Seguidores

martes, 10 de abril de 2012

Lady de los Justos(parte 4)

16

Dani observó cómo Vaquero y varias personas más trasladaban a los Corsos a la estación de servicio.

El viento soplaba helado golpeando contra los maderos del tejado del porche.

Habían registrado el “muro” y sus alrededores sin hallar rastro de ningún enemigo más. Por otro lado, la mayoría de los presentes ya conocían la existencia de aquellos pobres malditos y se habían reunido en el exterior para observar quienes eran, dispuestos a lincharlos si alguien no lo remediaba.

 -¿vienes Dani? – Diego la tomó del codo.

 -Deja que Cruz o Vaquero se encarguen de ello. Yo voy a comer algo que estoy famélica.

El hombre la empujó con suavidad hacía el cobertizo de nuevo. No quedaba nadie más por allí.

 -¿de qué les conoces Dani? – Preguntó con voz firme – si te das cuenta estoy involucrado en esto más de lo que debiera. Yo y todos después de lo que sucedió anoche. Tenemos que estar unidos pero necesito saber…

 -Mi nombre no es Dani – susurró con voz temblorosa. Intentó leer en los ojos masculinos ¿la vería como a una enemiga?

Diego sin embargo la miraba con incertidumbre, con un profundo calor que abrasó hasta la fibra más sensible de sus nervios.

– No soy del sur.- Estaba nerviosa bajo los atentos ojos dorados. Sintió la boca seca con un ligero sabor a oxido que descendió por su garganta.  Se acercó más al hombre casi rozando su cuerpo grande – Soy un Justo.

 -¿del clan o la ciudad? – preguntó. No pareció extrañado. Esa respuesta era algo que había esperado y bastante lógica dado todos los misterios que la rodeaban.

Dani se estremeció, la voz de Diego era terciopelo sobre su rostro. Pudo sentir el calor que desprendía todo él y como volaba hasta el suyo convirtiéndose en pequeñas corrientes eléctricas viajando por sus venas.

No supo por qué pero algo la dijo que podía confiar en el mayor de Torresino. Se llenó de fuerza, aspiró el frio oxigeno que invadió sus pulmones como si de coraje se tratara.

 -Soy Lady de los Justos. Hija del Justo y ex prometida de Bernardo de los Corsos – forzó una sonrisa nerviosa y le observó atentamente.

Diego abrió la boca sorprendido, las palabras no salieron de sus labios. Frunció el ceño uniendo las cejas, incapaz de apartar sus hermosos ojos dorados de ella.

 -¿estás hablando en serio? – preguntó finalmente con perplejidad.

 -Si – Dani asintió y elevó una mano hacia la frente del hombre queriendo alisarle la multitud de arrugas que se habían formado – Sé sincero conmigo Torresino – tragó con dificultad y distraídamente llevó sus dedos a una de las ásperas mejillas por la barba incipiente que comenzaba a brotar. Seguro que Diego se había afeitado en la mañana pero la muestra de su masculinidad estaba allí de nuevo. - ¿seguirás confiando en mi a sabiendas de ser quién soy?

Diego encerró la muñeca femenina en una de sus manos sin apartarla de su pómulo. Sus ojos seguían clavados en los de ella.

 -Tanto como lo hace Carmele, Vaquero y todos lo que te rodean.

 -No todos saben la verdad – respondió dubitativa. Se estremeció cuando Diego comenzó acariciarla la parte interior de la muñeca. El hombre ni siquiera se había percatado de estar rozando la piel sedosa donde un latido descompasado pujaba por traspasar la vena.

 -¡Estas sangrando! – exclamó él en voz baja. Llevó la otra mano hacía el labio de Dani donde un pequeño corte brillaba con el color rojo oscuro de la sangre. No la importó. Su única preocupación era la conversación con Diego, la reacción ante su verdad. Él no parecía molesto con su identidad.

 -¿no me vas a decir nada Diego? – Dani se apartó y él la soltó.

El hombre caminó hacía las cajas apiladas, se quitó la cazadora y la colocó sobre las tablas de un cajón. Se giró hacia Dani arremangándose con lentitud, observándola fijamente.

