna, las
mejillas tersas, pálidas; los labios ligeramente abultados, ni muy gruesos ni
muy finos dejaban entrever una perfecta dentadura de piezas blancas y pequeñas.
Diego observó a Seth de reojo. Temeroso de lo que el
otro pudiera pensar, sin embargo Seth caminaba hacia la salida. En el
aparcamiento habían comenzado a hacer el reparto de alimentos. Volvió a mirar a
la joven que distraídamente trenzaba el oscuro y negro cabello de Alicia.
-Hay bastantes legumbres-comentó Dani con voz suave. –Viene
muy bien para este frio.
Alicia asintió.
–Cualquier cosa
que llevemos a la boca viene de perlas.
Ambas jóvenes
entablaron una larga conversación sobre alimentos.
Diego no hizo ninguna intención por salir a cargar la
furgoneta si no que se quedó allí, escuchando a las muchachas y estudiando
furtivamente a Dani.
Posiblemente no se hubiera fijado en ella si Seth no
le hubiera comentado nada aquella mañana, pero la curiosidad de conocer el tipo
de mujer que llamaba la atención de su hermano, era demasiado fuerte. Un error
fatal al que sucumbió cuando Dani dedicó la más hermosa de sus sonrisas a
alguien que acababa de traspasar la puerta del local. Sintió el súbito deseo de
besar sus labios preguntándose a que sabrían, mordisquear las blancas mejillas.
Ella, bajó por un momento la vista y las largas y rizadas pestañas de color
humo acariciaron la piel. Diego, asustado por sus emociones, apartó la mirada.
Alicia se incorporó y le miró divertida.
-Te ayudaré a cargar.
Seth se está dando la paliza él solo.
-Tienes razón- Diego apartó la banqueta con desgana.
–He tenido guardia esta noche y estoy cansado; cuanto más pronto vuelva a
casa, mejor.
-Estamos todos un poco bajos de moral- explicó Dani. Sus ojos grises, casi plateados,
observaban el exterior a través de una de las amplias ventanas situadas junto a
la puerta principal.
Diego volvió a reparar
en ella, en la boca tentadora, en la diminuta lengua que asomaba entre
los dientes. No era pelirroja, era una
extraña mezcla entre dorado y caoba, dependiendo de la luz que provocaba
reflejo en varias gamas del castaño, como oro viejo y bronce brillante.
Dani era espigada, alta. Senos pequeños y apretados
bajo el suave jersey de lana azul. Cintura estrecha, trasero pequeño y
redondeado.
Diego apartó de nuevo la vista de ella, incómodo. Aterrorizado con su mente calenturienta, avergonzado
del rumbo que habían tomado sus pensamientos y con la promesa de no volver a
mirar a Dani como un hombre en celo, deseoso de enterrar su cuerpo en ella.
Dani era para Seth. Miró a la mujer morena. Alicia ya no le parecía
tan hermosa.
Confundido salió del local.
- 6 –
A medida que pasaban
los días estos se volvían más fríos y oscuros. En invierno, las noches inmensamente largas
se volvían tediosas para los vigilantes.
Alrededor de las hogueras y cubiertos con mantas
procuraban entretenerse con historias sub reales o sueños que a priori parecían
imposibles.
Los vigías habían cambiado el turno antes de que el
sol se ocultara. El resto, o bien bajaban
al “Muro” a entretenerse o lo pasaban junto a la familia.
-Diego – llamó un hombre mayor de pelo cano, era Abel,
uno de los mayores y hermano de su padre.-Quieren hablar con el responsable de
los Torresino.
-¿Quién? – contestó frunciendo el ceño.
El hombre se
apartó del marco de la puerta dejando pasar a las visitas. La confusión se hizo
evidente en el rostro de Diego cuando Carmele, su hija y uno de los perennes
del “Muro” traspasaron la entrada.
-Diego Torresino Cifuente- saludó el hombre
tendiéndole una mano.
Diego le conocía de verle a diario pero nunca había
hablado con él. Era un hombre extraño. Alto y desgarbado. Ocultaba su rizada
cabellera bajo un sombrero descolorido de cowboy. En edad sobrepasaba los
sesenta años pero no lo aparentaba. Sus ojos eran serios, calculadores, pero la
sonrisa que pintaba en su boca rebosaba amabilidad. Sí recordó haberle visto
charlando con Dani y Alicia en bastantes ocasiones.
Seth y otro Torresino se acercaron curiosos.
- Le llamamos
el Vaquero- dijo Carmele presentándole. La mujer rozó con la punta de los dedos
el sombrero del hombre. –Hemos venido
para negociar algo importante- Carmele observó la sala. Era una estancia
agradable y acogedora. Un sitio donde reunirse a pasar el rato.
- Adelante.
Sentaros.
Los recién llegados se acercaron hasta la chimenea.
El Vaquero saludó al resto de las personas y por fin
se volvió hacia Diego.
-Los Justos y los Corsos ya nos vigilan muy de cerca,
y necesitamos ayuda.-
Diego le miró de arriba abajo, nervioso sintió la boca
seca:
-¿De qué se trata?
-Necesitamos entrar en la ciudad dando un rodeo por
tus tierras- explicó sin tapujos.
-¿En la ciudad?- preguntó Seth que se había detenido
junto a su hermano-No lo entiendo.
El Vaquero le observó con ojos dilatados. Fue Carmele
quien informó:
-Torresino ¿no te has preguntado por qué y cómo
conseguimos los víveres para comer? ¿Y las medicinas?
-Me he preguntado quiénes lo conseguían- respondió Seth
cruzando los brazos sobre el pecho.
Se hizo un profundo silencio. La hija de Carmele y el Vaquero
cruzaron una mirada de complicidad.
La joven negó:
-No os vamos a poner en peligro, Torresino. Os hemos
estudiado todo este tiempo. Limítate a
conformarte con lo que podemos dar, que no es poco.
Tanto Diego como Seth clavaron los ojos en la
muchacha. Conocían a Cruz y sabían que era una persona más bien arisca y
malhumorada.
Carmele y ella eran altas y delgadas, ambas muy
parecidas.
-Pretendemos que tus hombres no nos ataquen cuando
crucemos los límites. – dijo Vaquero dirigiéndose a Diego.
-¿Qué nos daréis a cambio? – preguntó Abel Torresino
pasándose la mano sobre las canas de su cabello.
Carmele exclamó en silencio. Diego fulminó a su
pariente con una severa mirada. ¿Qué más quería su tío? Esta gente les proporcionaba…Todo.
¡Cómo se atrevía a pedir nada!
Cruz bajó la cremallera de su cazadora de cuero y dio
un paso hacia Diego mirándole con fijeza, con expresión fría.
-Si tenéis algún problema con los Justos o con
cualquier poblado nosotros mediaremos. A los Justos los matamos- se giró hacia
Abel que la observaba boquiabierto y finalmente posó sus ojos en Seth, donde
parecieron reflejarse adquiriendo una repentina serenidad. - La mayoría de los
poblados están aliados. No vais a tener ningún problema con ellos.
-Si los Justos
saben que pasáis por nuestras tierras ¿Vendréis? - continuó Seth
- Torresino…- Cruz se colocó las manos en las caderas.
-Seth- volvió a empezar llamándole por su nombre- Nosotros ganaremos esta
guerra.
Diego carraspeó cuando los ojos de la muchacha se
posaron sobre él interrogantes.
-Por supuesto que tenéis permiso, ayudaremos en lo que
podamos.
Carmele sonrió aliviada.
-Me gustaría pedir algo más- intervino Seth. Todos los
ojos se clavaron en él con intriga. El joven tragó con dificultad cuando su mirada
se cruzó con la de Diego -deseo unirme y colaborar con vosotros. Quiero
acompañaros.
-¡Seth!- exclamó Abel horrorizado. Estaba totalmente
preparado para darle una pequeña charla pero Diego le interrumpió antes de que
comenzara su perorata.
-¡Tío, es suficiente!
-Nos vas a meter en un problema- insistió.
-Eso no es cierto- Seth alzó la voz para hacerse oír.
Todos hablaban a la vez excepto la incrédula Cruz que disfrutaba de la escena
ocultando una sonrisa con una mano
enguantada. -Lo que yo haga… –le gritó a su tío- …no tiene nada que ver con vosotros;
es mi vida.- Miró a Diego con ojos enfurecidos y suplicantes. –Yo decido.
Diego asintió:
-Estoy de acuerdo Seth- dijo el otro hombre que se
había mantenido en silencio hasta entonces. Era el más anciano de la familia. Una
túnica blanca le cubría desde el cuello hasta los pies. Caminó con lentitud
hacia Vaquero. –Soy el mayor de Torresino, padre de mi heredero Diego y su
hermano Seth.
- Empezamos
siendo muy pocos – explicó Vaquero observándole. - Ahora tenemos un grupo que
forma la resistencia, gracias a la valentía de hombres como su hijo, vemos que
el final será a nuestro favor – se giró al joven de Torresino - ¡Claro que
estás aceptado Seth!
El padre de Diego tomó a su hermano Abel del brazo
empujándolo con amabilidad hacia una puerta en el fondo de la sala.
Cuando desaparecieron Cruz llamó la atención de Diego:
-No me fio de tu tío; hazle vigilar - siseó antes de
salir al exterior.
Seth salió tras ella.
-Mi hermano Seth es muy impulsivo-dijo Diego. - Todo
lo que dice es verdad. Siempre ha querido luchar contra la opresión. De hecho,
estoy seguro que más de uno de mi gente deseará unirse. – posó sus ojos
dorados sobre Carmele con una triste
sonrisa. - Yo mismo lo haría.
-Sé lo que sientes Torresino- Carmele apoyó una
delgada mano en su brazo. – Todos los responsables de los poblados temen lo
mismo que tú. – se apartó para mirarle. Diego vio pena y cansancio en aquellos
ojos acuosos. Multitud de arrugas rodeaban sus ojos pequeños. -Tenéis una labor
para con vuestra gente, y alguien debe llevarla a cabo. Ese eres tú Diego, y me
parece un acto muy responsable y valiente. Tu gente te necesita. –Se encogió de
hombros. - Puede que algún día decidáis luchar por vuestro futuro.
Diego asintió con los labios apretados. Él no era un
cobarde y sin embargo se sentía como tal.
Deseó poder hacer lo mismo que su hermano. Abandonar.
Despedirse con un hasta luego si volvía de visita. Ser libre sin que nadie
dependiera de él para poder enfrentarse a los Justos y a los Corsos sin temor a
que dañaran a su familia, solo porque era Diego Torresino Cifuente.
-Seguramente que tengas razón Carmele, pero en este
momento estoy partido. Querría acompañar a Seth para protegerlo, pero no puedo
dejar esto.
-Seth tendrá quien le proteja, Diego. Le enseñaremos a
luchar.- Vaquero le miraba a los ojos totalmente emocionado con lo que le
estaba revelando. –Mi consejo para ti es el mismo que para los demás poblados,
preparaos porque el momento se acerca. Seth podrá ir enseñando lo que vaya
aprendiendo.
-7-
-No sabía que eras tan borde.
Cruz se detuvo antes de subir a la moto y se giró
sorprendida al ver a Seth. Cada vez que le miraba sentía como la sangre se agolpaba
en su rostro. No podía dejar de sentir ira por él. Un sentimiento superior
a sus fuerzas cuando un hombre joven y
además tan apuesto como era Seth, la miraba siquiera.
Cruz actuaba así con el sexo masculino. Ocultaba el terror que
sentía por ellos en el fondo de su alma, el que recubría con un duro y frio caparazón difícil de
traspasar.
Era borde, muy
fría y hasta cruel. Era miedo a enamorarse por primera vez, a dejar pasar la
oportunidad de conocer a un hombre bueno, a su reacción cuando ella le contara
que no era digna. ¡Un justo malévolo la había violado!, un enemigo, un canalla.
No conocía el nombre de aquel animal pero recordaba
con total claridad su rostro rubicundo,
sus cortos cabellos dorados, su mirada llena de burla y lujuria; su hermosa
boca sonriendo con crueldad.
Aún podía sentir la fuerza de sus puños en el
estómago, los mordiscos de sus pechos, los pellizcos en las piernas y nalgas.
Jamás se entregaría a un hombre. No antes de haber
acabado con la vida de su violador. Sólo cuando cumpliera su venganza.
Cruz apoyó la mano con descuido sobre el asiento de su
moto, como si le aburriera hablar con él.
-Pues ve acostumbrándote. A partir de ahora, quizá
debamos pasar mucho
Tiempo juntos.
-¿eso es malo?
– cualquier otra muchacha habría hecho al menos un gracioso mohín. Ella ni parpadeó.
-¿Qué ocurre? ¿Estas
falto de amigos Seth?
-Digamos que
los tengo más vistos y quisiera explorar nuevos horizontes.
-¿te estas
haciendo el graciosillo conmigo?
- Trataba de
ser simpático, pero veo que contigo no funciona.
- Pues no lo
intentes. Hagas lo que hagas, no me caes bien. –le volvió a dar la espalda. Seth
y Diego tenían los mismos ojos dorados, el mismo cabello castaño. Pero igual
que Diego tenía el cabello recortado sobre el cuello, Seth lo llevaba largo y
suelto sobre los hombros.
-No me asustas- comentó el hombre.
-No pretendo hacerlo-. Cruz se montó en la moto y se
colocó el casco. Podía haber levantado la visera, pero no lo hizo. No deseaba
seguir escuchando aquella voz acariciadora que la hacía temblar. Un extraño
frio la invadía siempre que aquel Torresino se hallaba cerca.
-¿Qué tengo que
hacer? – preguntó Seth.
Cruz agitó la cabeza de un lado a otro y puso el motor
en marcha. Le dejó allí, parado en la
puerta de una bella casa campestre. La fachada se veía blanca, como si la hubieran
pintado recientemente. Poco rato
después, Carmele y Vaquero se introdujeron en el Citroën verde de la mujer y
desaparecieron por el camino principal.
Cruz aceleró al pasar la curva. Fuera de la vista de Seth
se relajó. Sentía arder sus mejillas. Decirle que iban a pasar bastante tiempo juntos había sobrado, o debería
sobrar. Ella mandaba; ella era la fuerte y por descontado la más inteligente.
También era cierto que Seth no se parecía en absoluto
a nadie que hubiera conocido nunca. Le
había visto bastantes veces. Era un hombre que podía pasar de la risa al enojo
en un abrir y cerrar de ojos.
Tendría que controlar a Seth muy de cerca, su forma de
ser tan impulsiva… ¡que tonterías! Su forma de ser era encantadora. Su porte,
su apariencia, la forma en que bromeaba con las demás chicas o como sonreía…
¡sería un infierno pasar con él tanto tiempo!
También estaba
la historia con el tío, uno de los mayores Torresino. No le gustaba pero en
verdad ¿Quién la gustaba
Debían andar
con pies de plomo si no querían perder esta batalla con los Justos.
Hubo un tiempo en que no estaba convencida de nada.
Pensaba que si evitaba problemas con las bandas de la barriada, ellos la
respetarían. No había sido así.
Recordó el cruce de miradas con aquel hombre cruel. No
la asustó, era joven, guapo, embaucador y ella una muchacha llena de ilusión.
Una persona cargada de sueños románticos, alguien que esperaba a su caballero
de dorada armadura a galope de un hermoso semental y que con su fuerza rescataría a los poblados
convirtiéndola en la mujer más feliz de la tierra.
El caballero llegó, alto, fuerte, envuelto entre las
sombras, rodeado de maldad, buscando el peligro, la sangre, a ella.
Cruz fue el juguete donde él depositaba todo su odio,
sus insultos y entre la aceptación de su propia muerte apareció Lady de los
Justos.
El mundo volvió a brillar y ella renació del dolor y
la pena logrando enterrarlo bajo falsas apariencias, tan solo con una promesa
grabada a fuego en su corazón.
Ya no deseaba ese liberador porque ella misma se
encargaría de ajusticiarse. No necesitaba de ningún hombre y su fuerza.
Diego escuchó el leve sonido de un motor lejano antes
de que varias luces asomaran tras pasar la curva de la entrada al poblado.
Salió cubierto por una gruesa cazadora.
Una ráfaga de aire helado golpeó su rostro. El frio
comenzó raudo a deslizarse por el interior de la casa silbando junto a sus
oídos.
Iba a nevar, lo olía al respirar.
Miró por un momento hacía los hombres que le seguían
de cerca. Su gente le conocía demasiado bien como para intentar calmar su
ansiedad.
En el poblado, la mayoría de los ojos se escondían
tras las ventanas emocionados, esperanzados, deseosos de poder saborear la
libertad. Para todos ellos aquello era una etapa importante.
Diego dio un paso más y se detuvo sorprendido y
extasiado.
Ante sus ojos, un ejército de motoristas vestidos de
negro desde las ruedas hasta el casco abría la marcha de un vehículo grande
seguido de otro más pequeño.
Diego entrecerró los ojos protegiéndose de la luz de
los faros hasta que estos volvieron a girar.
Las motos pasaron de largo siguiendo su marcha hasta
el campamento.
Diego identificó el último coche como el de Carmele.
Con rostro sorprendido se acercó a la ventanilla cuando el vehículo se detuvo.
-Vaquero y
varias personas se quedaran en tus tierras hasta que regresen los demás – le
avisó.
Diego asintió maravillado ante tal despliegue de
fuerza. Levantó la cabeza más confundido aún. Un enorme tráiler oscuro se
acercaba perezosamente por la carretera. Volvió su vista a Carmele.
-¿Estáis
seguros que esto lo habéis hecho antes? – bromeó.
8
Diego no salía de su sorpresa. No había esperado que
se atreviesen a cruzar los límites con ese vehículo tan grande, tampoco había
esperado ver tantos motoristas.
Sin duda alguna últimamente se estaba llevando
bastantes sorpresas.
-¿subes? – le
preguntó Carmele.
Diego rodeó el Citroën y se sentó junto a ella. Vio
sobre la guantera de piel una escopeta recortada, brillante, como si la
hubiesen limpiado para la ocasión, lo que no era de extrañar en Carmele, en el
“muro” se pasaba todo el día con un trapo en la mano limpiando las mesas.
-Una noche fría
– dijo Carmele con los ojos fijos en la carretera.
-En esta época
encontrareis niebla en el puerto y posiblemente nieve.
-El invierno es
peor para todo – asintió ella mirándole de refilón – Y este año va a ser muy
duro. Acuérdate que el invierno pasado sufrimos muchas necesidades. Claro que
este año somos más.
-No había esperado todo esto, ni siquiera se me
había pasado por la mente que estuvierais tan bien preparados. – reconoció
Diego. Aún seguía con la sorpresa inicial.
Llegaron al campamento. Las motos habían desaparecido
en dirección a la ciudad por los caminos secundarios y el eco de los motores
descendió paulatinamente.
-Estamos
conectados por radio frecuencia. Cualquier cosa Vaquero nos pondrá en contacto
y viceversa – dijo Carmele.
- Todas esas
motos…
-Somos bastantes. Nos estamos preparando para atacar
de un momento a otro pero queremos estar seguros de poder apoderarnos de la
ciudad. - Carmele detuvo el coche y se giró para mirarlo. – queremos evitar el
derramamiento de sangre de gente inocente y en la ciudad… tenemos amigos.
-¡Queréis
atraerlos al sur! – exclamó Diego adivinando sus intenciones.
-Exacto.
Nuestras tierras son el mejor sitio donde provocar emboscadas.
Los ojos de Diego brillaron jubilosos. Se despidió de
la mujer con un gesto de cabeza y descendió del Citroën.
Bajo el frio de la noche observó como Carmele cruzaba
los limites precediendo al tráiler. Se volvió hacia el vehículo que había
parado tras él. Vaquero descendió seguido por un par de hombres. Le saludaron
con un apretón de manos y todos juntos caminaron hacia la hoguera más cercana.
Las motos entraron en la ciudad por la zona este. Todo
estaba en silencio. Las farolas brillaban en las esquinas de las anchas calles
industriales.
Robar los comercios y las tiendas de alimentación ya
no era un reto.
Esa noche todas las sombras se desplazaron hacía uno
de los almacenes más grande de la ciudad.
Solo seis motoristas acompañaron al tráiler mientras
los demás aguardaban escondidos junto a Carmele en un camino circundante al
polígono industrial.
Era sencillo, cargar y marcharse. Todo ello sin
peligro alguno. Pero otra vez el dolor de la conciencia, la frustración y la
rabia deseaba convertirlos en animales salvajes. En zombis a las órdenes de un
todo poderoso.
Aquello no podía quedarse así, ofrenda por ofrenda,
golpe por golpe.
Los Justos iban a recibir una nueva humillación.
Aún no terminaron de cargar el vehículo cuando dos de
las motos acelerando a todo gas desparecieron en paralelo internándose en la
ciudad.
Cruz las observó con preocupación. Conocía de sobra
sus intenciones. ¡Que Dios se apiadara de ellas!
Diego apenas había pegado ojo en toda la noche. La
emoción que sintió cuando vio regresar a Carmele y al resto le había impedido
cerrar los ojos en el poco tiempo libre que le quedaba.
Su corazón saltaba alegre. Si cerraba los ojos veía la
imagen de los motoristas haciendo cabriolas y celebrando el éxito en su
campamento. Si los abría observaba a su padre que eufórico conversaba con el
resto de los mayores.
Lo que había sucedido en la noche era todo un triunfo.
Cuando Diego entró con paso firme en el “muro” todas
las miradas cayeron en él y el silencio fue repentino.
-Torresino – le
llamó Vaquero alzando una mano.
El local estaba semivacío. Todos prosiguieron sus
charlas con un buen café caliente entre las manos.
El olor a tostadas y mantequilla inundó el lugar
mezclándose con los troncos secos que ardían en la chimenea de piedra.
-Vaquero – le
saludó tomando una silla y colocándose a horcajadas sobre ella.
-¿un café,
Diego? – preguntó Carmele que sin esperar le sirvió una taza del oscuro liquido
manchándolo con la leche de un brick.
-Yo también
Carmele, por favor.
Diego escuchó otra vez aquella voz tan serena y
calmada. Había estado pensando a menudo en Dani desde que reparó en ella,
aunque también había pasado la mayor parte del tiempo apartándola de su mente.
No quiso mirarla pero sus ojos no le obedecieron,
sentía que Dani poseía un enorme imán que era capaz de atraerle
irremediablemente.
Ella lo estaba mirando y apartó su vista con rapidez
cuando Diego levantó la cabeza.
Dani aún llevaba una oscura cazadora de cuero
abrochada hasta el cuello. Unos pantalones de piel se ajustaban a sus largas
piernas. Llevaba negras botas de motorista. El descubrimiento le hizo
comprender y aun tiempo empalidecer. ¿Por eso Seth estaba tan dispuesto a
unirse a ellos?
Pero Dani ¿motera? Nunca lo habría imaginado y eso que
en la noche había fantaseado con el rostro de los motoristas pensando si
conocería a alguno.
¡Mujeres! Había pensado en la posibilidad de que
Alicia fuera una de ellas, de hecho iba a la perfección con su personalidad
igual que Cruz. Sin embargo Dani parecía tan tierna, tan suave y frágil.
Clavó sus ojos en ella con atención. Dani lo supo
porque enfrentó su mirada sin más expresión en su cara que perplejidad.
-¿Qué tal? – la
saludó Diego incomodo, luchando por salir del pozo gris perla de sus ojos que
lo habían capturado.
-Mucho frio –
contestó ella con voz cansada.
Vaquero se acercó lentamente a ella desde su silla y
chocaron las manos.
-Deja que hagan
el reparto los demás y sube a descansar. Yo lo haré por ti, chiquita – se ofreció
el hombre.
-Después del
susto de muerte que nos han dado – Carmele miró con enojo a Dani y se marchó a
servir más cafés.
Vaquero riendo fue tras la mujer.
-La has enfado
bien – se burló Diego moviendo su café con una cucharilla.
Dani rio al tiempo que asintió con la cabeza:
-A veces cree
que soy su hija. – se sentó frente a él.
Diego no pudo apartar los ojos de aquella boca tan
linda. Dani se veía preciosa con las mejillas arreboladas y el flequillo
revuelto sobre su frente lisa. Impulsivamente tomó un mechón caoba entre sus
dedos y lo retiró de los ojos.
-Carmele será
muy madraza – dijo arrepentido de haber tenido ese gesto con ella. Clavó sus
ojos dorados en el café y procedió a tomarlo con prisa a pesar de estar
ardiendo.
-Es muy
protectora con todo el mundo. Tiene mal genio pero un corazón de oro. ¿Tienes
madre, Diego?
-¡claro! –
volvió a mirarla. Nunca había visto unos ojos tan límpidos y sumamente
expresivos. Unos ojos que le miraban con el deseo pintado en ellos.
Miró su boca, ella estaba muy cerca, sus piernas se
rozaban bajo la mesa. Quiso acariciar las tersas mejillas, tomar la delgada mandíbula
con sus manos y apoderarse de sus labios hasta dejarlos hinchados. Todo su
cuerpo se endureció, cada musculo luchó contra su voluntad.
-¿nunca viene
al muro? – insistió ella soplando su taza.
-No. No se la
ha perdido nada por aquí.
-No me digas
que eres de esos tipos machitos que prefieren a las mujeres en casa. ¡No lo
puedo creer!
Diego alzó las cejas divertido por el tono despectivo
de Dani.
-¿a que no me
imaginabas así? – le preguntó.
-Es mentira, tú
no eres así.
-¿tú crees? –
él trataba de no reír mientras Dani le observaba con una mueca infantil
tratando de leer en su mente.
-¡es mentira! –
exclamó por fin entre risas golpeándolo con su diminuto puño en el hombro.
Ambos rompieron a reír.
-La verdad es
que no salen mucho. En el poblado se suelen reunir todos los días con los
familiares. Nosotros y los jóvenes somos los únicos que venimos para tener un
poco de contacto con el mundo real, enterarnos de las últimas noticias… ya
sabes, desentendernos un rato de todo lo que está sucediendo.
-¿te gusta ser quién
eres? – Le preguntó Dani apoyando los codos en la mesa y dejando que su delgada
barbilla descansara entre sus manos – me refiero a ser jefe de un clan.
-Lo he asumido
– se pasó la lengua por el labio inferior pensando en silencio. –No todos
estamos de acuerdo con lo que nos ha tocado. Supongo que cuando las cosas
ocurren es porque no hay más remedio.
Diego hablaba sin poder apartar la vista de ella.
Estaba fascinado con aquellos ojos cambiantes como si fueran aguas cristalinas
que se mecían al compás de la luz agitada del local, una docena de bombillas
que colgaban del techo balanceándose por el aire que se filtraba en el sitio,
sus ojos tenían el tono de diminutas olas que rompían en un mar embravecido
dejando crestas blancas.
Dani ocultó un bostezo con la mano. Esta vez el hombre acarició su
respingona nariz con el dedo.
-¡estoy muerta de
sueño! – Susurró entrecerrando los ojos - ¿no puedes delegar en otra persona? –
continuó preguntando.
-No soy capaz de
pasar mi responsabilidad y mi deber a nadie.
-Sería muy injusto
para la otra persona ¿verdad?
-Ya lo creo –
respondió viéndola luchar con fuerza por mantener los ojos abiertos.
-¿y para ti? ¿No
es injusto para ti?
¿Qué podía contestarla? La injusticia era lo más normal y
cotidiano en su vida, si no que le preguntaran por que no era capaz de
abrazarla y llevarla algún sitio más privado. Por Seth. Por no moverse entre
las filas rebeldes degollando a cuanto Justo y Corso se cruzara en su camino.
Por su gente.
Ojala tuviera otra conciencia menos leal.
La puerta principal del “muro” se abrió con demasiado
fuerza. Un marco con el espejo hecho añicos cayó contra el suelo desparramando
trozos de vidrio.
Todos observaron en silencio la llegada de tres hombres.
-Os doy las
gracias – gritó con voz ronca uno. Diego le reconoció, era el mismo al que
habían secuestrado a su hija – Os doy las gracias – repitió recorriendo el
local con la vista, depositando sus ojos en todas y cada una de las personas
que había en ese momento.
-¿Qué ocurre? –
preguntó Vaquero acercándose a él.
-Esta madrugada
unas personas de buen corazón me han devuelto a mi pequeña – se limpió las lágrimas
de alegría con el dorso de las manos y pasó a contarles como la joven había
aparecido en la puerta de su casa.
Diego se sobresaltó cuando Carmele dejó caer un plato de
tostadas sobre la mesa. Dani, que ya se había dormido levantó la cabeza
desorientada con una exclamación ahogada.
-¿Qué pasa? –
susurró.
Carmele se había vuelto a marchar esta vez más enojada
que antes. Diego no entendió la actitud de la dueña. Estaba sorprendido.
Los moteros debían haber rescatado a la joven ¿Quién si
no?
Estudió a Dani con atención adivinando que ella estaba
involucrada. Ese ere el motivo de que Carmele estuviese enfadada con ella. Se
acercó hasta Dani posando sus labios en la oreja donde colgaba un solitario
brillante:
-¿Entrasteis en la
fortaleza de los Justos?
-¡¿Qué?!
Diego señaló con la cabeza al hombre que seguía
contestando preguntas sobre el rescate de su hija frente a la puerta. Vio como
los ojos de la joven se dilataron repentinamente.
-No puedo hablar
de eso – murmuró mirando con pena las altas escaleras – no siento los huesos,
no puedo moverme – gimió incorporándose con lentitud. El sueño y el sopor se
apoderaban de ella por momentos.
-Si me dices cuál
es tu dormitorio te llevo, es lo menos que puedo hacer. – dijo sin saber porque
se había ofrecido.
-Subiendo la
escalera a la derecha, la cuarta puerta de la izquierda – antes que él se
levantara, Dani lo detuvo apoyando las palmas de sus pequeñas manos en los
anchos hombros – Gracias Torresino, pero yo puedo sola – le guiñó un ojo
divertida.
-¡Yo que me estaba
haciendo ilusiones! – fingió decepción. Se había dado cuenta que le encantaba
estar en su compañía. Por bromear, por iniciar una amistad tampoco iba a pasar
nada ¿verdad? Imaginó que Seth no se molestaría con eso.
-Ya me he dado
cuenta – se burló ella con una risa ronca, sensual, cargada de sinceridad,
espontanea. Dani se agachó y le besó una mejilla antes de girarse dispuesta a
subir las escaleras.
9
Dani soltó una exclamación al sentirse elevada por encima
de la barandilla de la escalera.
En un acto reflejo intentó girarse pero su cabeza golpeó
con la de Torresino. Nariz contra nariz. Frente contra frente. El hombre bizqueó.
-¡Ay! – se quejó.
Continuó subiendo los peldaños con cuidado de no tropezar.
-¿Qué crees que estás
haciendo? – preguntó ella rodeándole el cuello con su brazo. Estaba físicamente
agotada aunque emocionalmente se sentía flotar. No por el hecho de estar a una
buena altura del suelo si no a lo sucedido entre Diego y ella. Esa charla tan cálida
la habían dejado un buen sabor de boca.
-¿a la derecha? –
Diego se había detenido en el largo corredor mirando a ambas direcciones.
-Sí, la cuarta
puerta de la izquierda – repitió Dani entre risitas.
Diego tenía una mano bajo sus piernas y la otra sujetaba
sus caderas. La sostenía como si ella no pesara más que una pluma.
Atravesó el pasillo y la dejó en el suelo frente a la
puerta. Ella alzó la mirada observándole con expresión risueña, Diego se
frotaba la frente donde poco antes se había golpeado.
-La culpa ha sido
tuya – le regañó Dani – me has cogido tan de improviso… - dejó la frase en el
aire. Aquellos ojos de león se clavaban en su rostro de una manera directa.
Supo que la miraba los labios ¿Por qué no la besaba si veía el deseo escrito en
su cara?
Él se apartó y sonrió levemente antes de empujar la
puerta con una mano sin hacer el menor esfuerzo por pasar.
Dani se dio cuenta de su repentino cambio. A penas dos
minutos antes él había estado a punto de besarla y sin embargo se había
retractado ¿Por qué? ¿No la gustaba?
-Tienes la cabeza
muy dura - la provocó Diego con un
guiñó.
Dani extendió la mano y la posó en la fuerte barbilla del
hombre con ternura. Había sido un impulso difícil de controlar. Le veía todos
los días tan guapo y tan lejano.
Durante una temporada se había imaginado como serían las
cosas si ella fuera su mujer. Había soñado con sus miradas, con su voz. Se
había excitado con solo pensarlo.
Diego Torresino Cifuente, el amor de su vida aunque él
nunca llegara a saberlo. El hombre que estaba interesado en la bella Alicia.
¡Alicia!
Dani apartó su mano con un suspiro apagado. Trató de sonreír
pero el recuerdo de su prima convirtió su sonrisa en una apenada mueca.
-Me he enterado
que Seth se ha unido a nuestras filas y me alegro mucho – comentó dando un par
de pasos al interior del dormitorio.
Una cama de grandes dimensiones ocupaba la mayor parte
del cuarto. Un armario, una mesilla y un arcón eran los únicos muebles que
decoraban la habitación.
El lugar era bastante impersonal y frio. Ningún cuadro, ningún
retrato.
-¿Dani, y tu
familia? – preguntó Diego curioso desde el hueco de la puerta.
Ella anduvo hasta el arcón y se despojó la cazadora.
Llevaba una camiseta de licra negra ajustada a su cuerpo. La prenda se adhería
como una segunda piel aplastando sus senos. La hacia más delgada y sin formas.
Era el precio a pagar si quería llevar ropas cómodas que no impidieran sus
movimientos en sus salidas nocturnas.
Se sentó en el arcón inclinándose para desatar los
cordones de las botas.
-Supongo que
estarán en casa – contestó sin mirarle, totalmente concentrada en los finos
cordones que aflojaba con lentitud – imagino que estarán planeando algo.
-¿de qué poblado
eres?
Dani se sacó una bota y le miró.
-De aquí – lanzó
el calzado contra el costado del armario – mi casa es el “muro” Conocí a Cruz
hace tiempo y la convencí para que me dejara quedar – abrió los brazos como si
quisiera abarcar la habitación entera – Esta es mi casa hasta que no consigamos
la libertad.
-¿y si no lo
conseguimos?
-Si pensara de esa
manera ni siquiera me esforzaría en intentarlo – se puso en pie y caminó hacia
la única y estrecha ventana – Mira – espero a que Diego se asomara junto a
ella. En el aparcamiento la gente se arremolinaba esperando recoger los
alimentos que habían conseguido esa noche - ¿Qué harían esas personas si no
tuvieran que comer? – Se volvió a él con seriedad - ¿Qué harías tú?
Diego tardo en responder observando el exterior con
actitud pensativa.
El lugar se había llenado de vehículos y personas que
charlaban mientras cargaban sus camionetas o esperaban que les repartieran los
cajones con los víveres.
-Lo ponéis tan
fácil que no se me ha cruzado por la cabeza hacer nada – contestó apoyando la
frente contra el cristal de la ventana – pero si realmente eso sucediera, no
tendría más remedio que salir a buscarlo.
Dani asintió satisfecha:
-No te rendirías
¿verdad? – Suspiró admirando el perfil bronceado, el grueso cabello castaño– No
tendrías nada que perder. Sales a robar y pones a tu gente en peligro, no sales
y se mueren de hambre.
Diego la observó con sus ojos dorados cargados de
remordimientos y Dani sintió todo el peso de su pena. Le cogió una mano y
entrelazó los dedos con los de él.
Ambos se quedaron en silencio observando los rostros que
reían emocionados en el aparcamiento después de haber recibido las primeras
necesidades. ¡Con que poco se conformaban! Solo con sobrevivir.
Alguien carraspeó junto a la puerta y Dani se apresuró a
soltar a Diego volviéndose hacía la entrada.
Alicia con rostro cansado atravesó el dormitorio y se
sentó en la cama.
-va a caer una
buena tormenta – comentó como si encontrarse a Torresino allí fuera lo más
normal del mundo.
Dani fue hasta ella para recostarse en el colchón. Tenía
agotadas las pocas fuerzas que la quedaban. Si hubiera un momento en que ella
estuviera más indefensa era precisamente ese.
Alicia rozó su muslo con las puntas de los dedos en una
suave caricia.
Diego las observó envidiando a la belleza morena. Era él
quien deseaba acariciar a Dani, velar sus sueños.
La joven se quedó dormida antes que aquellos dos
abandonaran la habitación cerrando la puerta con suavidad.
10
La espalda de Seth golpeó contra el suelo del cobertizo,
otra vez.
Diego hundió la cabeza entre sus manos evitando soltar la
ruidosa carcajada que amenazaba con brotarle en la garganta.
Dani en cambio no tuvo ninguna consideración con Seth que
con las mejillas teñidas de rojo la miró con el ceño fruncido. Empero él era
decidido y no tenía problemas para entrenar a pesar de los espectadores que se
habían reunido curiosos.
-Cruz, no le des
mucha caña – bromeó Alicia divertida. Se hallaba sentada en un cajón de madera
observando el entrenamiento.
Varios jóvenes, lejos de reírse miraban el combate con
interés.
-¿Por qué no
pruebas tú, Diego? – le picó Dani con una sonrisa inocente.
Diego se arremangó las mangas del oscuro jersey pero no
se levantó de su sitio.
-Creo que es más
interesante ver como mi hermano cae una y otra vez.
La tarde fría y lluviosa había obligado a los jóvenes a
cobijarse y como el “muro” estaba repleto a esas horas (nunca sabían dónde
podían estar los traidores) habían acudido al cobertizo que se hallaba en la
parte trasera del local.
Solo había personas de confianza aunque Diego tuvo que
reconocer que a muchos de ellos no les había visto nunca.
Cuanto más observaba a Dani, más se preguntaba porque no
había reparado en ella hasta que Seth le abrió los ojos.
¡Lástima que fuera demasiado tarde! ¡Nunca podría
competir con su hermano por una mujer!
Recordó sus palabras; solo tiene ojitos para ti… y era
cierto. Él lo sabía, lo notaba, sentía el calor de aquella mirada gris, sus tímidas
sonrisas, el hermoso rubor que pintaba sus mejillas.
La mente de Diego era una continua guerra contra el
súbito deseo de estar con Dani. Por supuesto su raciocinio siempre predominaba
pero no podía evitar bromear con ella, reír con ella.
Tan solo habían pasado unas semanas desde que descubriera
que se sentía atraído y cada vez que pasaba más tiempo cerca de ella, más se le
iba metiendo en la sangre.
Era un pecado, lo sabía. Una traición más honda que
cualquier otra. Robarle la mujer a un hermano. ¡Impensable!
Ya no solo por la gente y el que dirán que le traía al
fresco. Incluso ese no sería el castigo para dos personas que se aman. El
castigo, la crueldad seria perder un hermano.
Diego amaba a su familia, adoraba a Seth al que siempre
había protegido o eso había querido creer. Solo ahora comprendía que Seth había
sido el menos cobarde, el primero en todo.
Nunca había pensado mal de su hermano, al contrario, eran
confidentes, todo el día juntos de un lado para otro, inseparables.
Dani le gustaba para él, no para Seth. Dani estaba
enamorada de él, no de su hermano y a pesar de conocer esas verdades ¿Qué
puñetas podía hacer?
No quería alejarse de Dani, ¡no lo haría! Prefería sufrir
viéndola cada día de su vida a no volver a verla más.
Siempre tendría una gran amistad con ella, un cariño
fraternal, después de todo serían cuñados.
-¡que cobarde! –
le provocó Dani mostrando su hermosa dentadura en una amplia sonrisa. – no me
digas que sientes miedo.
-¿contigo? – Preguntó
mirándola con los ojos abiertos -¡Dani si con una mano podría derrotarte!
-¿Eso crees?
No contestó porque alguien comenzó a golpear la puerta.
Todos guardaron silencio.
Vaquero ingresó hasta el centro donde Seth y Cruz habían
detenido el entrenamiento.
-Han quemado una
de las granjas de los Castro -Irún – dijo con voz alta – el poblado donde
desapareció la muchacha.
-¿Daños? – le
preguntó Alicia sin levantarse del cajón y moviendo una pierna con
indiferencia. Diego porque la vio mover los labios si no, no hubiera sabido con
exactitud quien habría hablado.
-Una familia de
cinco miembros pudieron huir. Animales, campos, edificios, todo ha sido
calcinado – explicó el hombre agitando su sombrero contra su muslo para sacudir
las gotas de lluvia.
-¡pues sí que se
han ofendido los Justos! – exclamó uno de los muchachos más jóvenes del grupo.
-Pues que rabien –
dijo otro.
Un grupillo de varias personas continuó una pequeña
charla dichosos de haber estropeado en cierta medida el plan de los Justos con
la muchacha raptada, aunque las consecuencias habían sido feroces.
-¿Los han visto?
¿Qué ha pasado con esa familia? – insistió Cruz adelantándose hasta Vaquero.
-¿sobre qué hora?
– intercaló Alicia levantándose de su asiento.
-Un par de horas a
lo sumo. La familia está bien, cuenta que entraron utilizando la fuerza.
-¿no vinieron
escondidos? – Se interesó Dani – Eran moteros ¿verdad?
-No se han
escondido, tres motos.
Diego escuchó con atención cruzando la mirada con Seth en
varias ocasiones. Dani seguía cerca de él, la sentía sin verla.
-¡vámonos! –
ordenó Cruz.
Diego sorprendido vio como todos se lanzaban a la puerta
casi con prisas.
-Seth – llamó Dani
elevando la voz – vienes conmigo – dictaminó con un tono de timbre firme y
peligroso.
El corazón de Diego latió a mil por hora. No pudo
explicarse el incipiente temor que afloró en su pecho. Miedo a que pudiera
pasar algo aquellas dos personas a las que amaba. Por qué a Dani la amaba ¿no?
Posiblemente se diera cuenta en aquel preciso momento. Lo que sentía por ella
no era una simple atracción, no señor, había mucho más.
Un sudor frio le cubrió la nuca y salió al exterior con
los demás.
Las motos aparecieron como por arte de magia ¿Dónde las
tenían escondidas?
Seth montó tras Dani que ya se había colocado el casco.
Observando las motos de gran cilindrada se fijó en que
cada una a pesar de ser negras, llevaban una corta y ancha pincelada de un
color diferente, en algunas dos pinceladas. Eran como una forma de
identificarse entre ellos.
Solo había seis motos de todas la que sabía que había.
Las chicas de Carmele, Seth y otro joven que también iba de paquete. El resto
se quedaba en el “muro” a esperar.
Seth y él intercambiaron una rápida y preocupada mirada.
Le vio ponerse el casco y abrazarse al estrecho cuerpo de Dani.
A punto estuvo de bajar a su hermano de allí y ocupar su
lugar. Seth estaría seguro en casa y él se encargaría de proteger a Dani con su
vida.
Las motos desaparecieron de su vista.
Vio a Dani elevar la rueda delantera durante una fracción
de minuto y agitar la mano hacia él a modo de despedida, comunicándole en
silencio que volverían a verse.
Carmele le sobresaltó colocando una mano sobre su hombro:
-No te preocupes,
no van a exponer a tu hermano al peligro. Son guerreras Diego. Ellas no
defienden ni esperan…Simplemente… atacan.
Carmele se giró para entrar en el local. Diego dudó unos
segundos antes de dirigirse a su furgoneta y poner rumbo al poblado.
Frenó en el cruce de caminos mirando a ambos lados. Nada
le impedía acercarse a las tierras de los Castro - Irún. Agarró el volante con
fuerza y respiró ruidosamente. Siguió el camino que había iniciado. Esperaría a
su hermano en casa y las palabras de Carmele cayeron con fuerza sobre sus
hombros: Son guerreras y atacan.
11
Un viento frio cubrió las tierras silbando entre los árboles
y los edificios con aullidos fantasmales. Copos de nieve cayendo por doquier
volaban salvajemente golpeando todo lo que se pusiera por delante, dejando su
manto blanco extendido por los campos.
Las carreteras principales se habían convertido durante
la noche en largos espejos resbaladizos cual trampas mortales, esperando con
ansia las indefensas ruedas de las motos.
Dani observó a Cruz con una media sonrisa en los labios. Podía
ocultarle al mundo que se estaba enamorando de Seth Torresino pero no a ella
que en poco tiempo había llegado a conocerla y quererla como a una hermana.
¡Qué tendrían los hermanos Torresino para haberlas tocado en la fibra más
sensible!
Dani se alegraba por Cruz, al menos ella podía pasarse el
día cerca de Seth, claro que difícilmente el hombre pudiera penetrar en el
corazón de su amiga para mostrarle todo el amor que existía.
Cruz lo había pasado muy mal en manos de los Justos,
habían destrozado sus ilusiones marchitando su ingenuidad de adolescente,
enterrando en profundidad el deseo de una caricia o de una tierna palabra.
Seth estaba cambiando todo eso y prometía ser constante.
Dani veía sus miradas cargadas de pasión mal disimulada,
sus fingidos enfados. Realmente no eran el perro y el gato que querían hacer
creer a los demás. No eran insensibles a los sentimientos del otro como querían
aparentar.
Cruz necesitaba al hombre aunque no estuviera dispuesta
admitirlo, aunque su cuerpo luchara contra el deseo y su frio y vacío corazón
se negara aceptarlo.
Quizás no lo sabía pero le amaba. Sus ojos le buscaban en
todo momento, sus cuerpos se rozaban incapaces de apartarse el uno del otro.
Dani estaba segura que poco a poco Seth sabría ganársela
consiguiendo despertar su cuerpo de mujer y haciendo que olvidara que un hombre
cruel la tomara por la fuerza. Él podría conseguirlo si realmente la amaba.
Ver a Cruz en aquella situación era como verse a sí misma
observando a Diego, expiándolo, soñando con sus besos y sus caricias.
Estaba decidida hablar con Alicia. Se habían criado juntas
rodeadas de armas y violencia. Podía recordar cuando escapaban en las tardes de
verano y tumbadas en la verde hierba bajo un frondoso árbol se contaban sus
sueños de niñas, como miraban una y otra vez las revistas de moda admirando las
hermosas ropas femeninas que ellas nunca habían poseído.
Vivian bien pero no felices, conocedoras de la dureza del
mundo, de la muerte de sus seres queridos, del odio y a su vez del amor a la
violencia que las habían inculcado desde que tuvieran uso de razón.
Dani luchó por hacerse ver, por hacerse oír. Había necesitado
tanto una caricia de sus hermanos, unas palabras de cariño por parte de su
padre, sin embargo lo único que tuvo fue Alicia con quien jugaba a las muñecas
escondidas bajo la cama.
Risas ahogadas por sus pequeñas manos, confidencias tras
las sabanas, juguetes infantiles escondidos en los armarios.
Habían sido niñas disimulando que aún quedaba restos de
ellas, aparentando una fría y espeluznante madurez, una dureza que recubría sus
cuerpos como una espesa costra.
¡Cuántas veces había querido llorar! ¡Cuántas veces se había
tragado las lágrimas delante de su padre! ¡Cuántas veces había fingido
indiferencia ante el inocente apartando la vista hacia otro lado! ¡Cuánto odio
adherido a cada fibra de su ser! Ser hija del Justo no era fácil.
Dio las gracias a su decisión de huir alejándose de los
Justos, a Cruz y su gente que las habían proporcionado un amor desconocido, un
cariño regalado, unas sonrisas sinceras acompañadas de un profundo afecto acogiéndolas
como si se trataran de una misma sangre, de una misma familia. Alicia, Cruz, Vaquero,
Carmele y seguía un largo etcétera. Había aprendido amarles a todos, a
conocerles y lo más importante, a respetarles. Sin ellos no podría seguir
viviendo, no deseaba hacerlo.
No quería pensar en sus propios sentimientos por Diego.
No hasta que no hablara con Alicia.
Cuando un pensamiento de futuro afloraba en su mente,
ella solía hacerlo desaparecer. Sabía que a lo largo, si el amor de Diego no la
perteneciera no podría quedarse allí, incapaz de ver la felicidad reflejada en
los ojos de los amantes y aunque fuera su destrucción, la dicha de Alicia era
lo más importante para ella.
Dani regresó a la realidad. Cruz y Seth discutían.
La hija de Carmele en encaraba con él por algo que Dani
no alcanzaba a comprender. Les miró durante unos momentos, no tenía intención
de mediar entre ellos. Abandonó el salón del “Muro”.
Era tarde y los perennes estaban jugando a las cartas.
Carmele les observaba desde una silla cercana.
Se dirigió al dormitorio de Alicia, muy similar al suyo.
La puerta estaba abierta, la cama deshecha.
Alicia salió del pequeño aseó y sonrió a Dani al tiempo
que se sentaba sobre la cama con las piernas recogidas.
Dani subió al colchón sentándose junto a ella.
-¿Qué estás
leyendo? – preguntó tratando de leer el título del libro que su prima tenía en
las manos.
Alicia se lo
entregó:
-el secreto de
consentir – leyó Dani. Se lo devolvió -¿Qué tal está?
-Me gusta, es
diferente. Agentes infiltrados, amor incondicional, buen sexo… ya sabes, todo
eso que pasaba cuando las autoridades aún existían.
-Tiene que estar
bien. Bueno, te dejo que sigas leyendo, no te molesto más.
-¿Ocurre algo
Lady?
-¡no! – mintió. Ocurría
que echaba de menos a Diego y que no sabía cómo preguntarla que era lo que
sentía ella por él hombre ¿o era miedo de escucharla decir que tal vez amaba a
Torresino? – Me voy a dormir ¡me parece tan extraño que hoy no salgamos a la
ciudad!
-Como están las
carreteras es del todo imposible ¿te apetece hablar un rato?
Dani negó. Impulsivamente se abrazó a Alicia temblando.
-¿Qué ocurre? –
echó la cabeza atrás para mirarla.
Dani era muy diestra en ocultar sus emociones. Fingió una
sonrisa que no llegó a reflejarse en sus ojos. Ambas se abrazaron en silencio.
Dani no hablaría esa noche y Alicia no iba a obligarla.
12
-¡Me saca de
quicio! – exclamó Seth agitando sus largos cabellos negros, sacudiendo briznas
de paja y diminutas astillas.
Diego le miró con una ceja arqueada. Estaba recostado en
su cama con los brazos bajo la cabeza.
-¿Quién?
-Cruz ¿Quién si
no? – Respondió enfureciéndose de nuevo por algo que su mente repasaba una y
otra vez -¡menuda imbécil! – explotó.
Diego se incorporó extrañado. Nunca había visto a su
hermano tan alterado con alguien que no fuera ni los Justos ni los Corsos.
-¿Qué ha pasado?
-Que ya no sé cómo
actuar con ella. Todo lo que hago o digo la parece mal – miró a Diego con sus
ojos dorados relucientes de indignación – Creo que la gusta estar de bronca
conmigo – tomó asiento junto a su hermano -¿Por qué es tan diferente de Dani?
Diego apretó los labios con fuerza. No quería hablar de
ella con Seth. Por nada del mundo se metería entre ellos.
-Dani es
respetuosa con la gente, dulce. ¡Maneja la moto de miedo! – comentó con total
admiración.
Diego suspiró y se apartó de Seth fingiendo indiferencia.
No quería que su hermano le viera el rostro y pudiera leer los celos que le
corroían hasta el alma. Respiró hondo.
-Te gusta mucho
¿verdad? – se atrevió a preguntar en un susurro. Cerró los ojos esperando con
el corazón encogido su respuesta. Seth estaba tras él aún sentado sobre la
cama.
-¡la adoro! ¡Dani
es auténtica! – Diego apretó los dientes llegándole a doler la mandíbula – Ella
es especial – continuó diciendo Seth sin percatarse de la postura rígida de su
hermano. – pero eso tú ya lo sabes ¿verdad?
Diego se volvió a él. Estudió su rostro pensativo.
-Me parece algo
infantil – mintió como un cobarde – me gusta como amiga.
-¿infantil? Dani
podrá tener muchas cosas pero no la veo tan infantil – la defendió – si fuera
como tú dices podría apostarte que Dani no saldría en las incursiones. Es muy
valiente. Pocas personas actúan como ella. Pasa lo mismo con Cruz – se encogió
de hombros - ¿te he dicho que no encontramos a los que incendiaron la granja de
Castro –Irún?
Diego asintió. Era lo segundo que había preguntado
después de saber que todos estaban bien y no habían tenido ningún incidente.
Seth volvió a narrarle su viaje en la moto de Dani, sus
ojos brillaron emocionados.
Diego supo que su hermano estaba disfrutando como nunca y
aunque por dentro su corazón sufriera lo indecible no podía dejar de alegrarse
por él.
Unos golpes en la puerta los sacó de su conversación.
Diego se había echado sobre la cama de nuevo y escuchaba
a Seth que no hacía más que moverse por el dormitorio.
-Seth – llamó la
voz femenina y dulce de una muchacha. Una de las primas más jóvenes de
Torresino –Te busca Cruz.
Los golpes se repitieron nuevamente y Seth perdió el culo
por abrirla.
-¿Dónde está? –
preguntó ansioso.
-Abajo – la
muchacha asintió con la cabeza – como tardes mucho los mayores la van a
bombardear con preguntas.
-¿ha pasado algo?
– insistió Seth.
-ah, no lo sé. –
respondió ella.
Diego se incorporó, sentía frio. Tocó las tuberías de la
calefacción que apenas estaban templadas.
Ese invierno iba a ser demasiado largo y aunque tenían
reservas de maderas apiladas en los almacenes, posiblemente si no tuvieran
cuidado podían acabar muy mal.
-Voy enseguida, prepárala
un café o algo caliente mientras bajo – Seth hizo girar a su prima empujándola
con suavidad hacía el piso inferior – Espero que no haya pasado nada más. No me
gusta mucho que los Corsos y los Justos comiencen adentrarse sin estar nosotros
preparados del todo.
-Pero eso es lo
que dijo Carmele que querían. La lucha se debe efectuar en las tierras del sur.
-Si pero aún
necesitamos armas – Seth se acercó a Diego para hablarle de forma confidencial
junto a la oreja – Estamos esperando un cargamento de contrabando. La recogida
será dentro de nuestros límites pero aún no tenemos fecha.
-¿estás seguro que
es esto lo que quieres? – preguntó Diego preocupado.
-Quiero una vida
feliz, una mujer, hijos. Demostraré a Cruz que soy su protector.
-¡¿Qué?! – Diego
dio un respingo -¡pensé que querías proteger a Dani! – Su sorpresa era evidente
– Hace un momento has dicho que adorabas a Dani, entonces…
-¡Y es cierto! También
te dije el otro día que ella no tiene ojitos para nadie excepto para ti. Cruz…
me gusta, me enfada, me vuelve loco. A veces creo que no la soporto y sin
embargo no puedo apartarme de ella. En verdad que es muy extraño esto de los
sentimientos. – se encogió de hombros.
-¿te has
enamorado?
Seth observó a Diego con fijeza.
-Lo único que sé
es que deseo estar con ella en todo momento.
-¿y Dani?
Seth se colocó una gruesa chaqueta de lana verde.
-A Dani la admiro.
Me parece increíble que sea tan valiente como para querer cambiar el mundo.
Siento mucho respeto por ella y me parece un bombón de mujer, pero Cruz… -hizo
una pausa estudiando a Diego – me gustaría saber qué es lo que Cruz esconde. Podías
preguntar a Dani, sutilmente por supuesto.
-Ah, no, no – se
negó Diego -¿preguntarla cosas sobre Cruz? No, no – volvió a negar.
-¿Por qué? Dani y
tú os lleváis bien.
-¡no! ¡Sí! Nos
llevamos bien – suspiró y se dejó caer en una silla que crujió peligrosamente –
Hasta que tú no me hablaste de ella ni siquiera me había fijado.
Seth sonrió:
-A veces todos
necesitamos un empujoncito – le tendió una mano y ambos se estrecharon con
afecto – para eso estamos los hermanos.
-No voy averiguar
nada sobre Cruz – avisó Diego antes que su hermano abandonara el dormitorio.
Mentía, por Seth era capaz de cualquier cosa, y más ahora que sentía como la
sangre fluía libre por sus venas al tiempo que los remordimientos y las dudas
le abandonaban definitivamente. Tenía el camino libre con Dani. Estaba
eufórico.
13
Las dos motos se deslizaron por la carretera helada, en
silencio, despacio.
Pasando totalmente desapercibidas entraron en la estación
de servicio de la ciudad. La única que por las noches mantenía abierto.
Una señora de mediana edad, sentada tras el mostrador de
frio aluminio, observó la entrada de los dos motoristas con el ceño fruncido.
-Hoy no hay
vigilancia – dijo la mujer levantándose de su asiento – Piensan que solo un
loco cruzaría los limites en una noche como esta.
Uno de los motoristas se quitó el casco mostrando una
sonrisa alegre y divertida.
- Vamos que nos
estas llamando locas por toda la cara – bromeó Alicia depositando el casco
sobre el mostrador.
Dani se levantó la visera.
-Solo danos combustible que no
podemos ir muy cargadas.
-Hay varios
bidones en el almacén – la mujer salió del mostrador, Dani y Alicia la
abrazaron con cariño – Últimamente se están escuchando muchas cosas por aquí,
están todos muy intranquilos.
-¿sospechan algo?
– indagó Alicia observándose en el pequeño espejo que colgaba del techo. Su
maquillaje seguía perfecto.
-Sospechan, sí,
pero nada que tenga que ver con vosotras. Aún creen que seguís fuera del país y
tu padre – señaló a Lady – está buscando hombres para que vayan a buscarte a
dios sabe dónde, creo que cada vez está un poco más nervioso.
-Manuela – Dani no
dio importancia a las noticias de su padre - ¿has vuelto a saber algo de
Bernardo Corso?
-Lo de siempre, está
deseando coger a Lady de los Justos y humillarla hasta verla implorando
arrastrándose por los suelos – se encogió de hombros – Ya sabes, la misma
cantaleta de siempre. Pero esto cada vez va peor, he oído que el gobierno está
estudiando en abandonar también esta ciudad – agitó la cabeza furiosa – esto no
va acabar nada bien y Bernardo tiene poder sobre los Justos.
-Eso es lo que mi
padre les quiere hacer creer porque se necesitan mutuamente, pero no te
equivoques de bando Manuela, los Justos siempre hemos sido más fuertes y más
numerosos, bueno, ya no me cuento como uno de ellos.
-¿Quién quemó la
granja? – preguntó Alicia volviendo la atención a ellas.
Manuela se encogió de hombros.
-Ambos estaban
igual de furiosos cuando os llevasteis a la muchachilla. Fue una burla meteros
en su propiedad. Desde luego lo de locas se os queda pequeño.
Alicia y Dani intercambiaron una mirada divertida.
-Aún no has visto
nada Manuela – rio Dani emocionada.
-Vamos a cargarnos
una de tus competencias.
Manuela abrió los ojos con sorpresa incapaz de pronunciar
palabra.
-Vamos a volar por
los aires la gasolinera perteneciente a los Corsos. Necesitamos saber quiénes
son los dueños, si viven allí y todas esas cosas. Ve ilustrando a Alicia
mientras voy cargando el combustible.
Manuela no tardó en darle toda la información a la belleza
morena.
Ambas jóvenes confiaban en Manuela plenamente. Se habían
conocido hacía año y medio cuando las muchachas penetraron en su estación para
robar combustible. Manuela había reconocido a Lady de los Justos, a la hija del
hombre que dio muerte a su esposo cuando se negó a pagarles a cambio de
protección. Conocer el hecho de que Lady se había convertido en una de las
cabecillas de la revuelta del sur la devolvió el coraje y en cierto modo la
tranquilidad de su conciencia.
Su marido no habría visto bien que se sometiera a las órdenes
de los Justos y los Corsos pero ellos eran ahora la autoridad. Cuando Manuela vio
la posibilidad de vengarse de ellos a cambio de colaborar con Lady y la gente
del sur, no lo dudó. La mujer se había convertido en el principal contacto de
Lady encariñándose con ella y con sus ideales de libertad, fingiendo asaltos,
escondiendo mercancías, proporcionando información de vital importancia…
Manuela siempre estaba enterada de todo, tenía muy buenos
contactos desperdigados por la ciudad.
Estaban ya por despedirse cuando la mujer tomó el brazo
de Dani deteniéndola:
-El último día del
año, a las doce de la noche cuando todos los relojes anuncien el cambio de año,
atacaran al poblado de los Damales. Incendiaran la iglesia.
-¿Por qué ese
campamento? – Dani se extrañó con un mal presentimiento. Los Damales estaban
más alejados de la frontera - ¿Por qué traspasar tanto los limites?
-Los Damales
tienen por costumbre reunirse en la iglesia entre las once de la noche y las
dos de la mañana.
-Sería una masacre
– susurró Dani espantada.
-Esperaba veros
antes de que ocurriera aunque mi hijo Juan prepara un cargamento para
llevároslo la semana que entra.
-¿van las armas?
-Sí.
-Tú hijo es
un cielo – agradeció Dani.
-¡un cielo o me lo
estáis volviendo tan majara como vosotras! – replicó algo enojada.
Alicia y Dani se echaron a reír a pesar de que las
noticias eran sumamente desagradables.
-dile que se cuide
– dijo Dani antes de abandonar el establecimiento.
Hubo varias explosiones acompañadas de ruidos
ensordecedores antes de que estallara el edificio principal e hiciera volar
todo tipo de fragmentos por el aire. Una gran llamarada cubrió la zona con una
larga lengua de fuego. Hierros y neumáticos salieron lanzados como proyectiles
contra un grupo de vehículos aparcados. Una nube densa comenzó a ascender sobre
los tejados de uno de los barrios de los Corsos.
Ninguna de las motoristas miró hacia atrás. Estaban más
preocupadas por no encontrar ningún obstáculo en la dichosa carretera cubierta
de nieve y hielo.
El temporal parecía haber empeorado y una fuerte ventisca
rugía entre los árboles.
Había sido una locura esta pequeña escapada, Dani supo
que Alicia había tenido toda la razón al intentar desanimarla en su empeño. ¡Todo
había salido bien! ¡Estaba saliendo bien! Habían aminorado la velocidad, incapaces
de observar el rumbo de la carretera. Copos de nieve golpeaban con fuerza
contra las viseras y sus trajes de cuero negro.
Si los Corsos sacaban sus vehículos a tiempo lograrían
darles alcance. Dani era consciente del peligro que corrían. La opción más
obvia seria salir huyendo por el bosque, sin motos. Con el frio y la tormenta,
si no las cogían morirían congeladas.
Dani se limpió la visera con la mano enguantada. Tenía
los nervios a flor de piel. Se detuvo e hizo que Alicia la imitara.
-Iremos por Castro
– Irún – gritó. Alicia la entendió a la primera.
Ambas salieron de la carretera para bordearla. Las ruedas
quedaron profundamente señalizadas en la nieve.
Pasar por las tierras de Castro – Irún era lo más sensato
dado su reciente y reiterada enemistad con los Justos. Las guardias estaban
redobladas y el poblado totalmente preparado para un posible ataque.
Por la mente de Dani cruzó los rostros de sus aliados.
Estaba haciendo lo que ellos querían, estaba acercando el momento de la batalla
final, claro que a ver que iban a pensar cuando aquella noche los sacara de sus
camas para enviarlos a pasar frio y hacer más guardias todavía por la próxima
amenaza de los Corsos.
Si todo salía bien, Dani solo quería volver a ver a Diego
y… dormir. Estaba tan cansada últimamente con tanta salida nocturna que las
fuerzas flaqueaban y la velocidad de sus músculos se ralentizaba por minutos.
Al cabo de un par de horas la tormenta se suavizó. Las
motos entraron en el campamento sorprendiendo a los hombres de Castro que no
tardaron en reconocerlas como las chicas de Carmele.
14
Aquella mañana las noticias volaron como la pólvora y el
bullicio en el “muro” era notable, tanto, que Dani despertó con el ruido y los
gritos alegres de los que ocupaban lugar en el local.
Terminaba de despertarse cuando la puerta se abrió con un
golpe seco.
Dani, medio incorporada, observó a Cruz extrañada.
-¿Qué ocurre?
-¡Como si no lo
supieras! – cerró la puerta con el pie y caminó hacía Dani con paso firme
-¡fuisteis solas! ¿Qué pasa Dani?
-Nada – respondió
fingiendo no entenderla.
-¡no ibas a salir!
Nunca eres tan impulsiva ¿Qué te movió hacer esa locura?
“Locura” ¿es que todos la iban a
tachar de loca? ¿Por qué? ¿Por cumplir su promesa? Golpe por golpe. La
diferencia es que ella no infligía daño físico a nadie siempre que no fuera un
enfrentamiento cuerpo a cuerpo, eso era harina de otro costal.
-¿Por qué crees que fui yo quien ideó ese
plan?
-Me lo ha dicho Alicia ¿Qué ocurre Dani? No
creo que esa sea la manera correcta de llamar la atención del Torresino. ¿Por
qué no le dices claramente todo lo que te gusta y…?
-¿y qué hago con mi prima Cruz? Diego y ella…
ya sabes…
-¿están juntos? – preguntó curiosa.
-Pues creo que sí.
-¿lo crees
o lo sabes?
Dani bizqueó pensativa durante
unos segundos.
-No sé cómo hemos llegado a esta conversación.
No era de Diego de quien me hablabas y además, no llamo su atención de ninguna
manera. No quiero ni pensar en lo que dirá cuando se entere que soy un Justo.
Él y muchos.
-¡pues que van a decir Lady! Te admiran, no
importa ni el nombre ni el apellido que lleves. Eres tú y… - hizo una pausa
para mirarla con una sonrisa torcida – me hubiera encantado estar allí y ver la
cara de los Corsos.
-Y a mí también pero te confieso que por
primera vez pasé miedo. No estaba muy segura de que pudiéramos regresar con el
temporal. ¡Les dimos un susto de muerte a los Castro – Irún! – rio.
-Allá andan jactándose de saber del incendio
de la ciudad antes que nadie. Menudo revuelto habéis montado, desde luego ahora
sí que pesa una grave amenaza contra los poblados.
-Y antes también – Dani la relató los planes
de los Justos en la iglesia de los Damales.
-¡que hijos de puta! Los Justos son capaces de
todo y no debería extrañarme, pero quemarlos vivos…
Dani buscó los ojos de Cruz que
se había quedado pensativa con la vista clavada en un punto fijo de la pared.
Dani tragó con dificultad. Cruz no terminaba de superar lo ocurrido en su vida
hasta que no acabara con aquel Justo que la había arrebatado su virginidad y su
alma de mujer. Dani no pensaba impedírselo. Imaginaba que el culpable sería uno
de sus hermanos mayores o algún primo… cuando llegara el momento, cerraría los
ojos y dejaría a Cruz efectuar su venganza. No porque no quisiera tomar partido
o le diera miedo o pena por tener su misma sangre, sino porque era algo que
había prometido a Cruz a cambio de quedarse en el “muro”. Solo rezaba para que
Javiche no hubiera tenido nada que ver.
-He pensado en prepararles una emboscada
cuando se acerce la fecha. Deberán internarse bastante en nuestras tierras y
tendremos mucho tiempo para jugar con ellos.
-¿jugar? – Cruz negó con la cabeza -¡que mueran!
Dani se mordió el labio inferior
con una sonrisa burlona.
-Bien, les haremos creer que en la iglesia
estarán todos reunidos, viendo lo que hagan ellos así actuaremos nosotros.
-Cada vez se pone más peligros e interesante.
-Y esto va a peor – Dani sacó la ropa del
armario y comenzó a colocársela en un brazo – me ducho y bajo a celebrarlo, por
cierto hemos traído algo de combustible, lo dejamos en el cobertizo, abastece
primero las motos porque no hay mucho – Dani se metió en el baño y cerró la
puerta.
Las cosas iban a peor sin
remedio. Era como lanzarse a un pozo y coger velocidad al tiempo que el final
se apresuraba.
¿Por qué había sido tan
imprudente? ¿Por qué había puesto en peligro no solo su vida si no también la
de su prima?
Bajo el chorro de agua golpeando
su cabeza se prometió ser más cuidadosa. Era bueno planear todo con
anticipación evaluando los pros y los contras.
Sintió el agua templada
presionando su cabello, deslizándose de forma agradable por su cuerpo
llenándola de una sensación tibia y cálida. Los músculos se relajaron y terminó
por dejar la cabeza hacia atrás empapando sus hombros y su rostro.
Más tarde, cuando descendió la
escalera, sus ojos claros repararon en los hermanos Torresino que charlaban con
Vaquero tomando un café caliente. No pudo apartar los ojos de Diego, de su
rostro moreno, de su cabello oscuro, de su fuerte cuerpo. ¡Cuánto deseaba
echarse sobre él! Besarle los labios y
alegrarse de seguir con vida un día más.
Dio un ligero respingo cuando la
mirada dorada del hombre se posó en la de ella.
Dani, ruborizada apartó la vista
y continuó bajando.
Carmele la detuvo en su camino
frunciendo el ceño con disgusto.
-¿has visto a Cruz? – la preguntó doblando un
sucio trapo entre sus manos.
-Sí, hable con ella hace un rato.
-ah, bueno – la mujer se atrevió a sonreír –
¿Estaba muy enfada?
-Solo un poco – rio Dani.
Carmele la apretó con fuerza dándola un rápido abrazo.
-Me alegro de que estés
de vuelta – dijo con sinceridad.
-Yo también –
sonrió Dani – yo también.
15
Diego la observó con atención. La joven aún tenía el
cabello cobrizo húmedo sobre la espalda aunque el flequillo comenzaba a
revolverse como de costumbre. La vio hablar con Carmele y el rápido abrazo
entre ellas ¿podría ser verdad lo que sospechaba su hermano Seth? ¿Dani había tenido algo que ver con el asalto
a la gasolinera?
Se hacía tantas preguntas en torno a ella que le
confundían ¿Por qué Dani no le habló de su familia? ¿Por qué no decir a que
poblado pertenecía exactamente?
Si, Dani buscaba la libertad como todos, pero ¿Qué la retenía
en el sur del país? Y es que una pregunta llevaba a otra y ni siquiera estaba
seguro de querer conocer todas las respuestas.
-Buenos días
chiquita – saludó Vaquero - ¿has desayunado algo?
-Buenos días –
contestó ella – Ahora me traerá Carmele algo – miró a Diego con una sonrisa –
Eres muy madrugador y eso que hoy no hay reparto.
-Lo sé – hizo una
mueca burlona, la dejó un hueco junto a él y al moverse observó al grupo de
tres hombres que se dirigían a una mesa. Era consciente de no conocer a muchos
de los presentes pero algo en ellos llamó su atención. Quizá la manera en que
miraban a Alicia que conversaba con una de las chicas. – Vaquero – le llamó en
voz baja - ¿Quiénes son esos?
Seth y Dani con disimulo también miraron.
Escucharon la exclamación de Dani antes de colocarse de
espaldas a ellos.
-¿Quién? –Vaquero
la miró preocupado.
-Corsos – Dani se
escabulló a la salida entre la gente.
-Ve a buscar a
Cruz – le dijo Vaquero a Seth.
-¿Qué hacemos?
Puede haber más.
Vaquero asintió nervioso.
-Deben estar
demasiado furiosos para que hayan llegado hasta aquí – masculló entre dientes.
Diego, fingiendo una tranquilidad que no sentía apoyó la
espalda en el mostrador de local intentando adivinar qué era lo que tramaban
esos hombres.
Una buena venganza seria destruir el “muro” No iba a
seguir con esa incertidumbre mucho tiempo. Antes de dar un paso hacía los
Corsos, Vaquero le detuvo por el brazo.
-No vas armado –
le avisó – Toma.
Diego tomó la automática que le entregaba. La culata
estaba fría en su mano. La guardó en el bolsillo de la cazadora y dejó su mano
descansando sobre el acero. No estaba seguro de lo que hacer, cruzaban mil
pensamientos por su cabeza.
No podía quedarse de brazos cruzados sabiendo que los
Corsos habían atravesado los límites hasta el “muro”
Sin vacilar y con paso firme caminó hasta ellos.
No hablaban, solo miraban, estudiaban rostros y
constantemente detenían sus miradas sobre Alicia.
Uno de ellos se volvió en su asiento topándose
directamente con los fríos ojos ambarinos que habían tomado un tono oscuro y vacío,
intimidante y peligroso.
Diego no dejó que el hombre se incorporara y le señaló el
bolsillo donde guardaba el arma. Inclinó su cabeza hasta quedar muy cerca de la
del Corso. Los otros hombres se giraron a él expectantes.
-Los Corsos no son
bienvenidos por aquí – les dijo con voz amenazante – Vamos fuera.
-¿y si no lo
hacemos? – preguntó el que estaba más alejado. Hablaba burlonamente pero las
diminutas perlas de sudor en su frente le delataron.
-Lo haréis – siseó
Diego tajante retirando el seguro de su arma dentro del bolsillo.
En el local nadie sospechaba de nada, seguían hablando de
varios temas a la vez. Algunos hacían mucho que no se veían y lo celebraban
entre risas y abrazos, otros ya se atrevían hacer planes de futuro. Seguramente
en el local hubiera hombres de los siete poblados felices por compartir un poco
de placer en las noticias, de saludarse como antaño, de salir a divertirse.
-Vayamos fuera –
dijo uno de ellos. Era apenas un jovencito recién salido del cascaron – veamos
lo que quiere – les dijo a sus colegas.
-Si – intercaló Diego
con una sonrisa que pretendió ser presuntuosa – No dejo de preguntarme que
diría toda esta gente si supierais quienes sois. ¿Hacemos la prueba?
Dos de aquellos hombres se miraron entre si durante unas décimas
de segundo, se incorporaron del sitio recién adquirido y precedieron el paso a
Torresino.
Seth y Cruz ya estaban esperando fuera apuntándolos con
sendas escopetas.
-Al cobertizo –
les indicó la muchacha – Más vale que no intentéis nada porque estoy deseando
poder apretar el gatillo.
El sujeto más joven de todos negó rápidamente con la
cabeza y se giró para buscar a Diego.
-No teníamos
planeado hacer nada – explicó.
El mayor de Torresino se encogió de hombros
despectivamente.
-Pues tú dirás a
que habéis venido.
-Vamos dentro –
insistió Cruz sin dejar de apuntar a los Corsos. Vestía de cuero negro como era
habitual. La calma que solía poseer se había esfumado y una rabia intensa se
reflejaba en sus emociones.
En el interior se hallaba débilmente iluminado. Había
cajas apiladas contra la pared.
Una ráfaga de viento balanceó la bombilla que colgaba por
un cable suspendido en el centro del inmueble. Las demás luces no las habían
encendido y las sombras danzaron suavemente sobre el piso.
Los tres hombres arrojaron sus armas a los pies de Diego
quien finalmente sacó la automática para apuntarlos.
-¿y bien? –
preguntó con voz ronca. Su mano no temblaba sobre la culata. Su apariencia era
totalmente peligrosa, sus ojos lacerantes y fríos como el hielo - ¿Qué hacéis
aquí?
Silencio. Resonó desde el fondo del cobertizo los
percusores de varias armas.
Al principio Diego pensó en haber caído en alguna trampa,
pero Cruz y Seth no se habían sobresaltado al escuchar el ruido entre las
sombras.
-¿Quién va a
contestar? – instó Diego sin cambiar un ápice la expresión de su rostro.
-Yo, yo – dijo uno
de ellos levantando sus manos en alto – ¡la hemos cagado! – se mostró muy
nervioso casi atemorizado. Los otros dos no se hallaban en distinta situación,
temblaban y el miedo asomaba a sus ojos.
-Era un prueba –
se adelantó otro – ¡Es que no os lo vais a creer! – se golpeó la cabeza con una
mano – Anoche bebimos algo más de la cuenta y decidimos cruzar los limites.
Solo queríamos chulearnos ante los Justos… no pensábamos hacer nada,
pretendíamos ver que podíamos escuchar – el que hablaba se mordió las uñas
nervioso. –Averiguar quien de vosotros atacó anoche…
Diego frunció los labios en una mueca divertida y arqueó
las cejas.
-Yo diría que
estabais expiando.
-Sí, se puede
decir así pero… - levantó la mano con la palma abierta – Algunos de los Justos
saben que estamos aquí, salimos con ellos y apostamos a que llegaríamos hasta
el “muro” y como prueba debemos aportar alguna información sobre algo, no
importa sobre qué.
Diego, casi olvidándose del arma pero siempre pendiente
de aquellos tipos se cruzó los brazos sobre el pecho.
-¿y ya sabéis lo
que vais a contarle a los Justos?
-Acabamos de
llegar – respondió otro.
Cruz aflojó la escopeta que sostenía bajo la axila pero
enseguida la agarró con fuerza cuando la puerta del cobertizo se volvió abrir.
Alicia entró con la vista clavada en los Corsos. Su mala
leche flotaba como un aura trasparente en torno a ella.
Diego la observó intrigado. Ella pareció reconocer a
alguno porque les saludó fríamente con un seco movimiento de cabeza.
-¡Sois uno
niñatos! – dijo la joven entre dientes fulminándoles con la mirada.
Los sujetos dieron un paso atrás. No se atrevían a
moverse más recordando los percutores que escucharon al poco de entrar.
-¡no diremos nada
Alicia! ¡Esto no va contigo! – dijo uno.
-Por favor – gimió
el más jovencito de todos – No nos hagáis nada.
Alicia no supo si echarse a llorar o a reír del estado
tan patético en que se hallaban esos tres, se giró a Diego que la notó
preocupada, indecisa.
-No podemos dejar
que se marchen – le susurró Alicia.
Diego Torresino aspiró con fuerza. Deseó que Cruz o Seth
tomaran las riendas del asunto. Los Corsos estaban en el “muro”, eran prioridad
de ellos ¿y si hacía o decía algo indebido que les llevara a todos al peligro?
Era responsable de su gente, de los Torresino, no de
todas las personas que estaban ahí. ¿Qué debía hacer? No podía pensar en
matarlos y tampoco sabía cuál importante era la información que los chicos
habían podido recabar.
-De momento no os
podemos dejar que os vayáis – explicó Diego aceptando que todos habían cometido
locuras siendo jóvenes, sobre todo cuando estaban relacionadas con apuestas, él
personalmente lo llamaba novatada. Claro que aquello no era lo mismo. Los
Corsos eran luchadores y sabían perfectamente donde se estaban metiendo cuando
acudieron al local de Carmele. Era una gilipollez haberse adentrado hasta la
misma boca del lobo.
-¿los vamos a
retener? – Alicia se enderezó – van a tardar mucho en poderse ir, quizá todo el
invierno.
-¿Qué sugieres tú?
– le preguntó Diego con una semi sonrisa, pensaba que Alicia lo único que
pretendía era meter miedo a los niñatos como había dicho ella.
-Yo los mataba
ahora mismo – se sinceró. Diego descubrió en su mirada que no bromeaba.
-Por favor,
haremos lo que digáis – rogaron los Corsos con diferentes palabras todos a la
vez. Nadie les prestaba atención.
Seth miró a Cruz con indecisión y está asintió:
-Lo que ellos
saben es algo que hemos mantenido en secreto durante un tiempo, un par de años
– Cruz respiró con angustia y la escopeta tembló ligeramente – Si ellos
hablaran no solo tendríamos una batalla con ellos, también generaría
enfrentamientos internos entre nuestra propia gente.
-No te sigo – dijo
Seth con rostro preocupado.
Dani y dos muchachas más salieron de entre las sombras.
Estas últimas, cargadas con escopetas, se detuvieron junto a Cruz y Seth pero
Dani continuó hasta acercarse a los Corsos.
Uno levantó la vista hacia ella con temor. La observó desenvainar
una larga Catana, brillante y afilada.
Diego también la miró con sorpresa y un extraño escalofrío
recorrió su columna vertebral.
Dani parecía hallarse en trance, concentrada. Los ojos
grises refulgían furiosos. Su boca, un rictus frio e inexpresivo. Vestía de
cuero oscuro y brillante con unas pesadas botas también negras. Tenía un
cinturón plateado alrededor de las caderas que dejaba ver la pistola sobre su
muslo derecho. Su cuerpo delgado y esbelto y su rostro de niña no intimidaban
tanto como su pose peligrosa y su silencio.
El Corso más joven exclamó al toparse con los ojos de un
Justo. La mente le traicionó cuando soltó un suspiro de alivio. No estaban en
peligro si no con aliados, porque Lady era aliada ¿no? Solo sabía de la muchacha que había huido
porque no quería casarse con Bernardo, pero la verdad es que todos pensaban que
estaba fuera del país. Fuera del país no
era lo mismo que en el Sur junto a la escoria. ¿Estaría infiltrada?
Dani balanceó la larga hoja con suavidad y dibujó ante
los ojos de un Corso medio aro.
Diego la vio cerrar los ojos con fuerza luchando contra
ella misma, dudando.
-Serán encerrados
– Se colocó junto a Dani y apoyó su mano sobre el brazo de ella que sostenía el
arma. Por un segundo sus ojos se clavaron en el brillante acero, hipnotizado al
ver su propio reflejo y el de Dani, apenas separados por milímetros. Una imagen
clara y bien definida. Dani le observaba en silencio – Les pondremos en la
estación de Servicio.
-No te preocupes
más por este tema Diego. Tú ya tienes suficiente con tu familia – Dani volvió a
observar a los Corsos – Los tres iréis al poblado de los Damales. Seréis…
-¡No! – gritaron
los retenidos como si se hubieran vuelto locos de repente. Todas las armas
volvieron apuntar sobre ellos.
-Seréis encerrados
en la iglesia – continuó diciendo Dani – eso es lo correcto ¿no?
Diego enarcó las cejas cuando la muchacha le miró.
-¿los Damales
estarán de acuerdo? – preguntó Seth extrañado.
-Lo estarán –
asintió Alicia – Estos planean incendiar la iglesia la noche de fin de año. Si
no lo consiguen atacaran su poblado como poco.
-¿Cómo lo sabéis?
– lloró un Corso llevándose las manos a la cabeza con desesperación.
-¡Eres una
traidora! – gritó otro con histeria en dirección a Dani.
La espada de Dani, con una velocidad impactante se apoyó
contra el cuello del que la increpó, presionando ligeramente. Un hilo de sangre
oscura descendió sobre la cazadora del intruso.
Nada la impedía golpear un poco el arma y abrir el gráznate
de la carne blanda. Deslizó la hoja hacía un lado rozándole la oreja, la piel
volvió a sangrar.
-¿es cierto? –
Diego se enfureció de nuevo y buscó la respuesta en los ojos de Alicia.
-Nos enteramos
anoche.
El mayor de Torresino con paso firme tomó al Corso de las
solapas de su cazadora alejándole de Dani y le elevó obligándole a ponerse de
puntillas:
-Vamos a tener una
charla – Rugió Diego – si no me gustan vuestras respuestas yo mismo os quemaré
vivos.
16
Dani observó cómo Vaquero y varias personas más
trasladaban a los Corsos a la estación de servicio.
El viento soplaba helado golpeando contra los maderos del
tejado del porche.
Habían registrado el “muro” y sus alrededores sin hallar
rastro de ningún enemigo más. Por otro lado, la mayoría de los presentes ya
conocían la existencia de aquellos pobres malditos y se habían reunido en el
exterior para observar quienes eran, dispuestos a lincharlos si alguien no lo
remediaba.
-¿vienes Dani? –
Diego la tomó del codo.
-Deja que Cruz o Vaquero
se encarguen de ello. Yo voy a comer algo que estoy famélica.
El hombre la empujó con suavidad hacía el cobertizo de
nuevo. No quedaba nadie más por allí.
-¿de qué les
conoces Dani? – Preguntó con voz firme – si te das cuenta estoy involucrado en
esto más de lo que debiera. Yo y todos después de lo que sucedió anoche.
Tenemos que estar unidos pero necesito saber…
-Mi nombre no es
Dani – susurró con voz temblorosa. Intentó leer en los ojos masculinos ¿la vería
como a una enemiga?
Diego sin embargo la miraba con incertidumbre, con un
profundo calor que abrasó hasta la fibra más sensible de sus nervios.
– No soy del sur.- Estaba nerviosa bajo los atentos ojos
dorados. Sintió la boca seca con un ligero sabor a oxido que descendió por su
garganta. Se acercó más al hombre casi
rozando su cuerpo grande – Soy un Justo.
-¿del clan o la
ciudad? – preguntó. No pareció extrañado. Esa respuesta era algo que había esperado
y bastante lógica dado todos los misterios que la rodeaban.
Dani se estremeció, la voz de Diego era terciopelo sobre
su rostro. Pudo sentir el calor que desprendía todo él y como volaba hasta el
suyo convirtiéndose en pequeñas corrientes eléctricas viajando por sus venas.
No supo por qué pero algo la dijo que podía confiar en el
mayor de Torresino. Se llenó de fuerza, aspiró el frio oxigeno que invadió sus
pulmones como si de coraje se tratara.
-Soy Lady de los
Justos. Hija del Justo y ex prometida de Bernardo de los Corsos – forzó una
sonrisa nerviosa y le observó atentamente.
Diego abrió la boca sorprendido, las palabras no salieron
de sus labios. Frunció el ceño uniendo las cejas, incapaz de apartar sus
hermosos ojos dorados de ella.
-¿estás hablando
en serio? – preguntó finalmente con perplejidad.
-Si – Dani asintió
y elevó una mano hacia la frente del hombre queriendo alisarle la multitud de
arrugas que se habían formado – Sé sincero conmigo Torresino – tragó con
dificultad y distraídamente llevó sus dedos a una de las ásperas mejillas por
la barba incipiente que comenzaba a brotar. Seguro que Diego se había afeitado
en la mañana pero la muestra de su masculinidad estaba allí de nuevo. - ¿seguirás
confiando en mi a sabiendas de ser quién soy?
Diego encerró la muñeca femenina en una de sus manos sin
apartarla de su pómulo. Sus ojos seguían clavados en los de ella.
-Tanto como lo
hace Carmele, Vaquero y todos lo que te rodean.
-No todos saben la
verdad – respondió dubitativa. Se estremeció cuando Diego comenzó acariciarla
la parte interior de la muñeca. El hombre ni siquiera se había percatado de
estar rozando la piel sedosa donde un latido descompasado pujaba por traspasar
la vena.
-¡Estas sangrando!
– exclamó él en voz baja. Llevó la otra mano hacía el labio de Dani donde un
pequeño corte brillaba con el color rojo oscuro de la sangre. No la importó. Su
única preocupación era la conversación con Diego, la reacción ante su verdad.
Él no parecía molesto con su identidad.
-¿no me vas a
decir nada Diego? – Dani se apartó y él la soltó.
El hombre caminó hacía las cajas apiladas, se quitó la
cazadora y la colocó sobre las tablas de un cajón. Se giró hacia Dani
arremangándose con lentitud, observándola fijamente.
Dani quiso agitar la cabeza para despejarse del repentino
sopor que la estaba envolviendo. Vio los bíceps de Diego endurecerse cuando se
cruzó de brazos. ¡Era tan guapo! Estaba hipnotizada, subyugada por la mirada ambarina
que ardía en el interior de las cuencas.
Fuera del cobertizo el murmullo del viento era incesable,
en el interior los huecos del silencio, abrumadores.
-¿Cómo llegaste
hasta aquí, Lady de los Justos?
Dani sonrió presuntuosa, alegre de no haberse confundido
con él al dedicarle toda su confianza. Alzó una ceja divertida.
-En vista de aquí
en el sur nadie quería rebelarse contra mi familia ni los Corsos, decidí que yo
lo haría.
Diego se echó a reír.
-Dani o Lady… -
abrió las manos. Sus ojos chispearon con diversión – No sabía que los Justos
tuvieran ninguna hija – admitió un poco confuso – Háblame de tu familia.
-¿me quieres sacar
información?
Ambos rieron.
-Siento curiosidad
por tu… ex prometido. Puede que en algún momento coincida con él, y con tus
hermanos. Dicen que son guerreros expertos ¿no?
-Son personas
obsesionadas con las armas y la lucha, con deseos de poder y grandeza. No
conozco mucho a Bernardo, más bien de vista de haber coincidido en la ciudad.
Venia por casa como todos los que se relacionan con los Justos, pero yo
personalmente no he cruzado con él ni dos palabras.
-¿y entonces…? – Se
sorprendió -¿fuiste su novia?
-¡no! En cuanto me
enteré del compromiso me marché – como Diego volvía a fruncir el ceño, Dani
continuó: - mi padre es que el que ordena y manda, arregló el noviazgo con los
Corsos como una especie de alianza.
-¿Cuánto hace de
esto?
-Cerca de dos
años. Pocos saben que estoy aquí en estas tierras.
-¿y si tu familia
se entera? ¿Qué ocurriría? Me refiero, aparte de destrozarnos a nosotros ¿insistiría
con esa boda?
-¿Qué? – Dani
abrió los ojos al tiempo que negaba con la cabeza – mi padre me mataría si
pudiera ponerme una mano encima.
-¿eres la única
hija?
-Si – pasó a
relatarle a grandes rasgos lo que había sido su vida como un Justo, no obstante
a ella no le pasó por alto la apenada mirada con que Diego seguía su historia.
Seguramente él trataba de imaginar a la niña desdichada que jamás había vestido
ni sentido como mujer.
No la interrumpió en ningún momento. Ambos habían tomado
asiento sobre las cajas, muy cerca el uno del otro.
La intensidad con la que Diego la observó después de
terminar de narrarle su vida, la hizo ruborizar.
El hombre alargó su mano para acariciar el revuelto
flequillo caoba.
-¿Qué tienes con
mi prima? – Preguntó Dani de sopetón. Sus mejillas adquirieron un tono rosado, sabía
que se iban a besar.
Diego deslizó la mano hasta rozar la tersa mejilla y la
llevó tras la cabeza de la joven para enredar los dedos entre sus cabellos.
Acarició los mechones pensativo, embriagado por el olor dulzón que desprendían.
-Nada – murmuró
con voz ronca atrayéndola hacía él.
Dani no creyó que estuviera cediendo al impulso del
Torresino. Vio los labios acercándose a los suyos con lentitud y sintió la
firmeza de la mano aferrando su nuca.
Deseó ese beso. Quería averiguar cómo seria, que es lo
que sentiría pero la imagen de Alicia cruzó repentinamente por su mente.
Descendió la cabeza en el momento mismo que el hombre fue
a besarla. Los labios masculinos chocaron en su frente.
Diego la apartó ligeramente para observarla.
-Creí que te
gustaba Dani – la voz de Diego sonó ronca, cálida. Acercó los labios a su
mejilla y dejó un camino de fuego allí donde rozaba la piel.
Dani se estremeció y asintió asustada.
-Prométeme que
entre Alicia y tú no hay nada – suplicó tratando de resistirse a los suaves
besos de Diego que dejaban surcos abrasadores.
El hombre la tomó la cabeza entre sus manos y fijó la
vista en sus ojos.
-Te juro que nunca
hubo nada Dani.
No la permitió titubear, esta vez se apoderó de su boca
con firmeza, presionando con pasión contenida.
Esperó que ella
entreabriera sus labios y se rindiera a su boca.
Dani no opuso resistencia y se sintió enloquecer. Era la
primera vez que alguien la besaba y cuando saboreó a ese hombre igual que él hacía
con ella, lamiendo sus labios y su lengua, explorando cada pared de su boca,
sus dientes… una corriente nerviosa nació de la parte baja de su vientre pidiéndola algo más, deseaba más. Se apretó
contra él buscando su cuerpo, devorando los labios, mordiendo la suave piel, succionando
con avidez.
Ambos respiraron agitados, sin aliento. Olvidándose del
resto del mundo durante largos minutos, envueltos en la calidez de lengua
contra lengua que se acariciaban ansiosas, se retorcían y se buscaban
trasmitiendo ocultos sentimientos.
Hacia frio pero ninguno de los dos lo sentía. Dani le
había rodeado la cintura con ambos brazos y se estrechaba contra él con total
determinación. Si ella no hubiera sido virgen, si hubiera sabido en el estado
de excitación que Diego estaba alcanzando, seguramente hubiese huido de aquel
lugar. La mano del hombre bajó hasta la estrecha barbilla e intensificó el
beso.
17
Dani notó cuando Diego elevó la cabeza abandonando sus
labios. Algo había llamado la atención del hombre.
Ella pestañeó varias veces y como una endemoniada
despertó del trance en que se hallaba. Una helada y seca ráfaga de aire golpeó
su nuca con brusquedad.
Cuando giró vio a Seth que esperaba en la puerta abierta.
Tras él, una espesa niebla se zarandeaba con la ventiscan formando numerosos
remolinos.
Difícilmente podía verse el exterior. El ruido ascendía
haciendo gritar los tejados de los edificios, las tablas crujieron.
-¿vienes? –la
preguntó Diego rozando su mejilla con los labios antes de apartarse del todo.
Dani le miró de reojo y negó con la cabeza.
-Diego si quieres
hablamos alguno de nosotros con los Corsos – le avisó Seth tamborileando con
los dedos en la vieja madera de la puerta donde parte del barniz se había
desconchado hacía tiempo.
-Tu hermano tiene
razón – Dijo Dani volviéndose a observar cómo se bajaba las mangas del jersey y
se colocaba la cazadora de nuevo. Diego estaba bastante serio por lo que se le venía
encima.
-Ellos han
decidido los Damales pero podría haber sido cualquiera de los poblados incluido
el nuestro. Es hora de comenzar a unirnos porque no creo que tarden en entrar
en nuestras tierras arrasándolo todo.
-¿y los mayores?
¿Y todo lo que pensabas…?
-Todo está
cambiando. Es el momento que estábamos esperando – Interrumpió Diego a su
hermano.
-Sí pero deberías
discutirlo con la familia – insistió Seth – Sabes que te apoyaran…
Diego se encogió de hombros y guiñó un ojo a Dani.
-Si tengo que ser
yo el que os dirija, así será.
Ella le abrazó:
-Prefiero no
escuchar lo que dicen los Corsos – le dijo a Diego con ojos brillantes pensando
aún en el beso. Las palabras de Diego, algo que había esperado desde hacía
mucho tiempo la llenaron de dicha. Por fin Torresino aceptaba el mando.
La guerra había comenzado hacia años pero el final, el
enfrentamiento que decidiría el destino de todos se hallaban presente. Más
cerca de lo que creían y en este momento el sur no podía actuar por separado.
-Ir vosotros –
Dani acompañó a Diego hasta la puerta – Nos vemos después.
El hombre asintió subiéndose la solapa de su abrigo. Dani
corrió hacia el “muro”. Copos de nieve movidos por el viento se enredaron en
sus cabellos humedeciéndoles.
Aún había gente diseminada por las mesas del local,
muchas menos personas que las de primera hora de la mañana pero un número
bastante importante.
Con pasos ligeros se acercó hasta el mostrador, en su
rostro se dibujaba la preocupación o incluso la sorpresa.
No había escuchado entrar a Seth cuando Diego la besó.
Para su padre, el Justo, hubiera sido un error imperdonable. De haber sido algún
enemigo no tenía la seguridad de haber reaccionado a tiempo.
Cierto que junto a Diego se sentía más tranquila y
relajada, la misma sensación que con Alicia.
Al recordarla aspiró con fuerza. No podía postergar más
el asunto. Debía sincerarse con ella, hablarla con el corazón pero sin dañarla.
Si viera el mínimo gesto de dolor en el amado rostro de su prima, ella se
alejaría de Diego aunque su alma se fuera con él.
Por otro lado también le parecía una solemne tontería
pensar en ese tema en aquel momento pues sin lugar a dudas, había otras cosas
mucho más importantes en que pensar. Hechos que no dependían tan solo de ella o
de alguna persona en concreto.
Se mordió el labio con suavidad y la lengua pasó sobre el
pequeño corte que comenzaba abultarse. ¡Había sentido tanta rabia al ver a los
Corsos…!
Apoyó las manos en el mostrador y agarró el saliente de
la base con fuerza.
Carmele se acercó a ella de frente. El trapo que
normalmente llevaba en la mano, colgaba
de una trabilla de su pantalón Vaquero. Era un paño que debía ser blanco sin
embargo lucia amarillento con grandes rodetes colorados de tomate.
-Como nos hagan
muchas visitas nos quedaremos sin alimentos en menos de una semana – comentó
sirviéndola un vaso de cerveza.
-Esperemos que
Juan llegue antes – levantó la vista y la clavó en la ventana situada junto a
la puerta. La estación de servicio se desdibujaba a través de la neblina.
-¿os reconocieron?
– preguntó Carmele deseando poder enterarse de algo.
-Sí. ¡Menuda
información se hubieran llevado! – Agitó la cabeza – están completamente
desesperados, se arrepentirán de haber llegado hasta aquí – bebió un largo
trago y desabotonó el cuello de la cazadora.
No había calefacción eléctrica pero con la chimenea
chisporroteando con fuerza y el bullicio de la gente, la temperatura era
bastante agradable.
-No me gustaría
estar en sus pellejos.
-Los Corsos se han
debido pensar que esto es un juego. Les enseñan unos cuantos ataques y varios
golpes y creen que son los suficientemente mayores como para imponer su propia
ley.
-Mayores no Dani,
pero sí muy peligrosos si fueron entrenados como tú.
-Pues seguramente así
sea – asintió con una mueca desagradable – podría apostar a que nunca han
participado activamente y de momento tampoco les hemos dado oportunidad de
ello. Veremos a ver qué hace Diego, se enfureció bastante con lo que piensan
hacer con los Damales.
Carmele volvió a llenarla el vaso con más cerveza.
-No me extraña, podía
haber sido su poblado el elegido.
-Eso es lo que ha
dicho él – Dani saboreó el líquido dorado. Ni siquiera sabía porque lo bebía.
La cerveza era fuerte y amarga, nunca la había gustado. Se lamió los labios
retirando un hilillo de espuma – Necesitamos reunir a los representantes de
todos los pueblos. Habría que avisar a los montañeros para que coloquen trampas
y enviar a algunos de los muchachos para que saquen la máquina quitanieves…
-No tiene
combustible – interrumpió Carmele. – Voy a concertar un día para ultimar
detalles y sobre todo hablaré con los Damales, parecían reacios a decidirse por
la unión aunque después de lo que los Justos planean no creo que se
opongan.
-Eso espero. No tengo
intención de obligarlos ni de amenazarlos pero deben entender que si quieren
nuestra protección deberán colaborar – apartó el vaso dejándolo más cerca de
Carmele que de ella – Me repatea las tripas cuando apartan la vista hacia otro
lado si no es a ellos a quienes atacan. ¿Cómo podemos defendernos si no
responden en la lucha? No son más que una panda de…
-¡Dani! – Carmele
detuvo sus palabras con enojo - ¡no todos somos como tú!
-¿Cómo soy yo? – Preguntó
incrédula – Lo único que quiero es acabar con todo esto, que mi padre deje de
creerse dueño y señor de todo cuanto le rodea, si consigue ganar esta guerra…
-que no lo hará.
-Pero si lo hace,
su afán de conquista iría a más. Sería como un nuevo Napoleón que llevará a
mucha gente a una muerte segura.- Los ojos de Dani se volvieron ansiosos al
mirar a Carmele – si no estamos atentos moriremos todos.
-No estamos
asustados Dani – aseguró la mujer palmeándola el brazo con afecto – muchos de
nosotros estamos muy bien entrenados. ¡Solo tienes que mirar a mi niña!
Dani rio por lo bajo. Cruz no tenía el mejor de los
entrenamientos pero si una firme resolución y una rabia infinita que la ahogaba
en vida.
-Carmele yo jamás
he sentido temor por los demás. Posiblemente sea capaz de entregar a cualquiera
sin un resquicio de remordimiento.
-¿me entregarías a
mi o a Vaquero? ¿A…?
-¡no! ¡Claro que
no! Me refiero… - Dani tragó con dificultad, no sabía cómo decir las cosas sin
herir a Carmele. Prefirió callar.
Carmele guardó silencio y la miró fijamente. Conocía a
Dani y sintió un repentino escalofrío descendiendo por su columna vertebral al
ver la fría y peligrosa mirada de determinación en los ojos grises.
Dani era capaz de muchas cosas, entre ellas de cerrar los
ojos ocultando sus verdaderos sentimientos bajo una gruesa capa del más duro
cemento. Sin embargo no la culpaba, la habían criado en una fortaleza inculcándola
el amor por la batalla, entrenándola para gobernar una nueva e independiente
capital y Carmele, como todos los que rodeaban a Dani, confiaban en que les
llevaría al triunfo, a la libertad. Solo ella podría conseguirlo pensando como
un Justo.
-Dani, llegado el
momento tú corazón te dirá de qué lado estas – los labios de Carmele dibujaron
una sonrisa carente de emoción – yo siempre lo he sabido.
Dani la observó alejarse para atender a recién llegados.
¡Claro que sabía de qué lado estaba! Defendería a muerte
a todas las personas que consideraba su auténtica familia.
Recordó que Diego estaría hablando con los Corsos y no
pudo dejar de preguntarse cuáles serían sus artes en la lucha. Un miedo atroz
se alojó en su interior. ¿Y si le ocurría algo a Diego? ¿Podría protegerle como
hacía con Alicia?
Nunca había sentido nada parecido por alguien. Nunca
había conocido el amor entre un hombre y una mujer, y desde luego ese
sentimiento no era igual que lo que explicaban en los libros. Nadie le había
dicho que la palabra amor iba acompañada del miedo. Terror a perder a la persona
amada. Levantarse una mañana y descubrir que todas las emociones que el amor te
da, también te las puede quitar con un mal golpe del destino.
¿Eso era amor? ¿Cómo podía estar segura?
No ver a Torresino cada mañana seria doloroso, no quería
prescindir de ello. ¿Enamorada? Sí, soñaba con él en un mundo distinto,
diferente. Sentía nostalgia al pensar que si hubiera seguido con los Justos,
tarde o temprano se hubiera enfrentado a Diego sin llegar a conocerle.
18
El viento silbaba entre los escasos edificios rugiendo de
forma fantasmal, aullando como un lobo herido. Ráfagas de aire frio penetraban
por todas las rendijas y huecos de la casa llenando el ambiente con el olor del
húmedo invierno. Las ramas de los pocos arboles de la avenida principal se
zarandeaban descompasados en una danza caótica con pequeños intervalos de
helada quietud. Cuando la fuerza del viento aumentaba, sus bramidos
encolerizados sacudían los cimientos y hacían temblar los fuertes tejados,
amenazando con derribarlos.
La lluvia caía incesante en forma de enormes goterones
que golpeaban contra el piso, salpicando por doquier las calles embarradas,
repiqueteando con insistencia y produciendo un eco metálico al chocar contra
las chapas de los vehículos del aparcamiento.
Grandes charcos de agua sucia rodeaban al “muro”, allí
por donde desaguaba el porche y sobre todo por los sitios donde las tuberías se
hallaban partidas u oxidadas, picadas y deterioradas por las inclemencias del
tiempo. El lugar se había convertido en un importante lodazal de nieve, agua y
barro.
El cielo completamente gris ceniza parecía estático, vacío.
De vez en cuando alguna estela de nube de un tono más oscuro, cruzaba el cielo
velozmente.
El día estaba dando paso a una oscuridad siniestra. Una
noche intransitable para ningún ser vivo. El aroma de la tierra mojada
potenciaba la fragancia de la hierba que cubría la ladera, oculta por una
espesa capa de nieve blanca y dura.
Dani estaba sentada en el suelo junto a la cama con la
espalda apoyada en esta. Se sobresaltó cuando la puerta del dormitorio se abrió
de repente.
Había esperado que fuera Diego en lugar de su prima. La
miró fijamente estudiando el rostro cansado. El maquillaje de los ojos se había
extendido hacía las sienes dejando varios trazos oscuros. La preocupación se
dibujaba en la comisura de sus labios.
-¿Qué ha pasado? –
preguntó Dani. Se puso de rodillas como si así estuviera más cerca de ella.
Alicia movió la cabeza con suavidad. Tenía el cabello
mojado.
-Lo que
sospechábamos. Quieren quemar la iglesia si los Damales no se rinden a ellos.
-Una amenaza en
toda regla – murmuró Dani sin dejar entrever ninguna de sus emociones. No podía
dejar que Alicia la viera dudar.
-Lady ¿crees que
estamos preparados?
-Este tiempo es
horrible. No creo que nadie venga a sacar a los Corsos de aquí por el momento.
– por la manera en que Alicia enarcó una ceja, Dani supo que no estaba
respondiendo a su pregunta ¿pero que podía decirla? -Somos fuertes. Acuérdate
que la mayoría no había cogido un arma en su vida. Ahora somos buenos
guerreros. Aprendieron a manejar la moto casi mejor que nosotras mismas y eso
que no recuerdo cuando empezamos. También contamos con el factor de que son
personas muy inteligentes. Si ven algo mal o no están de acuerdo, exponen sus
puntos de vista para analizarlas ¡a ver cuándo iba yo a contrariar una orden de
mi padre! Nunca – se respondió ella misma – Mi padre no deja que nadie piense
por sí mismo. ¡Lo que él manda, bien hecho esta! Sin embargo esta gente no
tiene ese afán por luchar o hacer daño, tan solo tratan de defenderse. – a
medida que Dani hablaba se iba convenciendo más con sus palabras -¿Cuántos
poblados faltan aún por unirse? – Se puso en pie – Alejandro y Cruz quiero que
se vayan al poblado de Torresino, necesito saber cómo están ellos en la lucha y
que los ayuden a mejorar. Con un poco de suerte cerramos toda la línea norte
impidiendo que entren por la playa. Si para la primavera aún no se ha
solucionado todo, invadiremos la ciudad y…
-¡para, para! – Rio
Alicia – has dejado volar tu imaginación.
-¿crees que es
exagerado lo que digo? ¿No tiene sentido?
-¡claro que sí!
Pero también es descabellado…
-¿Qué parte?
-apoderarnos de la
ciudad.
Dani asintió en silencio aunque no compartía la opinión
de Alicia.
-Descabellado no. Quizá
apresurado – admitió cruzándose de brazos – pero muerto el perro se acabó la
rabia.
-Cuando llegue ese
momento lo planeamos ¿vale? – contestó Alicia desechando la idea a un lado.
-Vale. Por cierta
Alicia, cambiando de tema, te quiero preguntar algo, es sobre Diego.
-Estás loca por
él, no puedes disimularlo – la belleza morena soltó una carcajada – A él
también pareces gustarle.
-¿y tú qué opinas?
– se atrevió a preguntar por fin.
- creo que es tu
tipo de hombre. Guapo, fuerte y posiblemente el único que consiga ganar en una
discusión contigo.
Dani sonrió aliviada:
-Pensaba que te
gustaba.
-¡claro que me
gusta! – Alicia gimió al estirar los músculos de sus piernas – pero hay otros
que también me gustan y de momento no tengo preferencia.
-No te entiendo.
- Todavía no ha
llegado el hombre que me haga sentir algo especial pero sé que llegará.
- Te lo mereces
prima.
Diego estaba deseando regresar al “muro”. Los Corsos se
hallaban encerrados en una habitación apenas iluminada por una pequeña lámpara.
Los generadores ya no daban más de sí y el ruido que hacía era monótono y
cansado.
-¿y bien? – Preguntó
Vaquero pasándose una mano por sus rizos enmarañados - ¿se quedaran aquí?
-En un par de días
los trasladaremos a los Damales. Han admitido ser ellos quienes incendiaron la
granja Castro-Irún. Alguien debería quedarse a vigilarlos esta noche.
-No te preocupes
Torresino, lo han echado a suerte. Cruz y Seth se harán cargo. ¿Tu que vas hacer?
-Le dije a Dani
que pasaría hablar con ella – lo estaba deseando. Desde que había probado el
néctar de sus labios apenas podía pensar con coherencia en algo más. Era como
si su mente se hubiera llenado del sabor de ella y él deseaba más.
Había escuchado la historia de Lady de los Justos con
cierta compasión por la niña que careció de infancia. También había visto el
rostro de Dani tratando de echar a suerte a que Corso mataría primero. Se había
sorprendido por la fuerza de su brazo al desenvainar la Catana.
-Entonces ve –
dijo Vaquero – Yo me quedaré aquí mientras tanto.
La oscuridad reinaba en el exterior a excepción de las
débiles luces del local de Carmele. Den interior del edificio provenía un suave rumor de conversaciones
entremezcladas.
Diego la vio nada más poner los pies en la entrada. Dani
se hallaba en una mesa junto Alicia charlando con voz apagada. Cuando ella
levantó la vista y le miró con las mejillas sonrosadas, Diego se sintió arder,
inflamado por los cuatro costados.
Desde que se había fijado en ella, gracias a Seth, no
había vuelto a retozar con ninguna de las mujeres de su campamento, es más,
ninguna había logrado ponerle tan duro y desesperado como la pelirroja de ojos
grises que lo devoraba en ese momento con la vista.
Diego dudó que solo sintiera un deseo físico, era más
bien una necesidad carnal de hundirse en el cuerpo blando de esbeltos miembros.
Dani agitó una mano invitándole acercarse y él no se
demoró. Por un momento observó a Alicia y una extraña mezcla de nervios se apoderó
de él al recordar la pregunta de Dani: ¿Qué tienes con mi prima?
Alicia era preciosa, pero Dani ante sus ojos lo era más.
Y ya no solo la hermosura y la belleza exterior, eran las cosas que Dani le
hacía sentir. Se había enamorado de ella y por primera vez veía la luz al final
del camino y un futuro que todos podrían disfrutar.
-¿Por qué no
descansas un poco Diego? Llevas horas encerrado con los Corsos – dijo Dani
apartándole la silla contigua a la suya.
Carmele llegó en el acto y sobre la mesa le colocó una
bandeja con un plato de humeante potaje y un mendrugo de pan. Tenía hambre, no
había probado bocado desde la mañana y el guiso caliente fue un regalo de
Dioses.
-Me voy un rato
con Cruz y Seth – comentó Alicia palmeando los hombros de Dani – cuando
discuten me parto de risa. No se ponen de acuerdo ni para ver quien sale
primero del “muro”
Siguieron la vista de Alicia. Cruz se hallaba con los
brazos cruzados y con un pie golpeaba el piso con impaciencia. Seth sostenía la
puerta para que ella saliera primero. Ninguno se movía.
Dani rio divertida. El rostro de Seth, rojo de furia, era
una mascara de rasgos oscuros y amedrentadores.
-¡salid ya y
cerrad la puerta! – Gritó Carmele atizando el fuego de la chimenea -¡se escapa
el gato!
Cruz bufó como un toro y de nuevo se obligo a dar la
espalda a Seth. Nunca la había gustado abrir camino.
Las personas que quedaban en el local rieron.
-Carmele, el
Torresino tienen comida la moral de tu hija – dijo alguien bromeando.
-Mientras no la
coma otra cosa – respondió la dueña soltando una carcajada. Volvieron a
escuchar más risas.
Dani cruzó los brazos sobre la mesa y observó a Diego con
una sonrisa ladeada.
-tu hermano es el tío
más paciente que he visto nunca.
Diego se limpió la boca con una servilleta.
-No debe ser nada
fácil llevar a Cruz. Tanto genio junto no debe ser bueno.
-Ya pero Cruz
tiene sus motivos para ser como es – susurró.
-¿Y esos motivos
son…?
-¿crees que te lo
voy a decir? – él asintió. Dani frunció los labios divertida – come y calla
Diego Torresino. Jamás desvelaré secretos que no me conciernen. Por cierto –
apoyó la delicada barbilla sobre sus manos. Tenia una pose tierna e infantil -
¿te gustaría tener una cita conmigo?
-¿una cita?
-Si – las mejillas
de Dani se tiñeron de rojo – una comida, un paseo, un baile. Yo me pondría
guapa para ti.
-Tú siempre estas
preciosa para mi – quiso imaginarla vestida de señorita con tacones, con bolso…
Mentira, su mente calenturienta solo deseaba desnudarla no vestirla. Dani nunca
había tenido una cita, nunca había sido una mujer en toda la extensión de la
palabra. Diego sería su primer hombre, el único – de acuerdo – asintió él sin
poderse quitar de la cabeza como acabaría aquella cita. Ambos desnudos y con
los miembros entrelazados - ¿Qué te parece mañana para comer? Tendremos toda la
tarde por delante.
Dani le miró entusiasmada con una sonrisa en sus labios.
-Se te esta
haciendo tarde Torresino. ¿Te quedaras a dormir o vas a tú casa?
Diego estaba apunto de explotar. Dani había vuelto a su
posición actual y se acariciaba la melena cobriza como si se quitara algún nudo
de su cabello. Los pechos jóvenes y turgentes pugnaban contra el grueso jersey
de lana azul, e incluso pudo apreciar los pezones marcados bajo la prenda.
-Debería marcharme
– respondió sin poder apartar de si el sentido del honor y su caballerosidad. Y
aun así pensando eso, no pudo reprimir el impulso de enredar su mano en el
cabello de Dani para besarla con fuerza en la boca.
-¡Vaya Carmele!
Los Torresino arrasan con tus chicas – volvió a decir el de antes.
-Metete en tus
cosas – contestó Diego apartándose de Dani. Sus dorados ojos chocaron con los
de Carmele y vio la secreta amenaza que escondía su mirada.
-Como la hagas
llorar una sola vez te corto los huevos ¿entendido Torresino?
-Mami, deja que
nos divirtamos un rato – intercaló Dani poniéndose en pie e instando a Diego a
que la siguiera al piso de arriba.
19
Desde abajo se escucharon voces y vítores animando a la
pareja que subía las escaleras.
El cuarto de Dani estaba en sombras con el reflejo de la
luna penetrando a través de la ventana.
Diego volvió a sentir la frialdad de la habitación
desprovista de adornos y objetos personales pero no le dio tiempo de pensar en
ello, Dani le rodeó el cuello con sus brazos apretando contra su pecho. Ella
estaba caliente, ardiendo y él, al mismo borde del infarto mientras se
devoraban las bocas con ansia.
Sus manos se apoderaron del pequeño y redondeado trasero
presionando con su miembro duro de excitación. Se prometió que en su cita sería
más dulce pero por dios que en ese momento no era más que un animal en celo
deseoso de descargar la pasión que le consumía desde hace tiempo.
Hubo un instante en que la sintió temblar contra sí y
Diego apartó su rostro del de ella mirándola con ojos febriles.
-¿tienes miedo? –
susurró tratando de calmarse.
-Si – asintió
ella. – Pero no quiero parar Diego – estaba tan encendida como él. Su
respiración era jadeante, sus manos le acariciaban los hombros y la nuca –
Hazme tuya Torresino.
Diego pestañeó imperceptiblemente. ¿Le había sonado a
orden? No tuvo tiempo de pensar, su cuerpo ya hablaba por él reaccionando a las
palabras de Dani.
La magia se desató y ambos dieron vía libre a todas las fantasías
sexuales que torturaban sus mentes desde que se conocieron. Embriagados de
deseo las ropas comenzaron a volar por el piso sin orden ni concierto.
La luna no tardó en acariciar los cuerpos desnudos, Diego
era tan grande y Dani tan menuda a su lado que por primera vez se sintió
delicada y femenina con aquellos fuertes brazos morenos rodeando su talle. Él
la hacía suspirar y su boca lamiendo uno de sus pechos la enloqueció. Diego era
muy tierno a pesar de sus rápidos movimientos. Podía notar como él controlaba
su fuerza, como pausaba sus movimientos para volver a lanzarse a la carrera.
-No me voy a
romper Diego – dijo ella enterrando los dedos en su cabello obligándole a que
su otro seno recibiera las misma atenciones que el gemelo.
-Me estas
volviendo loco Dani – su lengua abrasó el botón de carne. Estaba tan rica y
suave que se convirtió en un hambriento luchando contra la voracidad y los deseos
de comerla por entero.
Las manos de Diego iniciaron una lenta agonía recorriendo
las largas piernas de Dani. Masajeó el interior de los blancos muslos y las
sensibles corvas. Sus dedos alcanzaron la piel oculta bajo los sedosos rizos.
Dani gimió, jadeó y suplicó rindiéndose al hombre del
sur. Gritó cuando Diego, olvidado de su poco saber en el tema, invadió su
cuerpo con su virilidad. El tiempo se detuvo un instante, Dani aguantó la
respiración y Diego cerró los ojos.
-Mi sirena de ojos
grises – musitó con los dientes apretados contra la frente de Dani – No voy
aguantarte.
Ella no entendió a lo que se refería, solo sentía una
ligera molestia entre sus piernas donde todas las células de su interior se
inflamaban con dardos de placer. Dani elevó la pelvis y los músculos de Diego
se tensaron como si la piel fuera a rasgarse.
No quería derramarse todavía, no podía comportarse como
un chiquillo imberbe que acaba abochornado su primera vez. Para él no era la
primera. Suspiró con fuerza y dejó su mente en blanco, en realidad pensó en
muertos de esa forma su deseo sexual descendió lo suficiente como para llevarla
al orgasmo. Solo cuando sintió que Dani alcanzaba el cielo se enterró en ella
por ultima vez y explotó como un condenado.
Los corazones latieron descompasados, las respiraciones
jadeantes rompían el silencio de la habitación y fueron conscientes del frio
que flotaba en el ambiente.
Dani tembló pero era incapaz de moverse. Nada tenía que
ver el enorme cuerpo que aplastaba el suyo, simplemente sus miembros no
respondían a sus ordenes. Se hallaba en un estado de total relajación tan
envuelta en la bruma de placer, que se molestó con Diego cuando este la apartó
tirando de los cobertores para luego volver acomodarla cubriéndose ambos.
De nuevo bajo las mantas Diego se apoyó sobre el colchón
arrastrando a Dani contra su costado. La acarició la cadera con las yemas de
los dedos y hundió la nariz sobre su cabeza.
-¿Qué piensas
Torresino? – Musitó ella notando una presuntuosa sonrisa en su cabello.
-No te lo vas a
creer – río Diego por lo bajo – pensaba en Viviana.
Dani dio un respingo y se incorporó buscando sus ojos. El
rostro de Diego se hallaba oculto por las sombras.
-¿piensas en otra
mujer estando en mi cama? – estaba sorprendida y eso hizo que Diego soltara una
carcajada. Comenzó a golpearle con los puños cerrados -¡que te has creído! Eres
un cretino, un…
-¡espera, no! – La
risa de Diego era aun mayor por lo que le estaba resultando muy difícil poder
sujetar las manos de ella. Dani tampoco ponía mucha fuerza en aquellas
ridículas manotadas – Viviana es la
hechicera de mi pueblo – Dani se detuvo.
-¡Ah, la bruja!
Viene alguna vez por aquí. ¿Es de tu poblado? Esta como una puta cabra.
-Chisssss, no esta
bien que una señorita hable así.
Dani se ruborizó y volvió a colocarse entre sus brazos.
-¿y porque piensas
en ella ahora? ¡Si que eres raro!
-Hace un rato
pensaba en muertos pero no me preguntes por favor – su tono de voz cambió y
Dani asintió en silencio – la hechicera cuenta una profecía.
Dani se acomodó sobre su torso obligándole a ponerse de
espalda sobre el colchón.
-¿tú crees en eso?
-Me parece una
verdadera chorrada.
-Venga cuéntamelo,
lo estas deseando.
Diego dejó escapar una risilla burlona.
-La leyenda cuenta
– comenzó a decir fingiendo una voz fantasmagórica, Dani rio. – Que el heredero
de Torresino Cifuente, en este caso yo, - volvió adquirir su tono de voz normal
– gobernaré junto a un Justo, en este caso tú Lady y juntos acabaremos con la
opresión. Nunca había tenido mucho sentido…
-Diego ¿estás
seguro de querer asumir esa responsabilidad? Si todos se unen ¿estarías a mi
lado?
El trago con dificultad. La luna había cambiado de
posición y ahora podían verse el rostro con nitidez.
-¿Dónde estarías
tú, Dani?
-En lo más alto.
Siempre me han inculcado que algún día yo dirigiría mi propio ejercito – se
sonrojó de nuevo y apoyó la mejilla en el pecho de Diego – quizá fuera otra
profecía.
-Lo más seguro fue
un padre cruel, hijo de… - Diego se contuvo. El Justo era el hombre que lo
había comenzado todo después que el gobierno se tambaleara abruptamente.
-No te cortes –
dijo Dani con un suspiro – he oído cosas peores.
Diego no podía creer que ella fuera tan insensible hacia
su familia. Puede que se rebelara contra ellos pero seguro que no deseaba la
muerte de ninguno de sus hermanos. En un gesto cariñoso la enlazó la cintura
con afecto.
-Seguiría estando
siempre donde tú estuvieras Dani – respondió Diego a su pregunta inicial. – Te
protegeré de por vida.
-O yo a ti - Dani
se acercó lentamente a su boca y con la punta de la lengua lamió su labio
inferior excitándole de nuevo. - Hazme el amor otra vez Torresino – susurró
contra su aliento.
20
Era imposible no estar atacada de los nervios y Dani no
era menos. Había descartado la mayoría de los vestidos que las chicas le
llevaron, no es que fueran feos, simplemente no estaba acostumbrada a ese tipo
de ropa.
Que Dani tenía una cita fue una noticia que corrió como
el viento y ahora el nombre de ella iba unido al de Diego Torresino en las
conversaciones y cotilleos.
Alicia se esmeró en maquillarla de forma natural y Cruz
elaboró un precioso recogido soltando varios mechones que enmarcaban su bonito
rostro. Con altos tacones negros y un ajustado traje del mismo color, Dani
descendió las escaleras del local ante la atenta mirada de ojos curiosos.
Mostrando unas largas y estupendas piernas enfundadas en pantis
transparentes se sintió de lo más femenina cuando varios muchachos jóvenes y no
tan jóvenes la piropearon.
Diego aún no había llegado. Se había marchado temprano a
su poblado para cambiarse de ropa y explicar a su gente que había tomado el
mando como uno de los principales cabecillas de la resistencia.
Carmele ultimó detalles en una pequeña sala contigua a la
cocina y Dani alabó su buen gusto al ver la multitud de velas que había
dispuesto sobre los pocos muebles que decoraban la habitación.
-Esta todo
precioso Carmele. Me siento como una princesa de cuento, Diego se va a
sorprender cuando vea todo esto.
-Se va a fijar en
ti solamente. Esta maravillosa cariño y sobre todo me emociona ver ese brillo
en tú mirada.
-Estoy deseando
que me vea. No será excesivo ¿verdad? – comentó girándose ante Carmele.
-Nada puede ser
demasiado para ti, jamás podremos agradecerte todo lo que haces por nosotros.
Dani la abrazó con tanta fuerza que Carmele rio
extasiada.
-¡Ha llegado! – Exclamó
una de las muchachas observando con una sonrisa el interior de la sala – tantas
velas, esa música de fondo… aquí va haber tema.
-¡es verdad, se me
olvidaba! – dijo Carmele entregando una cajita pequeña a Dani.
-¿Qué es? – Abrió
el paquete y se quedó en silencio por unos segundos - ¿preservativos?
-No queremos que
te quedes embarazada antes de enfrentar a los Justos.
Dani creyó sentir una losa de mármol sobre los hombros al
evocar la noche anterior. Al menos habían hecho el amor cinco veces y no
recordaba haber usado nada.
Algo se agitó en su interior. No necesariamente podía
estar embarazada, solo había sido una noche, la primera noche. Sería más
cuidadosa en el futuro.
-Nosotros también
deberíamos tener una cita – dijo Seth cruzando las piernas sobre el viejo
escritorio.
-¿lo dices por
nosotros?
-Claro, yo soy un
hombre, tú una mujer…
-Déjalo Seth – le
cortó Cruz.
-Podíamos
intentarlo.
-Vete a la mierda.
Seth se encogió de hombros y dormitó en su silla. Cruz se
sentó al otro lado de la mesa y le miró con disimulo. Sabía que él no dormía
pero no estaba segura que estuviera vigilándola.
Todo se hallaba en silencio, a veces roto por el murmullo
de los Corsos encerrados en el almacén.
-Puede que no
quieras tener una cita conmigo porque a lo mejor te gustan las mujeres.
-¡¿Qué?! – Cruz
rompió a reír con todas su fuerzas y Seth abrió los ojos para observarla.
-¿te gustan las mujeres?
– insistió.
-¿Por qué eres tan
pesado Seth? – Cruz se levantó dándole la espalda. Al principio aquellas bromas
de Seth la sacaban de quicio pero a esas alturas la hacían reír con bastante
frecuencia. Él no dejaba de decirla cuanto le gustaba e incluso bromeaba con
ella alegando que la tenia un cariño especial como de hermano, estaba segura
que si ella le incitara no tardarían en encontrar una cama para compartirla.
Cruz no quería acostarse con él, no deseaba una relación
donde la base fuera el sexo. ¿Podrían ser novios sin llegar a mantener ninguna
relación sexual? Seria una tontería si quiera el preguntarlo conociendo a Seth,
ese hombre nunca dejaba de admirar a las mujeres. Cruz no sabía si lo hacía
para molestarla, darla celos o qué, pero la jodía en el alma cuando hacía eso.
-No me has
contestado Cruz ¿te gustan las mujeres?
-Depende para que.
-No te hagas la
tonta, sabes bien en que sentido te lo pregunto.
-Soy heterosexual
¿conforme?
-Si, me deja más
tranquilo – asintió volviendo a recostar la cabeza hacía atrás. No duró mucho
en esa posición y terminó por levantarse aburrido. Seth no era un hombre que
pudiera estar quieto mucho tiempo seguido y comenzó a deambular por el
despacho.
Cruz le vio sacar algo de un rincón:
- ¿Qué es?
-Una guitarra
española – él sopló la pieza y una espesa nube de polvo se elevó durante unos
segundos. Tocó varias cuerdas – esta desafinada.
-¿sabes tocar?
Él asintió, se sentó de nuevo y estuvo enredando con las
cuerdas mientras Cruz lo esperó con paciencia hasta que comenzó a tocar una
melodía.
-Somos dos locos,
dos locos de amor… - su voz grave comenzó a cantar entonando los acordes con
dulzura.
De forma inconsciente Cruz se fue acercando poco a poco a
él fascinada con la canción sin darse cuenta que Seth bajaba el tono de voz
adrede.
El pequeño despacho estaba en penumbras y solo el lejano
aullido del viento se mezcló con las notas musicales.
Cruz se dejó llevar por la hermosa letra de amor con la
vista perdida en el rostro del hombre. Seth era muy guapo, más incluso que
aquel Justo traicionero.
No todos los hombres eran iguales, de hecho, aquel que
Cruz tenía ante ella era amable, divertido y cabezota. Si Hubiese conocido a
Seth tiempo atrás todo hubiera sido distinto, o puede que no…
Ella nunca se había sentido atraída por nadie hasta que
apareció Javier de los Justos. Cruz era muy joven pero se sintió dichosa cuando
por primera vez, el hombre más guapo de todos los que frecuentaban el pub se
había fijado en ella.
Sus amigas se sorprendieron pero no porque Cruz no fuera
bonita si no porque nunca llamaba la atención en los muchachos y aquella era su
primera vez. ¡Que importante se había sentido bajo la mirada de aquellos ojos
grises! Los ojos de su violador.
Cruz despertó del trance que Seth había creado. Él ya no
tocaba y la miraba preocupado.
-¿te ha ocurrido
algo?
-¡no! – Se
enderezó y con velocidad se colocó de nuevo al otro lado del escritorio – Me
quedé pensando, esa canción me trajo recuerdos.
-No debieron ser
muy buenos – respondió devolviendo la guitarra a su lugar.
-Te equivocas –
mintió con un nudo en la garganta – en aquel momento era el mejor de los
recuerdos – comenzó a tragar saliva y se aferró con una mano a la mesa. No podía
echarse a llorar como una tonta estando Seth frente a ella – No sé para que
tocas esa mierda – le gritó atragantada con las lagrimas – Eres un estúpido
Seth ¡Un estúpido! – la ultima palabra fue un gemido de lamento antes de salir
del despacho al desamparo del día.
Corrió por un lateral del edificio y se dejó caer contra
la pared envuelta en sollozos. Hubiera dado cualquier cosa por poder estar con
Seth libre de culpa y remordimientos pero no podía. No dejaba de olvidar lo
sucedido y las imágenes se sucedían en su mente una y otra vez. ¡Ella era la estúpida!
Ella había creído que a pesar de ser enemigos Javier la amaba. El Justo
cambiaria todo con una alianza con los poblados del sur ¡cobarde! Después de
hacerla prometer que su noviazgo era un secreto para todos, dio un golpe devastador
secuestrándola junto a una muchacha que no conocía pero que también afirmaba
ser novia del Justo. Lastima que esa joven no tuviera la misma suerte que Cruz
y cuando Lady llegó ya era muy tarde para ella.
Lady nunca la preguntó quien fue el causante de su
desdicha y Cruz tampoco se lo hubiera dicho, pero lo iba a matar. En cuanto le
cogiera le iba hacer suplicar su perdón y aún así lo iba a matar. Y mientras
tanto Seth…
Algo pesado cayó sobre su cabeza silenciando su llanto.
Se dio cuenta enseguida que se trataba de su cazadora lanzada por una de las
ventanas situada justo encima de ella.
-¡te vas a quedar
fría, joder! – escuchó decir a Seth desde dentro.
Cruz… sonrió.
Seth no estaba de buen humor desde que le informaron que
debería hacer guardia vigilando a los Corsos. Había esperado echar un partida
de naipes en el “muro” y quizá algunas risas con los amigos. Puede que su mal humor fuera el
culpable de haber enojado a Cruz y lejos de entretenerse como había previsto,
habían terminado en una nueva discusión.
Repasó en silencio los últimos minutos. Desde que había
lanzado la cazadora a Cruz no volvió a escuchar su llanto desgarrador, no por
ello estaba más calmado, ahora se paseaba furioso en el despacho esperando la
más mínima provocación por parte de los Corsos para descargar en ellos la ira
que sentía.
Procuraba ser paciente, lo intentaba de todo corazón pero
el terreno que ganaba durante unos minutos lo perdía en un suspiro. A veces no
estaba seguro de sus sentimientos por Cruz. Si la trataba con ternura le
tildaba de tonto y llevarla la contraria suponía escuchar sus alaridos.
Ignorarla era el método que más parecía funcionar y aun así ella lograba
sacarle de sus casillas. Comenzaba a estar harto de callar continuamente.
Cruz en muchos aspectos era como su hermano, o todo era
blanco o negro, no barajaban la posibilidad de un punto medio. Diego se había
volcado con su poblado desde siempre y después de evitar toda clase de
liderazgo ahora se convertía en él manda más del Sur del país. Diego no
esperaba a ascender gradualmente, él se alzaba sobre ellos.
A Cruz la ocurría lo mismo y Seth llegaba a pensar que
sus metas no eran las mismas que las de ella.
No la miró cuando Cruz regresó de nuevo al despacho. La
habitación se hallaba caldeada por un pequeño calefactor que daba más ruido que
calor.
-Lo siento Seth –
la escuchó decir como si la costara disculparse. Sin saber que decir él asintió
con los dientes apretados con fuerza.
21
Dani esperó impaciente que Diego entrara en la
habitación. Estaba deseando ver su cara cuando la viese y cada segundo que
pasaba su corazón latía con más fuerza. Ni siquiera cuando iba a la ciudad se
ponía tan nerviosa. ¿Cómo era posible que aquel hombre la subyugara de aquella
manera? Solo su presencia alteraba sus sentidos.
Trató de tranquilizarse paseando por la sala. Observó
como la puerta se abría y ensayó una sonrisa de bienvenida. Cuando él entró no
dejó de estudiar las emociones que cruzaron el rostro varonil, sorpresa,
asombro y fascinación.
-¿no me vas a
decir como me encuentras? – le preguntó mordiéndose el labio inferior con timidez.
Él seguía parado con una botella de vino en la mano. La miraba con ojos
centelleantes y la boca entreabierta.
Diego asintió, carraspeó y volvió asentir.
-¿tú eres Dani?
Ella disfrutó con su reacción y soltó una ronca
carcajada.
-No, a Dani la he
dejado encerrada en su dormitorio –le respondió en un murmullo provocativo.
Diego la estaba mirando de arriba abajo con deliberada lentitud.
Sus ojos dorados se detuvieron en las piernas torneadas que el corto vestido
dejaba a la vista.
-¿te has quedado
sin habla Torresino? – se acercó a él con una sonrisa ladina. Estaban muy
juntos el uno del otro.
-Sabía que eras
preciosa pero… Uff! Esto supera todos mis sueños – susurró atrayéndola con el
brazo libre contra su cuerpo. Bajó la cabeza apoderándose de los suaves labios
rosados en un beso apasionado al tiempo que posesivo.
- Tú también estas
muy elegante – le dijo apartándose un poco de él. Le tuvo que quitar la botella
de la mano para ponerla sobre la mesa. - has cambiado los vaqueros por el
cuero, no esta mal, me gusta.
Y era verdad, Diego llevaba unos pantalones oscuros que
se ajustaban a sus piernas. Tenía un cuerpo estupendo, grande, alto, fuerte. Su
rostro moreno era hermoso, sus rasgos fuertes.
Él por fin apartó la vista de ella por unos minutos para
observar la habitación. Con un respingo retiró una de las sillas
ofreciéndosela.
-¿has traído tú el
vino o te lo ha dado Carmele? – le preguntó sonriente.
-¡no me ofendas!
Los mayores se han puesto como locos al enterarse que tengo novia y han sacado
la única botella que nos queda en la bodega.
Ella sonrió alegre. La hubiera gustado ver los rostros de
los Torresino.
-¿Qué te han
dicho? ¿Les has comentado que estas al mando?
Diego asintió nervioso. Después que ella se sentara él la
imitó.
-Llevan
celebrándolo toda la mañana.
-¿entonces que
pasa? – le preguntó. Su sexto sentido, infalible, la advirtió de que no todo
andaba bien.
-No les he dicho
quien eres tú Dani – ella abrió los ojos sin comprender. Diego soltó un suspiró
– Creo que es mejor que ellos tampoco sepan aún que eres Lady de los Justos.
-Lo comprendo – no
era cierto. ¿Acaso Diego se avergonzaba de ella? -¿tienes espías en tu poblado?
Diego debió notar el repentino tono de tristeza en su voz
y se apresuró a explicarla:
-Prefiero no
arriesgarme. Hay algunos miembros que no sienten especial simpatía por tu
apellido.
-Ni por mi sangre
– musitó. Cogió la botella de vino pero él se la quitó de las manos para
abrirla. Dani le acercó las copas.
-No es lo que
piensas Dani. No quiero ponerte en peligro, has mantenido en secreto mucho
tiempo tú identidad…
-No me aceptarían.
-¡no digas eso!
¿Quién es su sano juicio no te aceptaría? – la miró con seriedad. – es solo que
prefiero que las cosas sigan así de momento. Bastante me preocupa lo que pueda
pasarte en manos de tu familia como para estar pendiente de lo que dice mi
gente. Dani, no eres invencible.
-Soy fuerte.
-Vulnerable.
-Sé luchar.
-Prefiero que me
hagas el amor.
-Torresino no voy
a cambiar.
-Ni yo lo quiero –
respondió sirviendo el vino – solo pretendo ser prudente. Tenemos a varios
Corsos encerrados en un almacén y los Castro-Irún vienen de camino con algunos
Justos que se adentraron en las tierras en busca de liberar a los Corsos.
Dani se puso en pie repentinamente:
-¿Por qué no me
han dicho nada? ¿Dónde están?
-Dani, siéntate –
la ordenó alzando su copa. Ella obedeció desconcertada. ¿Cómo podía estar Diego
tan tranquilo sabiendo aquello? – En cuanto lleguen nos avisaran, mientras, tú querías
una cita y eso te estoy dando.
-¿sabes quienes
son esos Justos?
Él negó con la
cabeza y se encogió de hombros.
-¡eres más bonita de lo que recordaba! – las mejillas de
Dani se tiñeron de rosa. Diego la miraba de nuevo con ojos fascinados – Esta
ropa te hace sensual y provocativa. – Estaba cambiando la conversación adrede y
eso la molestó un poquito.
-Torresino, que
estemos juntos, que yo te haya dejado al mando, no significa que puedas mandar
sobre mí.
Él se tomó el vino de un trago y clavó sus ojos en ella.
-Dani, he aceptado
el mando – repitió -. Ahora estoy al frente y eres tú quien tiene que delegar
en mí. Quiero estar informado de todo lo que suceda, necesito saber cuando la
loca de mi novia prepara una incursión en mitad de la noche. ¿Entiendes lo que
quiero decir? Que estemos juntos no significa que puedas hacer lo que te venga
en gana siempre que quieras.
-¡Me estas
apartando de…! ¡No te confundas Diego! Yo…
-Tú eres mi
general, mi mujer, mi amante. Ahora lo eres todo…
-¿Por qué nos
hayamos acostado crees que tienes derecho sobre mi? Yo soy…
-Sé quien eres
pero yo estoy al frente – su ultima frase no dejó replicas de ninguna clase. Se
levantó para accionar el aparato de música en el momento que Carmele entraba
con una bandeja de alimentos. Ambas mujeres intercambiaron una mirada
preocupada.
-En cuanto lleguen
los Justos nos avisas.
-Si, Diego ya nos
ha advertido – respondió la mujer mirándole.
Dani se sintió ligeramente desplazada y se giró para
observar al hombre:
-De acuerdo – le
dijo cuando Carmele salió. Oírle decir que era su mujer la había embargado de
una emoción desconocida – pero no puedes mantenerme apartada Diego.
Él volvió a sentarse y comenzó a servir los alimentos con
manos diestras.
-Por supuesto que
no lo haré ¿Por qué no disfrutamos aunque sean un par de horas? – sonrió
burlón.
- claro – Dani se
levantó muy despacio de su silla y se acercó a él. Diego la miró embelesado
cuando ella se sentó a horcajadas sobre sus piernas. - ¿tienes mucha hambre? –
le susurró contra el cuello. Olía muy bien y aspiró su aroma lamiendo la piel.
-Hambre de ti –
respondió plantando las palmas de las manos en su trasero. La falda se había
subido hasta la cintura.
La sensación del cuero bajo sus muslos la excitó. Se
apretó contra él y de no ser por las ropas Diego se la habría clavado hasta el
fondo, de hecho la movía contra él con firmeza.
-¿quieres que
subamos a mi cuarto? –le preguntó mordisqueándole la oreja.
- O atrancamos la
puerta – la besó.
La cita estaba siendo un éxito, habían comido, habían
brindado y Diego la había convencido para bailar. Ella no sabía pero se
divirtió mucho intentando aprender y lo encontró sumamente fácil. No deseaba
que el día acabara sin embargo terminó
cuando les informaron que los Justos habían llegado.
-Parece que esta todo bajo control – dijo Vaquero antes
que Dani y Diego entraran a ver a los intrusos – No los hemos juntado con los
Corsos todavía.
Alicia les interceptó el paso con una mano enguantada
alzada hacía Dani.
-No vayas Lady –
se volvió a Diego – Ve tu mientras, yo debo hablar con ella.
-¿Por qué? – Dani esquivó
a Diego pero Alicia la sujetó con fuerza del brazo - ¿Qué pasa? ¿Quiénes son? –
Entró en el cobertizo aunque su prima no la dejo dar más de dos pasos al
interior. Sus ojos claros observaron el cuerpo tendido ante los pies de Cruz.
Seth estaba situado tras ella. -¿Qué ha ocurrido? – insistió.
Alicia la sujetó con fuerza de los hombros en un intento
porque Dani no se acercará más.
Ella se tensó y tragó con dificultad. Dudó por unos
minutos. ¿Seria realmente alguno de sus hermanos el que estuviera allí? Aspiró
el aire frio que penetró en sus pulmones
insuflándola fuerza y valor. Alicia no insistió y la dejó pasar, Diego caminó a
su lado.
Lo hubiera reconocido en cualquier lado a pesar de tener la
cabeza metida entre sus brazos. La sangre empapaba sus ropas.
-¿esta muerto? –
preguntó con frialdad. Ni ella quería mirar a Cruz, ni Cruz a ella.
-todavía no–
respondió.
-¿has sido tú?
-Si – volvió a
repetir.
- El Justo la
atacó – explicó Seth que apuntaba al reducido grupo con una escopeta. Varios
hombres se hallaban arrodillados con las manos sobre sus cráneos.
Dani agitó la cabeza con firmeza y llegó hasta Javiche.
Se acuclilló cerca de él y cerró los ojos con fuerza luchando por no matar a
Cruz. ¡Era su hermano! ¡Al único que había amado en su vida!
-¿Qué ha pasado? –
le preguntó Diego a Seth.
Seth apoyó la mano sobre el hombro de Diego y le llevó
aparte para contarle lo sucedido.
Dani observó a su hermano y con ternura le acarició el
cabello. Javier alzó la vista y la sonrió con tristeza.
-Hola – la susurró
en un murmullo ininteligible. Se estaba muriendo, su rostro se hallaba
ceniciento por la falta de sangre.
-Hola – le
respondió con un nudo sofocante en la garganta. Estaba inclinada sobre él con
los rostros muy juntos.
-Te he echado de
menos hermanita.
Javier hablaba entre temblores incontrolados. Ni siquiera
Cruz que seguía en pie mirándole con odio podía escucharle, tan solo Dani
entraba en su campo de visión.
-¿Por qué lo
hiciste Javiche? – una solitaria lágrima cayó sobre la frente de su hermano. Él
sonrió tan solo para confortarla. -¿eras tú quien las raptaba? – no sabia ni
para que preguntaba eso si ya conocía la respuesta.
-Lady, me… estoy
muriendo ¿verdad? – Ella asintió hundida en la pena – me duele… mucho.
Dani le cogió una mano con fuerza y alzó la vista mirando
a Cruz.
-No me dijiste que
era él.
-¿hubiera cambiado
en algo?
Javier soltó una risa cargada de dolor al mirarla a las
dos. Se sintió traicionado.
-Acaba conmigo
Lady – la imploró. Ella negó con la cabeza y suspiró retirando las lágrimas que
empañaban sus ojos. Le soltó lentamente y se puso en pie frente a Cruz.
-Termina lo que
empezaste – les dio la espalda sin volver a mirarlos.
-¡No! – gritó Seth
cuando vio a Cruz apuntar a la cabeza del justo.
El ruido ensordecedor del arma al dispararse les paralizó
a todos.
22
-¡Estas loca! – Un
Seth muy furioso desarmó a Cruz y comprobó que el Justo estaba muerto - ¿pero
que diablos te sucede?
La fiereza con la que Seth la miró fue como un cuchillo
clavándose en su corazón. Ante ella tenía al hombre que destrozó su vida,
muerto, sin aliento, y no se sentía feliz por ello. Creía haberse liberado al
fin y no era así. Había visto los ojos de Lady, de su amiga, una mirada gris
cegada por el odio y sin embargo no se arrepentía de lo que había hecho.
Seth la cogió de los hombros y la zarandeó.
-¡estaba
indefenso! ¡Has matado a un hombre!
-¡suéltame Seth! –
Gritó alejándose de él - ¡no entiendes nada! – salió al exterior.
El hombre la seguía totalmente furioso. La detuvo y
señaló al cobertizo:
-¿Por qué Cruz? Podías
haberle dejado vivir ¡por todos los demonios!
-¡ya estaba
muerto! No iba a salvarse.
-pero ¿Por qué tú?
– ambos gritaban en medio de la calle pero todos estaban más interesados en lo
que ocurría dentro del edificio.
Carmele los miró una vez sin hacer ningún esfuerzo por
mediar entre ellos. No sabia quien era ese Justo pero tampoco quería saberlo.
Cruz apretó los puños con fuerza.
-¡él me secuestró!
Abusó de mi ¿lo entiendes? Si, lo he matado ¡ojala se pudra en el infierno! –
rompió a llorar presa de los nervios – Esta mejor a tres metros bajo el suelo.
-¿y quien eres tú
para decidir la vida de una persona? – preguntó mirándola con desdén. Bajo su
mirada Cruz se había convertido en una asesina – Es por eso que nos tratas a
los hombres como si fuésemos una mierda – el cinismo de su voz sonó como el rugido
de un lobo – Puede que él fuera un desalmado pero tú, Cruz… tú no tienes
corazón.
Le abofeteó con todas sus fuerzas. Seth tan solo movió
ligeramente la cabeza por el impacto. En ningún momento apartó sus ojos de
ella.
-No quiero seguir
estando contigo Cruz. Le diré a Diego que me asigne con alguien que me merezca
más la pena y sepa aportarme algo.
Cruz le miró asfixiada. No podía controlar las lágrimas
que escapaban de sus ojos.
-Si eso es lo que
quieres – jadeó con fuerza dejando escapar la angustia y sorbió ruidosamente.
Se enjuagó el rostro con una mano – Eres libre de hacerlo.
-Si, eso es lo que
quiero.
Le vio marcharse hacia el “muro” y ella corrió a
refugiarse en algún sitio donde nadie pudiera verla ni oírla.
Diego alcanzó a Dani antes que ella se metiera en el Citroën
verde.
-¿Dónde crees que
vas Torresino? – le gritó por encima del fuerte viento que se había levantado.
Diego miró el cuerpo del Justo que ocupaba el asiento
trasero del vehículo.
-Voy contigo.
-No, esto tengo
que hacerlo yo sola.
-¿Por qué no me
has dicho que era tú hermano? – Ella no le escuchó bien y Diego volvió a
repetir su pregunta.
-porque es irrelevante
– se frotó la frente con las manos enguantadas como si con ello pudiera
despejar la presión que sentía. Diego acercó su cabeza contra su cara para oírla
mejor. El viento se llevaba sus palabras – debo llevarle a casa.
-Yo conduzco – la
apartó de la puerta. Dani entró por la otra y le miró apoyando la mano sobre su
pierna.
- déjame que vaya sola.
Diego negó, arrancó el motor. Al salir al camino
principal les esperaba un ejército de motos negras. Dani exclamó emocionada.
-¿creías que ibas
a ir tú sola? – Con el mentón, Diego señaló a Cruz que se había situado cerca
de la ventanilla de Dani – Están todos.
-Ella no debería
estar aquí.
-¿Por qué? Cruz
siempre ha estado de tu lado.
-¿has hablado con
ella? – Asintió - ¿Qué te ha contado?
-Supongo que lo
mejor seria que hablarais vosotras.
-¿y que nos
decimos? – Su voz tembló ligeramente - ¿Qué lamento todo el daño que Javiche le
causó? Si hubiera sido otro…no importa quien, cualquier otro – se mordió la
lengua con rabia y miró al frente – Yo la prometí que no me interpondría en su
venganza pero debió advertirme quien era él. Jamás la habría permitido que
acabara con Javiche.
-Pero lo hiciste –
la miró unos segundos y volvió los ojos a la carretera.
Dani negó con la cabeza.
-Estaba herido de
muerte. Ya no podíamos hacer nada por él y en el fondo Cruz le hizo un favor a
él y a mí, yo no hubiera sido capaz de aliviar su sufrimiento.
Diego apretó los labios con fuerza.
-Seth dice que el
Justo la atacó creyendo que Cruz no se defendería.
-Javiche siempre
ha visto a las mujeres débiles. -Dani miró a Cruz y frunció el ceño pensativa:
- ¿Dónde esta Seth? ¡Eh! ¡¿Por qué maneja mi moto?! – se quejó al verle en la
cabecera.
-Relájate nena –
apretó el pedal hasta el fondo – Si te la jode te birlo una para ti.
-Ya bueno, pero
¿mi moto? – Diego se echó a reír al verla resoplar como los caballos. Cada
minuto que pasaba con ella más orgulloso se sentía. Dani era espectacular,
puede que no en el sentido del feminismo fingido. Le había encantado verla con
un vestido tan atrevido. Su mirada había viajado continuamente a la cremosa
carne que asomaba bajo la falda preguntándose si habría tanga y si se quitarían
bien los pantis, pero admitía que esos vestidos le gustaban solo para él. Dani
estaba maravillosa con su ropa de motero y las horribles botas negras.
Había estado hermosa con aquel peinado que le asemejaba a
una delicada flor sin embargo él prefería el cabello suelto cayendo sobre sus
hombros.
Dani era femenina como él quería y donde a él más le
gustaba. ¿Que importaba que se hubiera cansado de llevar los altos tacones de
aguja cuando por fin se pusieron a comer, y acabara lanzándolos contra uno de
los muros? fue un milagro que no atizara el altavoz.
Para algunos hombres puede que aquello fuera un defecto,
para Diego no. Encontrar a alguien tan
apasionado como él mismo pasaba solo una vez en la vida y a veces ni pasaba.
No dejaba de admirarla, no todo el mundo se tomaba la
muerte de un pariente querido con la entereza y la frialdad con lo que ella lo
hacía. Por un lado, muchos aliados no entenderían que Dany, la chica de
Carmele, se apenara por la muerte del Justo que los había aterrorizado. Comenzarían
a sospechar de ella y lo peor es que podrían querer cogerla para vengarse de
todas las demás ofensas, sin pararse a pensar que ella los hubiera ayudado.
Por otro lado, Dany evitaba mostrar su lado más débil
ante los que la rodeaban, incluido a él. Quizá es que nunca había tenido
posibilidad de demostrar sus sentimientos a nadie.
- Háblame de tu
hermano – la dijo. El aire se calmaba paulatinamente y comenzaba a nevar. -¿te apetece?
-no mucho. – se acomodó en el sillón colocándose un pie
bajo el trasero, la rodilla quedaba doblada rozando la guantera. Diego podía
ver su perfecto perfil en actitud pensativa. No pudo resistirse a besarla en la
mejilla y ella le miró con una sonrisa y los ojos encendidos. Soltó una
carcajada y se concentró en la conversación: – Javier conmigo siempre se portó
bien aunque era un poco regañón… - Continuó hablando de su hermano pero todo el
tema se centraba en la guerra y en la lucha. Le contó como había sido uno de
los mejores artificieros especialista en hacer explosivos. A ella misma le
había enseñado como elaborar los detonadores, como desactivar una bomba de
reloj, la cantidad de dinamita suficiente para volar una gasolinera… Todo lo
que Dani contaba era horroroso, como si hubiera estado viviendo en una batalla
desde que tomo el primer biberón. Cuando ella acabó de hablar Diego no supo que
decir. Según su criterio Javier Justo se había merecido el final que había
tenido.
Se detuvieron en los límites y Dani le miró confusa.
-¿Por qué paras?
-No vamos a
entrar. Las motos no podrán regresar si nos quedamos mucho tiempo.
-¿y que piensas
hacer?
-Liberar a un
Justo y a un Corso. – Dani arqueó una ceja - Ellos llevaran un mensaje, si
quieren a tu hermano deberán tratar conmigo antes.
-¿piensas
entrevistarte? – medio gritó asustada – Diego…
-No les voy a dar
opciones Dani. Intentaremos un acuerdo y si no resulta, al menos lo habremos
intentado.
-Es esa maldita
conciencia que tenéis los del Sur – se echó a reír. - ¿y que harás con Javiche?
Aunque haga frio, si lo dejamos mucho tiempo con nosotros comenzara a oler.
-¿Qué? – la miró atónito
y ella le dedicó una sonrisa triste.
-Solo bromeaba.
¿Dónde le dejareis?
La puerta trasera se abrió y un hombre joven ayudado por
Alicia sacó al Justo. Dani miró ansiosa a su prima.
-Lo llevaré con
Manuela, tienen cámaras.
Diego observó el cruce de miradas entre ambas. Dany
preguntaba en silencio a su prima si estaba de acuerdo con los planes y Alicia
se lo afirmaba con convicción.
-¿no confías en mi
Dani? – la preguntó al cerrar Alicia la puerta de nuevo. La vio tragar con
dificultad y sintió un escalofrío en la columna vertebral. Si Dani le decía que
no, tendría que reprimir las ganas de llorar (no recordaba haber llorado desde
que era niño), si le decía que si…
-Si, claro que confío
en ti – Dani soltó un suspiro tan
nervioso como el suyo propio y Diego advirtió el brillo de amor que inundaban
los ojos grises al decirle: – Es a ti a quien elegido proteger Torresino.
-O yo a ti - la besó impidiéndola decir nada más.
23
-Llevamos años
para liquidar a un puñado de pueblerinos donde apenas les quedan víveres para
subsistir. ¿Me estas diciendo que te retiras Bernardo? – El Justo le miró
sorprendido. -¡No puedo creerlo! después
de todo lo que hemos esperado. ¿Es posible que estés hablando en serio? Por
dios, ¡envían un mensaje de un Torresino que ni conocemos y te entra el miedo!
-No es miedo. Mi
gente se ha aburrido de la gente del Sur y tienen razón. Total ¿para que? Allí
no hay nada de valor.
-¿Pero que valor
hablas?
- De las minas de turquesas repartidas en las montañas –
Bernardo se encogió de hombros – Están muertas, agotadas, vacías – fue
enumerando con los dedos y sus ojos oscuros se clavaron en el Justo que había
perdido el color de la cara, cerró el puño con fuerza delante de sus narices –
Esas tierras ya no valen para nada y ya no deseo tenerlas.
-¿lo hacías por
las minas? – recuperado soltó una carcajada
llena de cinismo - ¡pues claro que no hay nada! Lo que hubo una vez esta a buen
recaudo. ¿Pensabas conseguirlas? ¡Esta si que es buena! – Siguió riendo sin
advertir que el rostro de Bernardo adquiría un tono rojizo - ¿no me digas que
por eso tu padre aceptó la boda con Lady? ¿Por qué tu padre te habló de esas
minas, verdad?
Bernardo no contestó, se limitó a sacar una de sus dagas
que acarició con mucha suavidad. El
Justo se calló tomando asiento en un amplió sillón de piel color café y se
cruzó de piernas.
-Yo por ejemplo
deseo las tierras porque de ese modo el país entero sería nuestro. Podía haber
elegido a cualquiera de mis hijos para que quedaran de gobernantes pero te
elegí a ti Bernardo. La única que podría
manejar algo sin dejarlo caer hubiera sido la mocosa. Ella era la que estaba
destinada por mi.
- Veo que tus
informadores no han hecho bien su trabajo -Bernardo levantó los ojos de la
afilada hoja –Ya no hay Gobierno. No hay nadie al mando de nada, ni ministros,
ni presidentes, los países vecinos se están volviendo locos con los saqueos
incontrolados, con los robos…
-¡Por eso! ¡Ahora
es el momento!
-¡claro que lo es!
Pero no para atacar a los del Sur – se guardó el arma – Ya no existen las
fronteras, no hay nadie que pueda detenerte, los militares se han dispersado. –
se acercó hasta el sillón y colocó su pie sobre el reposabrazos del Justo
obligándole apretarse contra el respaldo – El Sur ha tenido mucho tiempo para
entrenarse, para prepararse al igual que han hecho otros en varias zonas de Sudamérica.
El resto no es tan fuerte como nosotros Justo. Firmemos esa tregua con
Torresino, que nos devuelvan a los hombres y a tú hijo – El Gesto de dolor que
cruzó por la cara del Justo no fue más que un fogonazo – Cuando seamos más,
cuando tengamos más, nos ocupamos de ellos. ¡Dejémosle unos años tranquilos!
-¿por donde
sugieres que comencemos? – Se inclinó de nuevo hacia adelante cuando Bernardo
se apartó con una sonrisa presuntuosa – Lo has pensado bien ¿verdad Bernardo? Querías
traicionarme.
-¡claro que no!
Cierto que en este momento el Sur se me queda pequeño. Había pensado en una
potencia grande y cercana.
-¿Ginebra? –
cuando lo preguntó le pareció una locura pero la idea se fue formando en su
cabeza.
-Así es. Si no
quieres estar de nuestro lado no pasa nada, quédate aquí y sigue peleando con
la escoria. – Bernardo se dirigió a la puerta para marcharse.
-¡espera! El
Torresino ha pedido que estemos los dos en la reunión. ¿Vas a ir?
-Si, estoy
deseando conocerle. Imagino que debe ser alguien muy inteligente como para
haber entrado en tu casa las veces que le ha dado la gana.
El Justo dejo los ojos en blanco, si hubiera tenido a
Bernardo más cerca le habría agarrado del cuello.
Era muy temprano para tener una reunión, pero Diego
Torresino lo había exigido así. El Justo
y el Corso se desarmaron al llegar a la puerta del Pub donde unas guapas muchachas
les pidieron sus armas. No pensaban hacer nada que provocara un ataque
inesperado. Imaginaban que los sureños se habían desplegado por todo el
perímetro para evitar emboscadas.
-No llevo más,
guapísima – Justo abrió las manos y giró en plena calle para que todos
observaran que no llevaba nada extraño encima. Vio varias sombras en los
tejados así como en la ventana del edificio del frente. -¿puedo pasar lindura?
La muchacha se echó hacía atrás y él entró al abrigo del
pub frotándose las manos con vigor. Observó a los hombres que se hallaban
sentados alrededor de una mesa de póquer. Solo uno se hallaba de pies
esperándole.
- Soy Diego
Torresino – se presentó con voz firme. Su rostro no expresaba nada, era un tipo
joven, alto, tendría la edad de Bernardo o su hijo Tony.
-Justo – le
respondió tendiéndole la mano. Su mirada debía haber amedrantado algo al joven
pero Torresino no demostraba ni siquiera nervios – dame a mi hijo.
-Quiero la
rendición.
-¿Cómo? – elevó la
voz un terció – le escuchas Bernardo, no quiere la paz, quiere que nos rindamos
– miró al resto de los hombres que seguían sentados con los ojos puestos en
ellos. Adivinó que serían los representantes de los siete poblados pero solo
reconoció al hombre más mayor que llevaba un extraño sombrero de cowboy –
Vaquero, no sé porque te daba fuera del país.
-¿os conocéis? –
preguntó el Torresino mirando al hombre.
-Si nos conocemos.
Cuando éramos jóvenes…
-¿pero fuimos
jóvenes alguna vez? -No le gustó que Vaquero le ignorara apartando la mirada
hacía su líder – Le salvé de morir ahogado cuando reventó la presa.
-Cuando reventaste
la presa para hacerte con todas la subvenciones.
-Si, es verdad. –
se acercó hacía una de las sillas libres y se sentó – no nos vamos a rendir
Torresino. Si tocas un solo pelo de los nuestros…
-Mi hermano no
quería decir rendición – dijo otro hombre levantándose. Se parecía mucho al
líder solo que esta tenia el cabello largo cayendo sobre la espalda. Sin duda
otro Torresino, ¿primo, hermano?
-Te escucho.
Los parientes se miraron.
-La rendición y
una disculpas, los caminos abiertos…
-¿Y todo eso solo
a cambio de mis hombres? – miró a Bernardo.
-Yo te dije antes
de venir lo que pensaba.
Justo apretó los dientes con fuerza haciéndolos rechinar.
Se encontraba solo, el idiota del Corso le traicionaba.
-Tengo algo que
ofrecer – Torresino seguía de pies, apoyó las palmas de las manos sobre la mesa
y le miró de tal manera que por primera vez a Justo se le secó la saliva en la
boca – A Lady.
Las cosas no se sucedieron tan fáciles como Diego había
pensado en un principio. El cabeza de familia de los Justos era un hombre frio
de mollera muy dura y Bernardo Corso… de solo pensar que aquel hombre hubiera
sido el esposo de Lady de no haber huido le ponía los pelos como
escarpias.
Al menos la reunión fue bastante sensata y pacifica. El
Justo no se dejaba doblegar por nadie, Diego le iba a la par cuando cruzaron
duras palabras de amenaza.
Si Dani no temió por Diego, mentía. Durante las dos horas
que los hombres se encerraron en un oscuro y pequeño pub de la ciudad, la
muchacha se había mordido todas las uñas de las manos y casi las tenía
ensangrentadas. No creyó que su padre aparecería pero llegó con su soberbia y
orgullo. Lo había visto de lejos, escondida
en el primer piso del bloque situado frente al local. Dani utilizaba la mira de
un rifle para observar las siluetas a través de la ventana. Un movimiento en
falso y no hubiera dudado en apretar el gatillo.
La posible emboscada que los de Sur esperaban no sucedió
y cuando todo acabó, los hombres desplegados por las azoteas suspiraron de
alivio.
Durante el regreso hasta el “muro” Diego no había abierto
la boca ni una sola vez y estaba furioso. Dani no quiso presionarlo adivinando
que no había llegado a ningún acuerdo con su padre. Tampoco quiso detenerle
cuando la dijo que aquella noche dormiría en su poblado. Más tarde ella buscó a
Vaquero para sonsacarle algo de la reunión porque Seth también había
desaparecido. Fue frustrante cuando vaquero se disculpó diciendo que no tenía
tiempo y Dani llegó a sospechar que no querían hablar con ella adrede.
Encontró a Cruz en su habitación y aunque al principio
las palabras fueron frías, poco después se hallaban riendo disfrutando de lo
poco que faltaba para el triunfo.
De esta guisa las encontró Alicia que se unió a ellas con
una extraña mueca. Dani la vio guiñarla el ojo antes de decir:
-¡que morro tiene
Seth! – Cruz se envaró.
-¿Por qué lo
dices? – preguntó Dani siguiendo su juego.
-¡Pues no se acaba
de encerrar en el cuarto de Elisabeth!
-¿¡que?! – dijo
Cruz.
-¡no me digas! –
Siguió picando Dani - ¿y si pegamos la oreja en la pared? Puede que les
escuchemos… ahh… ahh… – jadeó.
Alicia y Dani rompieron a reír al ver a Cruz salir del
dormitorio para ir directamente al de Elisabeth. Se callaron de repente:
-Alicia ¡la has
liado!
-Lo sé, pero mola
¿no?
24
Cruz golpeó dos veces la puerta y esperó impaciente. ¿Estaría
Seth de verdad allí? Y si lo estaba ¿Qué decía? Mil imágenes pasaron por su
cabeza, los imaginó desnudos sobre la cama… ¡maldita Alicia! ¡Y Eli! ¿Cómo podía
hacerla eso a ella?
Fue a golpear de nuevo pero se contuvo ¿Qué demonios estaba
haciendo? ¿Qué la importaba que Seth estuviera allí? Tragó con temor e inició
el regreso a su dormitorio. La puerta se abrió. Elisabeth la sonrió quitándose
la cazadora. Acababan de llegar. Cruz suspiró inconscientemente, había llegado
a tiempo.
-Hola Cruz
¿necesitas algo?
-Mi madre quiere
verte abajo – mintió procurando que su voz no delatase la ansiedad que sentía.
-Vale ¿te
importaría decirla que ahora bajo?
-¿crees que soy tu
correo? – se arrepintió de decirlo en el mismo momento que escuchó su tono de
voz. Una bruja, así es como se estaba comportando. Y la pobre Elisabeth la
miraba sin entender.
-Perdona Cruz,
pensaba que tú ibas a bajar – la joven terminó de abrir la puerta colocándose
el abrigo de nuevo. Seth sentado sobre la cama se hallaba inclinado hacía
adelante.
“¡se esta quitando las botas! – pensó mirando
disimuladamente. ¡Maldito cabrón!
Seth estaba de
perfil y el largo cabello caía sobre su cara por lo que no pudo verle el
rostro.
-Vengo ahora Seth
– dijo Elisabeth.
-No pasa nada,
vengo más tarde. –respondió él levantándose.
-¡no! Vete mirando
la colección seguro que te gusta alguno – Cruz logró ver el borde de una caja
de cartón que se hallaba tras la cama, justo donde Seth había estado inclinado
– Son discos de vinilo de la década de los ochenta. Ya nadie tiene de estos pero
Seth ha encontrado un tocadiscos y queríamos probar algunas canciones. – Contestó Elisabeth a la silenciosa pregunta
de Cruz - ¿te apetece mirar alguno?
-No… gracias. -
negó. En aquel instante Cruz deseó que la tierra se la tragase. Se había
convertido en una rastrera, en una arpía, una mala persona. Elisabeth era una
de sus amigas y jamás se liaría con Seth. La culpa era de Alicia y suya, por
dejar que la otra la malmetiera.
-Vengo en otro
momento – repitió Seth. Cruz se apartó de la puerta para dejarle pasar, pensó
que al menos la miraría, esperó algo, una mueca, un gesto…
-Nos vemos Cruz –
se despidió Elisabeth caminando tras de Seth.
Cruz fue incapaz de moverse mientras miraba la espalda
del hombre, el cabello acariciaba sus hombros mientras caminaba hasta la
escalera. Le echaba muchísimo de menos, se arrepintió una y otra vez de su última
discusión. Debería haber hablado con él, hacerle entender que el Justo ya
estaba muerto aunque no hubiera disparado. Debía haberse abierto a él en vez de
ser una hija de puta y estar machacándole desde el mismo día en que le conoció.
Si ella hubiese sido Seth habría actuado igual que él, pero ella era Cruz y
estaba enamorada del hombre que en aquel momento más la odiaba. Ni siquiera se
dio cuenta que estaba sola en el corredor hasta que Dani salió por la puerta y
la abrió los brazos. ¡Su salvadora! Dani siempre estaba allí.
Se arrojó a ella rodeando su cintura y rompió a llorar
deshecha en angustiosos sollozos. No supo como llegó al dormitorio ni lo que
Alicia y Dani la decían, solo podía pensar que Seth no la había dirigido la
mirada, no era digna de él y otra vez volvió a sentirse como el día que Lady la
salvo la vida. Destrozada por dentro.
-¿quieres que yo
hable con él? – la preguntó Dani limpiándola el rostro con una sabana que poco
antes había arrancado de su cama. Trataba de animarla – Seth es buena gente.
-Prefiero que no
le digáis nada, además tampoco querría estar conmigo después de lo que sucedió.
-Por favor Cruz,
la era de las mojigatas y las vírgenes desapareció hace mucho tiempo. Mujeres
al poder – el cojín que lanzó Dani impactó con puntería en la cara de Alicia.
Cruz sonrió divertida, había sido gracioso tanto el golpe
como el lanzamiento. Alicia se dejó caer con una carcajada sobre el suelo.
-No escuches a
esta pazguata querida. Os recuerdo que yo era virgencita hasta hace poco, luego
apareció Diego y…
-¿una cerveza
Cruz? – preguntó Alicia poniéndose en pie, Dani seguía hablando hasta que se
dio cuenta que ambas salían al pasillo. - ¿Por qué me habéis ignorado? – caminó
con prisa tras ellas.
Cruz se sintió mejor, escuchaba relatar a Dani tras suyo,
Alicia la había cogido de un brazo y descendían juntas la escalera.
En el salón se produjo un repentino silencio y todos los
ojos se clavaron en ellas.
Cruz se detuvo haciendo que sus compañeras se parasen.
Todos los presentes eran conocidos pero había algunos que no iban al “muro
“desde hacía años. La sensación de que algo malo sucedía la llenó de un miedo
súbito. No la miraban ni a ella ni Alicia.
Dani se había dado cuenta y había reculado varios pasos
en la escalera. Cuando estaba en el local nunca iba armada, pero aquel momento
era el ideal para estarlo.
Cruz miró a su madre y Carmele enseguida sacó la escopeta
que había tras el mostrador.
-¿Es verdad que
eres un Justo? – gritó un hombre mayor con mirada furiosa. Varios se pusieron
en pie amenazantes.
Cruz también subió un par de peldaños de espalda, aunque
la fuera la vida en ello nunca dejaría que hicieran daño a Lady. Alicia se
quedó en el sitio con actitud amenazante.
-¡responde! –
gritó otro, las voces comenzaron a elevarse con tonos nerviosos.
-¡El primero que
de un paso adelante le vuelo la cabeza! – gritó Carmele saliendo tras la barra.
Los ánimos estaban demasiados caldeados.
Vaquero y Seth
entraron en el muro en ese momento.
-¿Qué esta pasando
aquí? – Se unieron a Carmele. Vaquero llevaba un par de revólveres en las
caderas, bajo el largo abrigo que rozaba sus piernas al caminar.
-¡Es un Justo!
-¡un maldito
Justo! – sonó una voz ronca desde el fondo. Los que aun seguían sentados se
pusieron en pie.
Cruz sintió miedo por Dani y por Alicia. El local estaba
lleno y ellas desarmadas. Se puso tan nerviosa que incluso llegó hacer planes
para escapar por la ventana que daba al tejado del cobertizo, una tontería
porque Dani no tenía pensado huir. Lo notó en su apostura recta y orgullosa
mirando a la gente desde lo alto.
-¡espía!
¡Traidora!
-¡No mereces
seguir con vida!
Los gritos siguieron sucediéndose, cada vez menos y más
relajados pero de un modo continuado formando varias discusiones dispersas, los
que estaban a favor de Lady contra los que no.
Cruz miró de reojo a Dani, no podía creerlo pero…
lloraba. Lady de los Justos estaba llorando. No movía ni un solo musculo de su
rostro, tan solo gruesas lágrimas se deslizaban por sus mejillas. La dolió
verla así después de todo lo que Dani había echo por el Sur. ¿Qué más daba su
apellido si lo que importaba eran sus acciones? En ese momento Lady se debía
sentir traicionada, dolida…
-Ella rescató a mi
hija – Un hombre seguido de cinco
sujetos más se unieron a Seth formando barrera en la escalera – Se lo debo.
-No me debes nada
– contestó Dani sin moverse del sitio. El hombre asintió y enfrentó al resto
con la cabeza bien alta.
Unos tan solo miraban, otros parecían pensárselo, algunos
más se unieron a Vaquero pero todavía quedó una pequeña minoría que la miró con
ira.
-Vuestra gente
estaba dispuesta a este pacto – les dijo Vaquero. Se elevaron murmullos de
disconformidad.
-¿Qué pacto? –
preguntó Alicia con firmeza. Nadie la contestó y los minutos se alargaron
lentamente, con pesadez. ¿Estaban hablando de la reunión que habían tenido con
el Justo y el Corso? Ella tampoco había escuchado nada sobre los términos o si
habían quedado en algo. Pensó que el corazón la saldría del pecho, Alicia se
había sacado un cuchillo de la bota y lo había apoyado en el cuello de Vaquero
mirándole con hostilidad. - ¡el pacto! – Le gritó furiosa -¡háblame de él!
-¡Alicia por dios!
– exclamó Carmele perdiendo el color de su cara.
Cruz notó la intensa mirada de Seth sobre ella.
-¿Qué pacto Seth?
– Se atrevió a preguntarle - ¿Quién les ha dicho que ella es Lady de los
Justos?
-Mi hermano.
-¿Qué? – escuchó
preguntar a Dani en un hilo de voz.
-No puede ser…-
Cruz la miró a ella y de nuevo a Seth - ¿nos ha vendido?
25
Se estaba comportando como un cobarde, lo sabia. No debía
haber ocultado a Dani nada relacionado con su padre. A priori le había parecido
buena idea pero ahora las dudas le asaltaban y analizando la situación
fríamente comenzaba a descubrir ciertos escollos en su plan, no obstante era
hombre de palabra y no iba a dar marcha atrás en las negociaciones.
Estaba decidido, a primera hora de la mañana esperaría a
los Justos y los guiaría hasta Dani. El encuentro no iba a ser muy agradable
pero él estaría allí apoyándola en todo momento, total, el Justo solo iría a
confirmar que ella se encontraba donde Diego había dicho.
Seguramente esa noche nadie seria capaz de dormir. Él,
porque no podía dejar de imaginar la reacción de Dani, el Justo por el próximo
encuentro con su hija y la pobre Dani seguramente que tenía su cabeza apunto de
explosionar tratando de averiguar que era lo que sucedía con exactitud. Ella no
era ninguna tonta, al contrarió, era Diego casi el que esperaba que Dani
enviara todo al diablo con alguna extraña maniobra.
Ella le había dicho que confiaba y Diego esperaba de todo
corazón que así fuera, porque lo que iba a suceder el día siguiente seria algo
importante.
Por otro lado en el “muro” se hallaba Vaquero y Seth,
ellos le habían dicho que Dani no sabría nada por sus bocas, no prometían
mantenerse callados si el acero de Dani amenazaba sus gargantas pero
intentarían alargarlo todo lo posible. Además si ella se enteraba antes se
negaría a tener una entrevista con su viejo y ni él, ni nadie, podrían
obligarla a lo contrario.
De haberse quedado a pasar la noche con Dani, ella le
hubiera sonsacado toda la verdad, pero tener que estar solo, en su dormitorio,
viendo pasar las lentas agujas del reloj que colgaba de su pared, le parecía la
manera más horrible de perder un tiempo precioso.
La bolsa de piel oscura cayó con fuerza sobre el piso con
un ruido seco y pesado.
-Vámonos Lady, nos
queda mucho por recorrer – advirtió Alicia corriendo de un lado a otro mientras
guardaba más pertenencias.
-He preparado algo
de comida para que os apañéis los primeros días. Son cosas fáciles de llevar en las motos –
Carmele se acercó hasta Dani que había centrado su mirada en la bolsa del suelo
– también te quiero dar esto – la mostró un paquetito de tela y abrió una
esquinita para que Dani lo mirase – son algunas joyas, no tienen mucho valor
pero seguro que os sacaran del paso en algún momento – se inclinó sobre la
bolsa para guardarlo.
-Eso os va hacer
más falta a vosotros – dijo Alicia pasando a su lado – Cruz no tienes por qué
venir.
- voy a ir.
Carmele cogió del
brazo a su hija:
-Quédate. Ellas
pueden enviar algún recado con Juan o con Manuela cuando estén instaladas en un
sitio más seguro.
Cruz volvió a
negar con cabezonería.
-No voy a ir a
ningún lado – la voz fría de Dani detuvo tanto las conversaciones como los
movimientos de Alicia. Todas se volvieron a mirarla con sorpresa. – Lo habéis
oído bien. No pienso marcharme de aquí. – Había tenido toda la noche para
pensarlo, o por lo menos desde que ella supo que la habían descubierto. No iba
a huir, conocía demasiado bien a Vaquero y si ella corriera peligro sería el
primero en decirla que se marchara, él mismo seria capaz de llevarla por el
mismísimo mar si hacía falta. No, no podía desconfiar de Vaquero y tampoco de
Diego.
No entendía muy bien los motivos de Diego ni que plan
tendría preparado pero esperaba que tuviera el éxito esperado, si no ella se
veía criando malvas.
-¡claro que nos
vamos a ir! Y ahora mismo además, venga, recoge las cosas Dani.
-Al menos hasta
que se calmen un poquito por aquí o sepamos bien de que va todo este asunto –
intercaló Carmele de acuerdo con Alicia.
-He dicho que no –
repitió Dani colocándose el cinturón plateado y afianzando la catana en la
funda de cuero – Estoy deseando saber que va a pasar y no pienso perdérmelo.
-¡Si no te lo vas
a perder! estarás como siempre en primera fila – Alicia estaba de muy mal humor
y otra vez se dispuso a terminar de recoger – Si confías tanto en ese maldito de
Diego ¿Por qué no nos da la cara?
-Ella tiene razón,
todos los hombres…
-No Cruz, él es
diferente. - ¿y porque sintió tantas dudas de repente? Se suponía que tenía que
fiarse de él porque no habían fingido y se amaban de verdad. Buscó entre sus
recuerdos hasta hallar aquel trozo de conversación murmurada en la oscuridad “Yo
siempre estaré a tú lado, Dani, junto a ti”
-¡de verdad chica!
Me gustaría tener la seguridad que tienes tú pero es imposible. Ya todos saben
quien eres…
-Te recuerdo que
anoche acabaron apoyándome todos. – replicó. Había alguno que todavía no la
miró con buenos ojos cuando salió del muro, pero no era peligroso.
-Por nuestra gente
no debes preocuparte Alicia, me da más miedo saber porque Diego la ha delatado
– dijo Cruz.
-Eso es lo que yo
quiero averiguar – Dani se encogió de hombros y golpeó la pesada bota en el
suelo como si estuviera desentumeciéndose los pies. No sentía miedo por lo que
pudiera pasar, al contrario, estaba deseando que lo que fuera, sucediera y
terminara con su incertidumbre – Vaquero dijo que hoy nos lo explicarían y no
pienso marcharme de aquí sin saber por qué. Puede que salga perdiendo – dijo en
el mismo tono de “te lo advertí” que probablemente la hubiera dicho su prima –
pero si yo caigo Diego caerá conmigo. – y su promesa se reflejó en el acerado
brillo de sus ojos grises.
Horas antes, cuando estaba parada en la escalera
observando a las personas que la increpaban, se había sentido pisoteada,
traicionada, como si todo lo que hubiera hecho por aquella gente no hubiera
tenido valor alguno. ¡Ella había robado para alimentarlos! Había llenado sus
depósitos e incluso los había defendido. Pero lo peor de todo había sido la
traición de Diego, de la persona que más amaba. Al enterarse de lo ocurrido
había sentido ahogo en el pecho, rabia, incredulidad. Tras pensarlo con calma
había sido peor. ¿Qué tramaba el hombre para andar con tantos secretos?
Dani era una guerrera con mente fría y era capaz de
soportar las cosas más crueles y horribles. Esperaba no cambiar de parecer
cuando supiese la verdad.
-Me alegro que
esto se acabe padre – dijo Tony con sinceridad. La noticia de la muerte de
Javiche había sido un mal trago para la familia. Pensaban que eran invencibles
y una vez más la vida les demostraba que no.- Al final las cosas han salido
como esperabas. Desde luego que tendría cuidado con Bernardo…
-olvídate de ese
pringado que tiene agua en el cerebro. ¿Te dije porque quería las tierras…?
-Si, por las minas
– asintió. Ya se lo había dicho unas cuantas veces pero a su padre le encantaba
repetir las cosas una y otra vez, a veces hasta contadas de diferentes
maneras - Pero entonces no nos uniremos
a él. ¿No?
-No por el
momento. – sus ojos brillaron al pensar en algo divertido pero la expresión de
su cara siguió tornándose seria. Tony le había visto reír en muy poquitas
ocasiones y aunque descifraba que en aquel momento era un hombre feliz, no lo
demostraba. –Yo sabia que Lady sería la única que podía conseguir lo que no
hemos hecho nosotros – Tony se acomodó para volver a re escuchar lo que tantas
veces el Justo decía. Puede que a ella nunca se lo hubiera dicho o incluso que
ni si quiera lo supiese, pero el Justo había estado muy orgulloso de la fuerza
y la destreza de Lady, tanto que por eso la obligó a ejercitarse como ellos, a
luchar como un verdadero general y a sacarse las castañas del fuego ella solita
sin ayuda de nadie. Si, sabia que Lady conseguiría lo que se propusiese – Todo este tiempo pensando que esa cabrona
había huido… y estaba metida en el ajo de todo. ¡No lo puedo creer! Ese
Torresino me gusta, ha sabido jugar bien sus cartas.
Tony le miró con respeto como siempre hacía.
-¡diría que le
admiras!
-En cierto modo
si. Ha tenido los suficientes cojones como para enfrentarnos, nos ha burlado…
-Padre, era Lady
la que entraba a saquear, no el Torresino.
-¿Qué más da? El
hombre ha dicho qué están juntos en esto.
-Que lastima que
Javiche no halla podido enterarse – dejo caer Tony con un ligero tono de
reproche.
Su padre cerró los ojos con fuerza ahogando su pena. Jamás
les demostraría el dolor que esa muerte le producía. Prefería quemarse en el
infierno a que los demás pudieran encontrar su debilidad, pero Tony sabía donde
era débil y que le producía más daño. Cuando lady había desaparecido el Justo
se había vuelto loco buscándola, incluso llegaron a pensar que los mismo del
Sur se habían atrevido a secuestrarla. Luego se dieron cuenta que Alicia la
acompañaba junto a las motos después de haber liberado a una joven que Javiche
mantenía encerrada. Tony nunca había visto bien que su hermano hiciera aquellas
barbaridades con las mujeres, él mismo era un guerrero, un hombre que le
gustaba pelear, pero jamás, en ningún
momento y bajo ningún concepto se hubiera atrevido hacer daño a una
mujer, lo que no sabía era porque su padre lo había consentido, de no ser que
estuviera ignorante frente a los caprichos del hijo menor.
Recordó como había maldecido a Lady tachándola de
cobarde, ahora el Justo sonreía olvidándose de todas las ofensas que Lady le
había hecho escondida bajo la fachada de escoria. ¿Deberían de dejar de
llamarlos así ahora que su hermana gobernaría
la mitad del país?
-Si, por fin he
conseguido lo que quería Tony. Te dije que esas tierras nos pertenecerían y lo
hemos conseguido sin derramamiento de sangre, como tú querías ¿no?
Llevaba razón.
Tony igual que amaba la guerra, le gustaba enfrentarse con gente bien preparada
pero no con seres indefensos que no habían cogido un arma en su vida o que se
desmayarían con solo oler la herrumbre de la sangre. Si hubiese querido acabar
con la gente del Sur, hace tiempo que habría acabado con ellos sin embargo
últimamente varias bandas nuevas habían tratado de penetrar por el norte y él
se había hecho cargo de no permitirlo.
-Padre nosotros no
hemos conseguí…
-nosotros no pero
lady si. ¿Qué más da si en vez de Bernardo de los Corsos y Silva, es Diego
Torresino? Solo he cambiado de yerno pero el fin es el mismo. Esta guerra la ha
ganado un Justo. Diego tiene pinta de saber por donde ponerse los pantalones y
será un buen apoyo para nuestra niña.
-Mi hermana no querrá verte.
-Lo sé Tony, pero
si quiere la paz para su gente no tendrá más remedio que soportarme de vez en
cuando, después de todo, ellos me informaran de todos sus pasos y nosotros de
los nuestros.
-¿Entonces
dejaremos a Bernardo en su afán de conquista que se largue solo?
-¡anda, que se
vaya y no vuelva! Menudo maricón de mierda. El Torresino le dio la oportunidad
de luchar por Lady y él dijo que ya no le interesaba.
Tony rio con cinismo:
-Solo le
interesaba el poder, no sé de que te extrañas.
-No me extraño,
solo me sorprende que se haya dado cuenta tan tarde, Lady era mucho más fuerte
que él y lo habría liquidado en la primera discusión que tuviese. Ahora que no
hay gobierno nos limitaremos a defendernos de los intrusos y por supuesto
cercar la zona para que nadie pase sin permiso. Lady dirigiendo el sur y tú… el
norte, nos convertirá en una potencia importante.
Tony le miró con la boca entreabierta. ¿Su padre había
dicho que él dirigiría…?
- has oído bien
muchacho. Ya va siendo hora de que me releves, estoy perdiendo facultades.
Tony sonrió con amplitud, después de todo debería
agradecer a su hermana el rápido ascenso que acababa de conseguir.
-Se lo que voy
hacer en primer lugar – cogió una copa de vino que su padre le sirvió y después
de dar un sorbo corto continuó hablando emocionado –Daré la orden de que
abastezcan los comercios y podemos volver abrir las rutas marítimas. Puede que
haya algún país dispuesto a negociar con materias primas. – No vio a su padre
saliendo de la habitación con la sonrisa en los labios – Mi hermana y yo…
prefiero tratar con el Torresino ¿crees que será posible?
Al volverse se encontró solo.
26
Dani volvió a mirar por la ventana pero esta vez, en vez
de regresar hasta la estufa de leña, se quedó en el sitió con los ojos clavados
en la furgoneta de Diego.
Dio un paso atrás para no ser vista desde el exterior,
desde hacía unas horas los sureños habían comenzado a reunirse en el
aparcamiento. Niños, mujeres, ancianos, gente que conocía de vista al cruzar
las aldeas, todos acudían como gotas de agua formando un gran charco en una
procesión que no había cesado desde primera hora.
En ese momento Dani no se preocupó por la gente, solo
deseaba ver el rostro de Diego y sus gestos, si le veía tranquilo todo iría
bien, desde luego más le valía que todo saliera bien porque era la primera vez
que el muro se llenaba de tantas personas indefensas y débiles.
Salió Diego y como si supiera que ella estaba allí
levantó la mirada hacía la suya. Fue tan solo unos segundos que parecieron
detener el tiempo, creyó ver la
preocupación en el semblante del hombre a pesar de su mirada tranquilizadora.
Vestía con vaqueros y cazadora de piel con los bordes en
lana de borrego, estaba tan atractivo como siempre pero esta vez parecía
rodeado de un aura enigmático y peligroso.
Dani se acercó más al cristal de la ventana en cuanto el
Justo descendió por el lado del copiloto.
-¿esta loco? ¡Qué
diablos está haciendo! – se giró abruptamente buscando a Carmele – Él esta
aquí.
-¿El Torresino? –
Alicia se levantó y caminó hacía la ventana. Dani fue tras ella pero ya no
podía verlos, debían haber entrado en el
muro.
-Mi padre – la
contestó mirándola. Pudo sentir la tensión y el miedo como se reflejaban en el
rostro de su prima.
-¡¿estas segura?!
– medió chilló Carmele.
Dani atravesó la habitación con rapidez y descendió los
escalones saltándolos de dos en dos. Seth la esperaba en el final y ella se
detuvo con ojos interrogantes. No sabía si la estaba deteniendo o…
-Han pasado a la
sala de la bodega – la dijo.
Dani le rodeó y con paso seguro se dirigió allí apenas
echando un vistazo a los que ocupaban el lugar. ¿Habría venido su padre solo?
¿Por qué? No terminaba de entender muy bien. ¿Su padre solo?
Entró sin llamar empujando la puerta con fuerza, los
goznes temblaron y un trozo de pintura blanca cayó al suelo.
Diego y su padre se hallaban en pie mirándola como si la
llevaran esperando toda la mañana.
Nadie habló, Lady con los ojos fijos en su padre, no
había cambiado nada, quizá tenía más acentuada las comisuras de los ojos pero
por lo demás seguía siendo un tipo grande, alto y cuadrado. Vestía una guerrera Alemana con coderas negras donde
lucia todas las estrellas y condecoraciones que el ejército le dio en su tiempo
joven, estaba igual, solo que ahora con el cabello cano.
Él la miró
largamente y Dani contuvo la respiración. La estaba estudiando… lo había hecho
muchas veces y conseguía ponerla nerviosa con tanto escrutinio. Su corazón
aleteaba como una mariposa en su pecho e inconscientemente esperó a que él
asintiera conforme. No lo hizo.
-¿Cómo te va Lady?
No la daba la gana contestar, no quería hablar con él y
no pensaba hacerlo, si Diego le había llevado que hablara con él.
Diego la detuvo antes que saliera de la sala:
-Espera Lady.
Se volvió hacía él enojada.
-¿Por qué? ¡No
quiero hablar con él! – ignoró a su padre deliberadamente sin advertir el nudo
que el Justo pretendía tragar. –No se para que le has traído, si has hecho un
pacto me parece muy bien, si no… - miró a su padre que se hallaba erguido en
toda su estatura mirándola con una semi sonrisa. Se enojó, ese gesto la pareció
presuntuoso, volvió sus claros ojos a Diego de nuevo – lo que tengáis que
discutir lo podéis hacer vosotros solos.
-Lady…
-Déjalo Diego Torresino
– El Justo dio un paso hacía ella – He venido porque quería verte – la explicó.
– Creo que tendríamos que hablar ¿no crees?
Lady estuvo a punto de
morir ahogada con su propia saliva. Su padre quería hablar. ¿Cuando
habían hablado ellos?
Diego la entregó un vaso de agua acompañado de una
pequeña palmada en la espalda.
-Escúchale Lady,
por favor, si no te gusta lo que oyes – se inclinó más sobre su oído y Dani se
estremeció al sentir su aliento sobre el cuello – le matamos.
Le buscó la mirada, Diego sonreía con tranquilidad,
mentía.
Dani miró a su padre todavía dudando durante unos minutos
silenciosos y eternos, por fin se sentó frente a una mesa haciendo el
grandísimo esfuerzo de escucharle.
Cruz corrió a toda velocidad por el estrecho camino de tierra.
La asfixia, la falta de aliento la ahogaba y secaba su garganta pero no dejó de
correr. Le habían dicho que Seth se marchaba fuera del país y debía alcanzarle
antes que fuera demasiado tarde. No sabía siquiera que le iba a decir, pero
quería despedirse, verle por última vez antes que se marchara y saliera de su
vida definitivamente.
Se detuvo solo unos segundos para tomar aire y se lanzó
de nuevo a la carrera. El sol que
penetraba entre las hojas de los arboles que bordeaban el camino daba sobre sus
ojos de forma intermitente y molesta. Hacía un precioso día de invierno,
soleado, frio, sin aire y tranquilo. El día ideal para iniciar un viaje sin
retorno ¡Seth No podía haberse ido sin avisarla!
Salió del camino antes de tomar la curva para atajar lo
más posible, sobre una pequeña cima vería con seguridad si Seth aún estaba con
el grupo despidiéndose de ellos, rezó para que estuviera allí. ¿Por qué había
tenido que ser la ultima en enterarse?
El ultimo trozó de cuesta lo alcanzó ayudándose de las
manos y entre jadeos buscó a Seth con la mirada.
Las praderas blancas y extensas con diminutas casitas
aisladas se abrían ante sus ojos como una postal navideña, más a la izquierda
el mar se unía al cielo. No había nadie a la vista.
Sus labios comenzaron a temblar en el mismo momento que
sus ojos se abnegaron en lágrimas. Seth estaba muy lejos en la carretera
general con rumbo al norte, cargaba tras él un enorme macuto.
Cruz se dejó caer de rodillas y le siguió con la vista
hasta que no fue más que un punto negro en el horizonte. Seth se había marchado
y no la había dicho nada, ni un adiós, ni una mirada… No iba a llorar, la
ardían los ojos, la dolía la garganta pero no iba a llorar. Su corazón retumbó
en sus oídos con la fuerza de un tambor y las uñas se clavaron en las palmas de
sus manos de apretar los puños con fuerza.
Su corazón la decía que no abandonara, que luchara por él
¿para que? Seth no la pertenecía.
De haber sabido todo lo que iba a sufrir a causa de
rechazarle una y otra vez. ¡Por dios! ¿Seth no se daba cuenta que ambos
sufrían? Porque no podía verle la cara pero lo sabia. Seth había sentido algo
por ella, y aquello que ella había ignorado ahora se esfumaba como el humo de
una chimenea, se iba para no volver, pero Cruz no lloró.
Al cabo de unas horas se levantó del suelo, sentía las
piernas como corcho de no haberse movido de allí esperando que Seth regresara,
que se le hubiese olvidado algo, que hubiera recordado que no se había
despedido de ella… por el camino no apareció nadie y el sol comenzó a ocultarse
en un precioso atardecer.
La vinieron a la mente muchos de los momentos que
compartieron, cierto que no fueron muchas risas, se mordió el labio pensativa,
demasiadas pocas risas y muchos mosqueos y broncas. ¿Por qué iba Seth a querer
algo así cuando él era totalmente distinto? Alegre, jovial, caballeroso… No iba
a llorar ahora tampoco. ¡No lo haría! Aspiró con fuerza y soltó el aliento
intentando que no temblara. ¿Por qué su estomago se contraía y se agitaba? ¿Por
qué su garganta tenía que hacer esos extraños ruidos? ¿Por qué sus mejillas se
hallaban húmedas?, pensó limpiándose con la manga de su chaqueta. ¡Había jurado
no volver a llorar después de acabar con Javier!
Como una sombra penetró en el muro, no respiraba porque
la angustia del pecho amenazaba con estallar. Se deslizó a su dormitorio en un
paso lento y cansado, sin prisa.
Si escuchó a Dani reír con Diego al otro lado de pasillo lo ignoró, era incapaz
de escuchar o ver nada. Se arrojó sobre la cama con temblores incontrolados,
pero… no lloró.
-Una cerveza guapo
– la camarera rubia de la gasolinera le había guiñado el ojo en dos ocasiones,
de modo que Seth ya sabría donde iba a pasar esa noche, en la mañana
continuaría hacía el norte, quería comprobar con sus propios ojos como estaba
el mundo.
Bebió un gran trago de cerveza y apoyó los codos sobre la
mesa. Se había sentado muy cerca de un gran escaparate desde el que podía
observar a la gente pasando o terminando de cerrar los negocios que aun
funcionaban.
La ciudad era un caos total, pintadas y grafitis llenaban
las calles sucias y embarradas. Cubos de basura envueltos en llamas calentaba a
la cantidad de personas que deambulaban por allí en busca de algunas monedas o
a lo sumo algo que llevarse a la boca.
-¿quieres otra,
guapo? – la muchacha se había inclinado mostrándole unos senos blancos y
redondos por el hueco de su blusa.
-Solo si me
acompañas – la sonrió seduciéndola, la chica abrió los brillantes ojos con
entusiasmo.
-Media hora y me
marcho – asintió ella - ¿me esperas?
Seth asintió con una sonrisa y retomó la jarra de
cerveza. Sus ojos siguieron a la camarera observándola con interés. Hacía mucho
tiempo que no estaba con ninguna mujer, y esta, a pesar de ser rolliza tenía un
rostro muy dulce de mofletes sonrosados y ojos celestes.
Por un momento el recuerdo de Cruz invadió su cabeza y la
sonrisa desapareció como por arte de magia.
No había podido despedirse de ella, le había faltado el
valor para hacerlo, porque no estaba seguro de querer irse o querer quedarse
aunque tuviera que suplicarla que estuviera con él. Desde que el Justo murió,
las cosas cambiaron radicalmente entre ellos, Quiza fuera él al juzgarla como
lo hizo, o ella al demostrarle que jamás aceptaría a un hombre.
Sin ella el mundo se le quedaba grande, demasiado grande
y austero. Si al menos supiera que Cruz iba a ser feliz, pero no, ella estaba
encerrada en un vacío hermético donde el corazón se la había vuelto de hielo,
sus ojos cristales encendidos.
Buscó en su memoria un momento en que ella sonrió y lo
atesoró muy dentro de él, siempre la recordaría con un gran cariño.
-¿Nos vamos guapo?
Por cierto me llamo Estefanía, pero me llaman Estefi. ¿Tú?
-Seth Torresino,
si me llamas amor tampoco me molesta – ella soltó una carcajada y se tomó de su
brazo.
27
-¿te das cuenta que finalmente mi padre ha vencido?
Dani se hallaba bajo las frazadas por lo que Diego solo
escuchó su voz ahogada.
-Te repito que no
vamos a estar bajo sus órdenes.
Dani sacó la cabeza, sus ojos brillaron significativamente
al observar el torso desnudo de Diego antes que este terminara de colocarse el
grueso jersey de lana.
-No me mires así
nena, estamos hablando de algo serio.
-No en nuestra
cama, a partir de ahora queda terminantemente prohibido hablar de esos asuntos
en nuestro espacio y por cierto ¿Dónde vas con tanta prisa? – se estiró
perezosamente sobre el colchón y él siguió sus movimientos con deseos de volver
a entrar en la cama, pero no lo hizo y ella frunció los labios haciéndole saber
que la molestaba.
-Tony dijo que
abriría el centro de comunicaciones y que abastecería las tiendas, quiero echar
un vistazo.
Ella suspiró decepcionada, si por ella fuera ese día no
se habrían levantado de la cama.
-Diego, ¿nos
tenemos que casar de verdad?
-Hablas de ello
como si fuera algo horrible – se encogió de hombros y agitó la cabeza con una
sonrisa burlona – si total, tarde o temprano nos hubiéramos unido.
-¡nos hubiéramos
unido! ¡Tú lo has dicho! Pero no entiendo porque la tontería de casarse – soltó
una risa cristalina que empapó los sentidos de Diego – No existe el registro
tal y como lo conocemos, posiblemente seamos las primeras personas en casarse
después del cese del gobierno. – Dani volvió a reír – Los letrados y
funcionarios fueron los primeros en dejar sus puestos, los hospitales del norte
atienden a las personas según sus urgencias y necesidades y porque los médicos
se han ofrecido sin obtener nada a cambio… – se incorporó de la cama y tiritó
en contacto con el frío del dormitorio.
Cogió lo primero que tenía a mano que fue la chaqueta de cuero, y se la
puso sobre la piel desnuda. Los dientes castañearon – Torresino hemos estado
malviviendo, o sobreviviendo si prefieres llamarlo así. Los Justos tampoco lo
estaban pasando tan bien…
-Ahh! Prestaste
atención a tu padre.
Dani torció el gesto.
-Lo que quiero
hacerte entender Diego, es que la vida no será igual, debemos partir de cero.
Hazte a la idea de que todo es como el principio de los tiempos – él frunció
más el ceño todavía – como las historias esas de medievales, del mago Merlín,
Ivanhoe… Tenemos que resucitar un país.
-Dani, de verdad,
yo solo quería saber si ya funcionan los ordenadores, nada más – contestó medio
balbuceando.- ¿Por qué no regresas a la cama y descansas? – La besó en la
frente y salió por la puerta, sin embargo se volvió a mirarla antes de cerrar – Podrías ir buscando… un escribiente, por que
nos casamos. Ese fue el trato.
-¡Tú trato! –
gritó ella para que la escuchara, Diego ya había cerrado la puerta. -¡tendrá
morro! Y encima dice que mi padre fue más educado que yo. ¡Ja! – bufó enojada
buscando sus ropas.
El Justo al final se había salido con la suya, Lady iba a
ser la alianza, y ahora lo era. Claro que Diego no era lo mismo que Bernardo y
Diego no se iba a dejar manejar con facilidad. Además era un alivio el saber
que su padre cedía el cargo a su hermano mayor, y esté no parecía llevarse
demasiado mal con Diego. Ella ya les había advertido la noche anterior, no
pensaba tratar ni con su padre ni con ningún familiar, Diego quería casarse,
¡pues que él apechara con las consecuencias!
-¡Carmele! ¿Dónde
esta Cruz? – Dani llevaba un rato buscando a las chicas sin hallarlas y
comenzaba a pensar que habían salido sin ella. A lo mejor se pensaban que
porque ella y Diego se iban a casar debían dejarla de lado. ¡Pues estaban
equivocadas!
-Deben estar en
alguna de sus habitaciones porque vi a Alicia subir varias botellas.
Dani arqueó las elegantes cejas.
-Mi prima no bebe…
- se miró el reloj de pulsera para terminar decir – a estas horas. – Carmele se
encogió de hombros y volvió a su tarea.
Dani ascendió al piso superior y enseguida vio la
trampilla del desván abierta con las escaleras desplegadas. Juraría no haberlo
visto en las dos veces que se recorrió el pasillo. Al llegar hasta allí escuchó
las voces de las chicas que llegaban bastantes animadas.
-Hola – saludó
subiendo – ¿os habéis olvidado de invitarme a vuestra fiesta?
Las miró y la sonrisa que tenía pintada en su boca
desapareció por arte de magia al ver a Cruz llorar como una madalena sobre el
hombro de Alicia.
-¿Qué ha pasado? –
preguntó.
Elizabeth era la chica que más cerca tenía y la que
contestó:
-Es por Seth. La
hemos dicho que no la queríamos dejar sola, y aquí estamos como tontas
llorando. – al decirlo se retiró una lagrima.
-Y bebiendo.
-pero llorando
también – replicó la chica. -¿y tú? ¿No estas con tu chico?
-¡que va! La
tecnología hoy es mucho más importante.
– cogió la botella que alguien la entregó. La miró como si fuera una
serpiente a punto de atacarla y luego bebió un buen trago. El líquido bajó por
su garganta prendiendo todo lo que tenia, ella jadeó simulando echar fuego por
la boca -¿pero que es esto?
-Aguardiente.
-¡oh vaya! ¡Esta
malísimo! – volvió a beber, esta vez entró algo más suave, las demás veces ya
no lo fue notando mucho. El cuerpo adquirió una calidez muy especial, era como
la sensación de caminar volando a ras del suelo.
-¿Qué haces Dani?
– la preguntó Alicia.
-¡mira! Parece que
las botas no pesan – giró por la habitación varias vueltas seguidas – Pruébalo
Ali, veras no pesa.
Alicia soltó una carcajada y desprendiéndose de Cruz la
imitó entre risas. Elisabeth se unió a ellas y entre todas convencieron a Cruz.
Charlaron y bebieron, bailaron y bebieron, lloraron y
bebieron.
-Que tire la
primera piedra la que no vaya borracha.
No fueron piedras las que rompieron el cristal de la
única ventana del desván, unas gafas de sol, unos guantes, un casco, varias
botellas vacías. Rompieron a reír escandalosamente y Dani se dejó caer sobre
una vieja alfombra, Cruz la siguió.
-¡no puedo creerlo
chicas! Estoy destrozada, echa polvo y vosotras habéis logrado animarme. ¡Sois
autenticas!
-¿ya te has
olvidado de él?
-No – Cruz se
encogió de hombros con una mueca divertida – pero habéis estado conmigo en todo
momento y…
-¡Vamos a
buscarle! – Dani se puso en pie al cuarto intento. – Venga vamos.
- ¿a buscar a
quien? – rio Alicia viendo a su prima trastabillar hacía la trampilla. La
imaginó cayendo por las escaleras y se acercó para cogerla la mano.
-¡pues a Seth!
Vamos Cruz, no te quedes hay como tonta…
-Estoy aquí Dani,
detrás de ti – contestó Cruz dándola con el dedo en el hombro.
Alicia volvió a soltar una de sus sonoras carcajadas. Se
había dado cuenta que Dani había confundido a Cruz con un alto perchero que
habían colocado en un rincón del desván.
-¿has visto el
moco que tenemos? ¡Si ni siquiera podemos llevar las motos!
Dani se rascó la frente asintiendo:
-¡es verdad
tenemos que coger las motos! ¿Por qué no las compramos con piloto automático?
- A lo mejor
porque aún no existen – respondió Cruz - ¿Por qué no existen, verdad?
-Yo no las he
visto nunca. – negó Alicia repentinamente seria.
- es porque son
muy rápidas – se inventó Dany.
- Pues le decimos
a Vaquero que nos lleve. A ver ¿alguna sabe donde iba Seth? – dijo Cruz
agitando la mano.
- ¡esperar! Voy hablar con Diego ahora mismo, él tiene
que saber donde esta. – todas escucharon el golpetazo que se dio Dani cuando
aterrizó las posaderas sobre el suelo
del pasillo. Se asomaron con distintas miradas, todas a punto de volver a echar
a reírse.
-Podías haber
utilizado la escalera – dijo Alicia reteniendo la risa en la garganta.
-Esto es más
rápido –contestó Dani con orgullo queriendo hacerlas creer que lo había echo
adrede.
28
-¿Dónde vas nena?
Dani había pasado de largo la puerta de su dormitorio, se
paró al escuchar a Diego girándose lentamente hacía él.
-Te estaba
buscando.
-¿estas bien? –la
preguntó acercándose a ella. En cuanto llegó a sus fosas nasales el olor de
alcohol la miró incrédulo -¿has bebido?
-¡No! ¡Que va! –
agitó la cabeza con tanta fuerza que estuvo a punto de marearse, con disimulo
se agarró al marco de la puerta y le sonrió con ojos brillantes – Alicia estaba
consolando a Cruz y me quede un rato con ellas. -¿la creería?
Diego alzó ligeramente las cejas y se apartó para que
ella entrara en el dormitorio.
-pasa Dani.
-Tú primero – le
dijo ella con un pequeño hipo.
-No pasa tú –
insistió él con una sonrisa. Quiza Dani pensó que Diego no se había dado cuenta
de que había bebido, pero Diego no solo tenía un fino olfato. Ella casi era
incapaz de sostenerse sobre sus piernas y su cuerpo se balanceaba
peligrosamente en el hueco de la puerta.
-Como quieras –
respondió Dani soltando un largo suspiro. Concentrada caminó hasta la cama
rezando por no desviarse de su objetivo, si guiñaba un ojo era capaz de ver con
normalidad, en cambio con los dos abiertos veía todo doble, se sentó con tanta
fuerza que todo el colchón vibró.
Diego había cerrado la puerta y la miraba con la espalda
apoyada en el muro y los brazos cruzados sobre el pecho.
-¿Qué has bebido?
Ella hizo una mueca de asco cuando levantó la cabeza para
mirarle:
-Aguardiente,
pero… creo que me ha sentado fatal – hundió la cara entre las manos.
Diego se acercó hasta ella y la rodeó los hombros con un
brazo.
-Eso creo yo. ¿Has
comido algo? – Ella negó con la cabeza igual que una niña - ¿quieres que te
suba algo? – volvió a negar.
Diego la ayudó a recostarse sobre la cama y ella forcejeó
entre risas:
-¿te quieres
aprovechar de mi?
-Pudiera ser
– logró tumbarla boca arriba y él se
sentó a horcajadas sobre ella cogiéndola de las muñecas. Muy despacio acercó su
boca a la de ella y Dani cerró los ojos, la besó ligeramente. - ¿quieres un
café? ¿Más aguardiente?
Dani se soltó una de sus manos y la puso sobre la boca al tiempo que trataba
de levantarse. Diego se apartó corriendo.
-¿vas a vomitar?
Ella asintió.
Las sombras de la noche se cernían en el exterior con un
frio helado, al menos no nevaba y llevaba varios días sin llover.
Dani se despertó con un buen dolor de cabeza, la boca
seca y el estomago revuelto. Como Diego no estaba por allí aprovechó para
borrar la huella del consumo abusivo de aquella mañana. ¡La última vez que bebía!
Se sentía como si un tren hubiera pasado por encima, no una vez, si no unas
cuantas.
¡Pobre Diego! ¿Cuántas tonterías le había dicho? Porque
recordaba algunas pero otras no… Sonrió. El chorro de la ducha golpeó su rostro
y ella se explayó con deleite, la fuerza del caudal del agua era más fuerte de
lo normal, así como la potencia de la luz que los últimos años la había tenido
al mínimo.
Estaba tan relajada que no supo que Diego había regresado
hasta que no metió la cabeza en la bañera.
-¿Cómo estas? – él
parecía serio quitándose la chaqueta.
-Como nueva –
extendió las manos mojadas hacía él - ¿quieres entrar?
Él miró el hueco dudando, se desnudó bajo los atentos
ojos de Dani y ella se apartó para dejarle pasar. Se abrazó a él en cuanto tuvo
oportunidad.
-Llegué a pensar
que moriría.
Diego rodeó su cintura y la atrajo contra él, la mano
libre la enredó en la media melena cobriza. El agua caía tibia sobre sus
cabezas y hombros.
-Como mucho un
coma etílico – tiró del pelo levantando su cara para absorber el brillo de la
mirada gris y cristalina. – Ya me ha contado Alicia vuestro plan.
-¿Qué plan? –
abrió los ojos con sorpresa. ¿Habían planeado algo que ella no podía recordar?
-Lo de ir a buscar
a mi hermano.
-Ahh, si, era eso
– le regaló una trémula sonrisa - ¡que susto! Ahora no me acordaba de nada. Recuérdame
que no vuelva a beber como una cosaca. – Alzó sus manos para rodear el cuello
masculino y apoderarse de su boca - por
cierto – murmuró contra sus labios de miel -¿sabes donde esta tu hermano?
Diego la tomó de las caderas y la levantó contra él
haciendo que las largas piernas rodearan su cintura.
-iba a pasar un
par de días en la ciudad y luego viajaba hacía el norte – la aplastó contra la
blanca pared de azulejos, ella le miraba con la boca entreabierta y las
mejillas teñidas de rosa. Sentía las fuertes manos masajeando sus nalgas – en
una hora aproximadamente saldremos a buscarle.
-Humm.
-¿te sientes bien
para venir? – ella volvió a gemir. En ese momento no sabía de lo que estaban
hablando, era muy difícil pensar cuando aquellas manos la acariciaban el
trasero y sus senos se frotaban eróticamente sobre el torso de él. La incorporó
un poco más y Dani exclamó cuando la tomó un pecho con la boca. Dejó caer la
cabeza contra la pared, sus manos se aferraron al cabello de Diego y se
estremeció cuando el hombre la invadió con todo su ser.
-Te quiero Diego –
le susurró antes de volverse loca de excitación.
Tiempo después Dani, vestida de cuero, se acercó hasta
las motos donde Cruz y Alicia la estaban esperando. Diego tenía ese gusanillo
especial por la aventura, había tomado un casco negro y esperó a que la
muchacha subiera ante él. Ya sabía por Seth que Dani era una conductora
magnifica y aunque había intentado convencerla de ser él quien llevara el vehículo,
Dani se había negado confesándole que nunca iba de paquete, sentía pánico
cuando no era ella quien conducía.
Se apretó contra la delgada espalda, otra vez estaba excitado
y es que estar con Dani tan cerca era un peligro constante. Durante el viaje
intentó pensar en otra cosa que no fuera aquel cuerpo caliente y suave que olía
a cuero con una mezcla de hierbas frescas.
Los arboles pasaban a su lado con velocidad sin poder
mantener la vista sobre un punto fijo, prefería su furgoneta mil veces, es
verdad que admiraba los moteros y las piruetas de las que tanto les gustaba
presumir, pero él era un poco receloso en cuanto a la seguridad de ese aparato
con dos ruedas.
Tenía una pequeña idea de donde podía estar Seth, al
menos le había estado ayudando a señalar el itinerario que iba a seguir. Miró a
Cruz que viajaba muy cerca de ellos, Alicia se había adelantado ligeramente.
No estaba muy seguro de como reaccionaria su hermano
cuando les viera llegar, quizá lo más lógico sería que solo él se acercara para
advertirle de la presencia y por su puesto, las intenciones de las chicas. De
seguro, Seth iba alucinar.
Muchas gracias por esperar. Ya estoy aquí más centradita.
Un besazo para todas.
29
Tan solo faltaban un par de horas para que despertara la
mañana y el dueño de la chocolatería aún no había podido cerrar el negocio.
No tenía ni idea de quienes eran aquellas personas que
habían ocupado los bancos cercanos al escaparate, las motos de fuera eran
suyas, así como los cascos apilados en una de las mesas vecinas. Daba igual
porque no había ni un solo cliente que no fueran esa pandilla de moteras y el
hombre alto y castaño que las acompañaba.
Al verlos entrar se había asustado y cinco minutos más
tarde se había ofrecido hacerles un pastel. ¡Eran tan agradables esas mozas que
hubiera sido capaz de prepararles una cena en condiciones!
Pero el tiempo había pasado, las chicas se habían
acomodado y el único que parecía despierto era el hombre que observaba todo con
ojos entrecerrados.
-¿le apetece un
café? – le preguntó cuando sus miradas chocaron.
Él asintió, acarició la cabeza de la pelirroja que tenía
al lado y se acercó hasta el mostrador.
- ¿no habrá visto por aquí a un tío que se parece a mi
pero con el pelo largo? – pregunto él joven tomando asiento en una banqueta
alta.
¡Claro!
- Estuvo aquí, si
– afirmó totalmente convencido- ¡No podía dejar de mirarle y era por eso! ¡Se
parecen muchísimo! – La cafetera comenzó a pitar y se dio la vuelta a recoger
la taza. El aroma del liquido caliente y amargo lleno la chocolatería – Ese
hombre es un familiar ¿verdad? Me preocupé cuando se marchó con Estefi – el
motero arqueó las cejas – Es la camarera del local de al lado, se fueron juntos
a primera hora de la noche.
Una de las chicas pareció despertarse, si es que había
dormido, y se acercó al mostrador observando al dueño con atención.
-¿sabe si se aloja
en los apartamentos de la esquina? – preguntó la joven con voz áspera y ronca.
-Claro que esta
ahí Cruz, vimos la moto – contestó su compañero.
- Ya pero pensé que podría estar durmiendo y que si iba,
le molestaría – dio un sorbo al café que había sobre la barra – ahora me da
igual lo que este haciendo – ella se giró pero el motero la cogió del codo.
-Déjame que yo
hable con él primero.
El camarero se retiro al ver la furiosa mirada de la
muchacha, aun así la dijo:
-Señorita, Estefi
es una buena chica, ese hombre… - Tenía miedo por que la ingenua Estefi se
viera envuelta en alguna bronca.
-Cállese – la voz
del amigo le sonó a orden y obedeció.
-Espera Cruz –
Dani la alcanzó antes que golpeara la puerta de la habitación - ¿has pensado
bien que le vas a decir cuando te pregunte que haces aquí? Escúchame, ¿si en
verdad no esta solo? No tienes ningún derecho sobre él.
-¿Qué pretendes
Dani?
-Quiero evitar que
Seth te avergüence. Espera a que estéis solos…
Cruz golpeó la puerta, Dani aguantó la respiración.
-¿estas segura
Cruz?
La muchacha negó.
Al cabo de unos minutos escucharon la voz de Seth y el
ruido del percutor de una automática rompiendo el silencio del corredor.
-¿Quién es? – la
voz ronca del hombre llegó ahogada por la madera.
- Dile algo –
murmuró Dani mirándola fijamente. No se cambiaria por Cruz en ese momento por
nada del mundo.
-¿a través de la
puerta? – susurró ella. Dani asintió.
-Si no contestas ¡lárgate!
– continuó diciendo la voz de Seth.
-Soy yo, Cruz –
medio gritó irguiéndose en la posición de firme.
Se hizo un silencio espeso, pesado, hasta que finalmente
Seth abrió la puerta. Se había puesto rápidamente unos ajustados pantalones y
llevaba el botón desabrochado mostrando una fina línea de vello oscuro, el
torso estaba totalmente descubierto y era digno del mejor escultor. El arma
estaba sobre una mesilla.
-¿se puede pasar?
– preguntó Cruz con frialdad y los labios apretados con disgusto. Seth se
encogió de hombros apartándose para que entraran.
Dani cerraba el paso fingiendo que le interesaba más la
decoración del cuarto que saber si había alguien en la cama de su fututo
cuñado. La cama estaba revuelta y vacía, gracias a Dios y Dani soltó un suspiro
de alivio.
No habiendo terceras personas las cosas podrían
arreglarse fácilmente. ¿No?
Cruz se volvió a él entre feliz y sorprendida, Dani en
cambio carraspeó nerviosa deseando salir de allí. Solo había acudido por si la
tal Estefi tenía problemas con Cruz, pero al parecer Seth estaba solo.
-¿ha sucedido
algo? – preguntó de repente Seth asustado. Se restregó los ojos y caminó para
observar a través de la ventana.
Cruz miró a Dani esperando que ella dijera algo, no
pensaba hacerlo desde luego, la idea de estar allí, de haberlo despertado…
había sido de Cruz, aún así con las mejillas sonrosadas, saludó a Seth.
-Seth – Dani le
señaló la cintura del pantalón – se te ha olvidado el botón.
El joven no presto mucha importancia al detalle abrochándolo
y Dani se lo agradeció. Que hubiera comenzado
una relación con un hombre al que por cierto adoraba, no significaba que no se
ruborizara con esas cosas.
-¿Por qué estáis
aquí? – preguntó confuso.
-Hemos venido a
buscarte – dijo Cruz con decisión, Dani tragó con dificultad, realmente ella no
pintaba nada allí.
-¿Por qué?
-Tu hermano se
casa, deberías haber esperado al menos hasta la boda para marcharte.
-¿Qué? – Seth
estaba atónito.
Dani no podía cerrar la boca de la impresión. Aquella era
la excusa más tonta y mala que había escuchado en su vida. ¿Pues no pensaba
recriminarle el no haberse despedido de ella? ¿Por qué Cruz se inventaba las
cosas?
-Pero por mi…. – se
calló cuando Cruz la hizo una señal. – Quería decir que a Diego le haría mucha
ilusión que te quedaras hasta… después - ¿Por qué le metía a Diego en esos líos?
– Uff ¡que calor hace aquí! ¿No? – rápidamente comenzó a pensar un modo de
escapar de allí.
-A ver, no
entiendo nada, ¿me decís que venís hasta aquí a las cinco de la mañana para
decir que este presente en la boda de mi hermano? – Seth se volvió a Dani con
el rostro más incrédulo que ella hubiera visto - ¿sabe mi hermano que estas
aquí para llevarme…?
-¡No! ¡Si! ¡Claro
que sabe que estoy aquí! – Dani frunció el ceño cuando observó a su amiga -
¡esa chorrada que has contado es patética, Cruz! – Buscó la mirada de Seth con
una clara advertencia – Cruz esta aquí porque te quiere – escuchó exclamar a la
muchacha pero no quiso mirar no fuera a ser que la pegara – y sé de buena
fuente que estas hasta la medula por Cruz – ahora fue él quien exclamo.
-¡Yo no le quiero!
-¿hasta la medula?
¡No me hagas reír!
-Espero abajo.
Seth y Cruz siguieron farfullando durante un buen rato
pero Dani no les prestó atención cuando salió del cuarto.
Ella no era ninguna celestina, tampoco ninguna tonta como
la estaba haciendo quedar Cruz ¡nada de eso! Ella les había allanado el camino
y ahora que hicieran lo que les diera la gana.
La sensación de haber estado metida en un campo de minas
que por un mal paso que diera podía salir herida, se calmó en cuanto vio al
amor de su vida apoyado sobre la moto. Alicia y él charlaban jocosamente y Dani
sonrió emocionada, eran las personas que más quería y admiraba, era una
satisfacción enorme saber que ellos se llevaban tan bien, sobre todo sabiendo
que su prima se marcharía pronto y que ella podría compartir su preocupación
con Diego. Y Dani no podría evitarlo, lo sabía y la apenaba, Alicia todavía no
encontraba su sitio.
- ¿ha cerrado la
churrería?
-El pobre hombre
estaba deseando marcharse a descansar, se ha quedado a dormir dentro porque
abre en un rato. ¿Qué ha pasado por ahí? – preguntó Diego alzando la mirada a
las ventanas superiores.
- De momento están
un poco nerviosos – les explicó Dani – creo que les he dejado suficientemente
claro el tema del que deben hablar. Les damos media hora y después les robamos
la habitación ¿no?
-Nosotros habíamos
pensado que con cuarto de hora es suficiente. Hace frio y tenemos sueño. –
gruñó Alicia.
- es verdad –
Dani rodeó la cintura de Diego y se apretó modosamente contra su pecho. -
¿hacemos apuestas?
-Se lían –
respondió Alicia.
Diego asintió con la cabeza:
-Si, se lían ¿Por
qué? ¿Tú vas a decir lo contrario?
-Y os voy a ganar
– Dani chasqueó la lengua – No me gustaría pero no veo a Cruz sincerándose con
Seth.
Diego la rodeó los hombros con su brazo:
-Puede que mi
hermano este lo bastante furioso como para dejar aclarado más de un punto.
-¿Qué quieres
decir con eso Torresino?
-Que la paciencia
tiene un límite y Seth ha sido el santo Job desde que conoció a Cruz. – miró el
reloj de pulsera y Dani lo miró con él. Ya no quedaba mucho.
Cruz bajó la cabeza y alzó la mirada cuando Seth se infló
ante sus ojos. Su furia le ampliaba el pecho y la tensión de aquellos fuertes músculos
le hacían parecer más alto.
-Me gustas mucho
Cruz – admitió con voz sincera – pero… no… - negó con la cabeza – Tú jamás estarás
preparada para llevar una relación. ¡Y no es que lo invente! Tú misma me lo has
dicho en muchas ocasiones.
-¿Por qué te has
marchado Seth? – le preguntó en un hilo de voz. – Estuve esperando que vinieras
a despedirte de mí. – no se atrevía a mantener la cabeza levantada.
-No quise hacerlo.
La frialdad de Seth era espeluznante. Admitía que la
gustaba pero se marchaba sin intentarlo.
Ella asintió alejándose de él hacía la ventana, más que
nada para darle la espalda porque no podía soportar todas las emociones que
cruzaban por el rostro de Seth, angustia, desconfianza…
-Yo me enteré muy
tarde. – Clavó la vista en el cristal de la ventana donde ambos se reflejaban
como en un espejo.
-Simplemente no me gustan las despedidas Cruz.
-Pero los demás…
-No me dañan tanto
como tú.
Cruz luchó lo indecible contra las lágrimas.
-Lo comprendo.
-No, Cruz, no lo
comprendes – se puso tras ella, tan cerca, que Cruz adsorbió su calor corporal
a través de la chaqueta. – Quiero verte sonreír y me tratas de payaso, deseo
ayudarte y solo recibo tus gritos. ¿Me ves como a un estúpido? ¿Es eso? – podía
sentir el aliento de Seth sobre su cuello. Ella negó con la cabeza - ¡No me das
oportunidad de mostrarme como yo soy! Si me rio te molesta y si me voy con
otra… - ambos pensaron en el día que él y Eli revisaban los discos - ¿Qué
quieres de mi, Cruz? Mírame y dime ¿Qué pretendes que haga ahora?
Cruz le enfrentó por fin, sus ojos brillaron apenados.
-No sabía como te sentías.
-¡no, por supuesto
que no! ¿Sabes porque? Porque te has quedado bloqueada en una etapa de tu vida
y todo lo demás no te interesa – Cruz quiso gritarle que él la interesaba pero
la cobardía frenó su lengua - ¿quieres saber que es lo que pienso de ti? ¿Qué
opino después de saber que te sucedió?
-No – musitó
dolida.
-¿Por qué?
- Porque me da miedo
– soltó un suspiró tembloroso. La dolía la garganta y la costaba respirar –
porque puede que no me importe lo que piensen los demás pero no lo que pienses
tú.
-¿Pero no quieres
saberlo? Siempre has sido muy sincera conmigo, siempre a cuchillo con todo lo
que decía, y tú, la valiente Cruz que me enseñó muchas artes que yo desconocía,
no es capaz de escuchar lo que considero de este asunto. – Seth fue a recoger
su jersey y lo pasó por la cabeza – Cuando estés preparada para oírlo…
-Dímelo – le
imploró con voz áspera tomándose de su brazo - ¡dímelo y acabemos con esto!
30
- De acuerdo –
Seth tomó una silla, con mucha agilidad la levantó en el aire y la depositó en
el suelo ante ella con un golpe seco – siéntate.
La vio titubear, creyó que no obedecería pero se
confundió cuando ella se quitó la cazadora y se sentó con la espalda
erguida. El cabello caía revuelto en su
espalda y un grueso mechón rozaba su mejilla, un mechón que Seth estuvo tentado
de colocar tras su oreja, se retuvo, tocarla en aquel momento era peligroso,
sobre todo después de dejar marchar a la simpática camarera sin haber
satisfecho sus necesidades.
Cuando Estefi se fue se maldijo mil veces, si ella no
hubiera abierto la boca en el mismo momento que iba a penetrarla hubiera
seguido imaginando que era Cruz quien se hallaba bajo él retorciéndose de
placer. ¡Había sido un cabrón con la chica! Se había disculpado con ella a
sabiendas del deseo que pintaba sus ojos. Y ahora tenía a Cruz ante él y la excitación
se hizo tan evidente que la única manera de estar con ella era sentándose en la
cama con las piernas ligeramente abiertas y el cuerpo inclinado hacía adelante
uniendo las manos ante sí.
Cruz estaba nerviosa, él mismo lo estaba.
-El día que te
conocí no me fijé en ti. Me gustaba Dani.
Ella le miró sorprendida, con la boca entreabierta.
Seth asintió con la cabeza:
-Dani me confundió
– soltó una carcajada carente de humor - ¡no pensé que fuera una maquina de
matar!
-No mató a nadie –
susurró Cruz.
“En cambio tú si”
– pensó Seth. No quiso continuar por ahí, no tenía ganas de escuchar sus
gritos. No estaba dispuesto a dejar que montara un alboroto allí, eran las
tantas de la mañana y había gente que continuaba durmiendo.
- ¿sabes que es lo
que me atrajo de ti?
Ella se encogió de hombros expectante.
– La mala leche que tienes – “tú hermosa boca de fresa” –
el desagradable tono de tú voz – “como mueves el culo al andar” – la pinta
machorro que tienes – “tú cuerpo”
-¿Cómo te puede
atraer esas cosas?
-Son defectos
horribles que deseaba eliminar de ti – Seth hizo una estudiada mueca con la
boca, se paseó la lengua sobre los labios sabiendo que los ojos de Cruz
repasaban sus gestos con atención – No sé porque pensé que te abrirías a mí,
que dejarías al menos que fuera tu amigo…
-Y lo fuiste.
-¡no! ¡No lo fui!
– se ofendió – “Seth ¿has quitado la llave de la moto?” “Seth limpia las armas” “Seth” “Seth” Nunca
me trataste como a un amigo, sabías de sobra que hubiese hecho cualquier cosa
que me pidieras solo para que aprendieras a confiar en mi, pero no… No podías
porque te sentías engañada, traicionada, porque estas obsesionada con que te
ocurrirá otra vez. ¡Yo no tengo la culpa de que conocieras al hombre
equivocado! Por mucho que te duela yo no soy culpable de eso y tampoco voy a
decir que lo fueras tú porque eras muy joven, muy niña ¡Pero yo no soy el
Justo! ¡No soy como él! Si te digo que no me importa lo que te sucedió estaría
mintiendo – la vio tragar con dificultad – Me importa porque sé que sufriste,
que te hicieron daño… He querido darte tiempo Cruz pero no puedo. ¡Cada vez que
te veo siento que necesito besarte! Necesito que me sonrías y ver en tus ojos
que confías en mí…. O que podrías llegar hacerlo. ¿Lo harías?
Cruz cerró los ojos con fuerza y una solitaria lágrima se
deslizó por su mejilla.
Seth alzó los ojos al techo y soltó un suspiro
tembloroso.
-Yo ya lo he
intentado – se puso en pie y caminó hacía la ventana - ¿esta mi hermano abajo?
-¿Te gustaría
hacerme el amor?
-¡¿Qué?! – giró la
cabeza hacía ella. ¿Habría escuchado bien? Cruz tenía los puños apretados sobre
las piernas. ¿Sería capaz de entregarse a él solo para que no se marchara?
-¡no joder, no es
eso lo que quiero!- se acercó hasta la silla y se dejó caer de rodillas ante
ella. Buscó su mirada. – No así, no en este lugar ni de esta manera.
Cruz le apoyó las palmas de las manos en el rostro, sus
dedos eran suaves, cálidos. Su faz era un cuadro de emociones, temor, nervios,
deseo.
Seth se incorporó y al hacerlo la tomó en brazos. Cruz se
aferró a su cuello con los ojos tan abiertos que amenazaban con salir de las orbitas.
-¿Dónde me llevas?
– escuchó que ella le preguntaba.
-A la cama, es
tarde y si mañana regresamos al “muro” tendremos que descansar. – la notó
temblar e incluso esperó que ella se opusiera, le sorprendió que no abriera la
boca. Con cuidado la dejó sobre el colchón y como si estuviera acostumbrado
hacerlo siempre se dedicó a desatarla los cordones de las botas. Poco después
se acostó junto a ella en la cama – Cruz si no respiras te morirás.
Ella jadeó soltando el aire y ambos sonrieron.
Faltaba mucho para que Cruz se relajara pero conseguir
que estuviera quieta junto a él fue un pequeño avance. La acarició el cabello
como al descuido, enrollando un dedo sobre uno de los mechones. No pensó
besarla pero sus labios se acercaron a la boca de fresa. La rozó con dulzura,
ella no respondió. Seth no se dio por vencido, lamió, besó y mordisqueó sus
labios hasta que ella con timidez le dejó pasar. Sabía a café y chocolate.
Fueron varios minutos en que sus bocas se retorcieron y
sus lenguas se acariciaron. Seth apartó la cabeza para mirarla:
-¿estas bien? ¿Te
he hecho daño?
-No.
-Ahora vamos a
dormir un poco Cruz – se amoldó al cuerpo de ella cruzando un brazo por la
estrecha cintura.
Después de un rato
de estar en silencio Cruz se atrevió a pasarle un brazo por el costado ya que
estaba echado de lado.
-¿Vendrás solo por
la boda o te quedarás? – le preguntó con la cabeza apoyada contra su pecho.
Seth estaba embriagado por el aroma que desprendían los cabellos femeninos.
-¿Tú que deseas
que haga?
-No quiero que me
dejes sola Seth, llévame contigo.
-¿Por qué? – Su corazón golpeó exuberante en su pecho. Quería
escuchárselo decir.
-Porque te quiero
más que a mi vida y sé que si te dejo de ver me moriré. Seth, tú crees que soy
muy fuerte pero no es cierto. Desde que pediste que te separaran de mi te he
echado mucho de menos – sus ojos brillaron emocionados cuando alzaron la cabeza
para mirarle – pero cuando me entere que te marchabas y yo corría a buscarte,
rezaba en todo momento porque te quedaras conmigo. No sé como hacer para al
menos intentarlo… ¿me ayudaras?
Seth sonrió feliz y chocó su frente contra la de ella
sellando un pacto.
-Lo haré Cruz.
Estaré junto a ti siempre.
-¿y me tendrás
paciencia?
-No lo preguntes
con miedo, tendré paciencia.
-¿y que pasa con
todas las cosas que te disgustan de mi?
-Tienes otras que
las compensa – la dio un casto beso en los labios - Duerme un poco que yo… -
Atónito observó la puerta que se abría despacio y en silencio. ¡Estaba seguro
de haber cerrado con llave! De hecho la llave aún seguía en la cerradura.
-Perdón – Alicia
agitó una diminuta ganzúa y los miró curiosa - ¡Dani, te toca pagar!
-¿pero que coño
haces… - Seth se sentó sobre la cama - … hacéis aquí? - ¡no podía creer que
hubieran arrastrado a Diego hasta allí! pero no era imaginación suya porque el
cuerpo de su hermano ocupó todo el hueco de la puerta antes de cerrarla.
-No podíamos dejar
que viniera sola- contestó Diego observando la cama con el ceño fruncido.
-¿Qué ocurre? – se
mosqueó Seth pensando que su hermano desaprobaba que Cruz estuviera recostada
junto a él.
- Es una cama un poco pequeña.
Dani fue la primera en subirse al colchón por la parte de
Cruz:
-Esta blandita.
-¿Qué creéis que
estáis haciendo? – Seth estaba flipando, ¡pues no se estaban acomodando todos
en su cama! -¿no veis que no cabemos?
-Tienes razón –
contestó su hermano cogiendo a Dani en vilo. La dejó despotricando en silencio
en la silla que antes había ocupado Cruz - ¡has perdido la apuesta nena! Te
toca dormir ahí, y no me pongas ojitos que hoy no me convences, si no sabes
perder no apuestes.
Pasados veinte minutos, Seth y Diego estaban tumbados en
mantas que extendieron sobre el suelo. Las tres muchachas ocupaban la cama
felizmente.
31
La imagen del espejo devolvió una Dani elegante. El
cabello recogido en un sobrio y estirado moño hacía que sus facciones se
marcaran casi con fuerza. Ojos grandes y grises, labios carnosos… incluso ella
elevaba el mentón desafiando a la mujer reflejada. Iba a casarse ante un cura y
de blanco, igual que lo hicieran las mujeres
antes que comenzaran a formarse las bandas territoriales y las
resistencias, antes que la humanidad estallara en grandes revueltas tan difícil
de salvar que la decadencia en los países era palpable. Ella, Lady de los
Justos, a regañadientes todavía por saber que los planes de su padre habían
salido como él esperaba, acudiría a su boda por no defraudar a Diego y porque
lo amaba. No por ello les daría el gusto de verla relajada.
-¡No me mires así,
Carmele! – sus ojos se encontraron a través del espejo.
-¿No te gustaron
los vestidos que te consiguieron las muchachas? Hombre alguno era anticuado
pero seguramente…
-¿tan mal me veo?
-No, te ves igual
que siempre pero en blanco. ¿Cómo has conseguido aclarar el cuero?
-No lo he hecho.
Obsequio de Alicia – respondió con una sonrisa.
-Pero no irás
armada ¿verdad?
-Por su puesto que
si. ¿Crees que mi padre no lo hará? – No esperó contestación – No te preocupes
Carmele, confió en él y sé que su pacto no se romperá pero eso no quiere decir
que no me apetezca tenerlo intimidado lo que dure todo esto.
Carmele se sentó erguida en una de las sillas.
-Lady, sé, aunque
no quieras reconocerlo, que has echado en falta a tu madre en más de una
ocasión. Es admirable como tú y Alicia os habéis cuidado la una de la otra
durante todo este tiempo, sin ninguna mujer a vuestro lado que os… ayudara, que
os explicara.
Dani se volvió a mirarla repentinamente incomoda y Carmele
la tranquilizó con una sonrisa.
- Si Cruz me da
una alegría y sigue tus pasos se convertiría en tu cuñada, a mi me gustaría que
me vieras como a una madre.
-¡Pero mami! ¡Siempre
te he visto así! – se inclinó abrazándola con cariño.
-Hablo en serio
Lady.
-Yo también…
-Por eso creo que
deberías usar faldas el día de tu boda. Hay un vestido largo y ajustado en el
armario.
Dani accedió que la llevaran hasta la iglesia de los
Damales en automóvil, entre otras cosa porque habían desaparecido todas las
motos, seguramente para que no se sintiera tentada.
A medida que se iban acercando al poblado sus nervios
comenzaron a dispararse de manera peligrosa. ¡Por dios, tan solo era una boda!
¿Qué la costaba escuchar a un sujeto predicando las palabras sagradas? ¡Un
completo aburrimiento! No había ido a la iglesia en su vida, no era atea pero
sus creencias religiosas no eran firmes ni solidas. No concebía la idea de un
dios poderoso cuando tantas desgracias acuciaban al mundo existente al exterminio.
El día, aunque frio, estaba soleado. Un sol
resplandeciente se suspendía del celeste firmamento abrazando el pequeño
poblado de los Damales, el único que se había esmerado en mantener la iglesia
intacta y en buenas condiciones desde hacía décadas.
La gente ocupaba tanto el interior como el exterior con
ojos expectantes esperando que Lady de los Justos hiciera su presencia. A
partir de ahora ella seria la esposa del nuevo gobernante Torresino y su mano
derecha en la milicia.
Diego escuchó los murmullos de la entrada y supo que Dani
había llegado. Se estiró la chaqueta y cruzó las manos tras la espalda.
Sus ojos se abrieron con sorpresa. Dani estaba preciosa,
los pantalones blancos se ajustaban a sus piernas largas y torneadas como un
guante, casi deseaba que se girara para admirar a placer el perfecto trasero
que le tenía completamente loco.
La cazadora de cuero, también blanca, terminaba sobre su
cintura ajustándose hasta el inicio del pecho con un profundo y sugestivo
escote. Botas blancas hasta las rodillas, no la bastas de motera si no unas
brillantes de altísimo tacón. Y por supuesto, la larga catana colgando de sus
caderas en el cinturón plateado.
Diego sonrió y con disimulo acarició la navaja de
mariposa que guardaba en el bolsillo. Eran tal para cual, cada día estaba más
seguro de ello. Sentía cierta duda sobre quien protegería a quien, desde luego
ella estaba más preparada. Él aprendería.
La ceremonia se le hizo cortísima. El reverendo había
hablado mientras él acariciaba la palma de la mano de quien se estaba
convirtiendo en su esposa. Pensar que no habría reparado en ella de no ser por
Seth le hizo comprender lo ciego que había estado durante todo aquel tiempo,
siempre pensando en su gente y en evitar los problemas cuando lo único que
debían hacer era enfrentarlos. Los Justos los necesitaban tanto como ellos de
su protección.
-Vámonos – Dani le
cogió la mano y lo arrastró hacía las escaleras. Estaban de nuevo en el Muro
donde habían celebrado una agradable reunión. – Vamos a dejar que se diviertan
que en breve todos estaremos muy atareados. Además te he preparado una
sorpresa.
-¿Quién tú? –
preguntó incrédulo ascendiendo las escaleras tras ella. Sus ojos viajaron desde
las botas hasta las nalgas admirándola fascinado hasta que alcanzaron el ultimo
escalón.
La escuchó reír y con un brazo la atrapó la cintura
atrayéndola hacía si.
-¿Quién ha preparado
la sorpresa?
-En realidad se
les ha ocurrido a las chicas, un regalo de boda.
Entraron en el dormitorio donde habían colocado una
enorme bañera sobre una espesa alfombra. Los vahos del agua se elevaban al
techo incitándolos a hundirse en su deseada calidez.
Se desnudaron lentamente, prenda por prenda entre besos
robados terminando ambos en la tina. Dani a horcajadas sobre él.
Ninguno de los dos
sabía lo que el futuro les podía deparar. Que ellos hubieran conseguido la paz
no significaba que no debieran enfrentar nuevas guerras. Todo un país dependía
de ellos pero esa noche no quisieron pensar en ello, no deseaban estropear la
felicidad que les embargaba en aquel momento.
-Sabes que tienes
razón ¿Dani?
-¿En cuanto a qué?
– preguntó ella en un murmullo apagado contra su pecho.
Diego la tomó de la cintura y la elevó hasta que sus
labios se rozaron.
-Nos encontramos
como al principio de la historia.
-¡no! – Rio ella
con una sonrisa ladina -¡no es igual que antes! ¿Sabes porque? – él se encogió
de hombros – Porque esta vez, es una mujer la que manda.
-Una mujer… una
mujer… - relató Diego haciéndola callar con sus besos.- la hija, la esposa, la
madre, la abuela. Las fundadoras de la vida.
Cruz se estremeció al sentir los fuertes brazos de Seth
rodeando su cintura, el cuerpo grande pegado a su espalda, la lluvia de besos
que regaba su nuca.
Extrañamente no sentía miedo al contacto, admitía que
hasta la agradaba cuando la acariciaba de forma tan dulce y tierna. ¿Cómo era
posible que unas manos tan grandes y fuertes pudieran ser tan suaves como el
roce de una pluma?
Buscó sus ojos dorados y enredó sus dedos en el largo
cabello obligándolo a mirarla.
-Seth ¿Harías algo
por mi?
Él alzó las cejas fingiendo pavor.
-¿con quien debo
pegarme?
Cruz soltó una carcajada, llevaba unos días que había
probado a exteriorizar sus sentimientos y estaba feliz por ello. Exultante,
sería la palabra que mejor la describía.
-¡con nadie tonto!
– Se sintió tímida – Quería saber si me podrías cantar la canción de la otra
vez. La de somos dos locos…
-… dos locos de
amor.
Muy cerca de allí, Alicia terminaba de preparar la moto.
No llevaba muchos bultos, una mochila oscura y sus armas.
Terminó de guardarse el mapa en el bolsillo exterior de
la guerrera. Ya se había despedido de todos sin embargo alzó los ojos hacía la
ventana superior. Dani y Diego estaban allí, observándola.
Tragó con dificultad, aspiró hondo y puso el vehículo en
marcha. Quizá algún día regresara al Muro, cuando hubiera encontrado su propio
destino.
Lanzó la moto sobre el negro asfalto… y aceleró
perdiéndose en la silenciosa noche.
Fin.
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