Dani quiso agitar la cabeza para despejarse del repentino sopor que la estaba envolviendo. Vio los bíceps de Diego endurecerse cuando se cruzó de brazos. ¡Era tan guapo! Estaba hipnotizada, subyugada por la mirada ambarina que ardía en el interior de las cuencas.

Fuera del cobertizo el murmullo del viento era incesable, en el interior los huecos del silencio, abrumadores.

 -¿Cómo llegaste hasta aquí, Lady de los Justos?

Dani sonrió presuntuosa, alegre de no haberse confundido con él al dedicarle toda su confianza. Alzó una ceja divertida.

 -En vista de aquí en el sur nadie quería rebelarse contra mi familia ni los Corsos, decidí que yo lo haría.

Diego se echó a reír.

 -Dani o Lady… - abrió las manos. Sus ojos chispearon con diversión – No sabía que los Justos tuvieran ninguna hija – admitió un poco confuso – Háblame de tu familia.

 -¿me quieres sacar información?

Ambos rieron.

 -Siento curiosidad por tu… ex prometido. Puede que en algún momento coincida con él, y con tus hermanos. Dicen que son guerreros expertos ¿no?

 -Son personas obsesionadas con las armas y la lucha, con deseos de poder y grandeza. No conozco mucho a Bernardo, más bien de vista de haber coincidido en la ciudad. Venia por casa como todos los que se relacionan con los Justos, pero yo personalmente no he cruzado con él ni dos palabras.

 -¿y entonces…? – Se sorprendió -¿fuiste su novia?

 -¡no! En cuanto me enteré del compromiso me marché – como Diego volvía a fruncir el ceño, Dani continuó: - mi padre es que el que ordena y manda, arregló el noviazgo con los Corsos como una especie de alianza.

 -¿Cuánto hace de esto?

 -Cerca de dos años. Pocos saben que estoy aquí en estas tierras.

 -¿y si tu familia se entera? ¿Qué ocurriría? Me refiero, aparte de destrozarnos a nosotros ¿insistiría con esa boda?

 -¿Qué? – Dani abrió los ojos al tiempo que negaba con la cabeza – mi padre me mataría si pudiera ponerme una mano encima.

 -¿eres la única hija?

 -Si – pasó a relatarle a grandes rasgos lo que había sido su vida como un Justo, no obstante a ella no le pasó por alto la apenada mirada con que Diego seguía su historia. Seguramente él trataba de imaginar a la niña desdichada que jamás había vestido ni sentido como mujer.

No la interrumpió en ningún momento. Ambos habían tomado asiento sobre las cajas, muy cerca el uno del otro.

La intensidad con la que Diego la observó después de terminar de narrarle su vida, la hizo ruborizar.

El hombre alargó su mano para acariciar el revuelto flequillo caoba.

 -¿Qué tienes con mi prima? – Preguntó Dani de sopetón. Sus mejillas adquirieron un tono rosado, sabía que se iban a besar.

Diego deslizó la mano hasta rozar la tersa mejilla y la llevó tras la cabeza de la joven para enredar los dedos entre sus cabellos. Acarició los mechones pensativo, embriagado por el olor dulzón que desprendían.

 -Nada – murmuró con voz ronca atrayéndola hacía él.

Dani no creyó que estuviera cediendo al impulso del Torresino. Vio los labios acercándose a los suyos con lentitud y sintió la firmeza de la mano aferrando su nuca.

Deseó ese beso. Quería averiguar cómo seria, que es lo que sentiría pero la imagen de Alicia cruzó repentinamente por su mente.

Descendió la cabeza en el momento mismo que el hombre fue a besarla. Los labios masculinos chocaron en su frente.

Diego la apartó ligeramente para observarla.

 -Creí que te gustaba Dani – la voz de Diego sonó ronca, cálida. Acercó los labios a su mejilla y dejó un camino de fuego allí donde rozaba la piel.

Dani se estremeció y asintió asustada.

 -Prométeme que entre Alicia y tú no hay nada – suplicó tratando de resistirse a los suaves besos de Diego que dejaban surcos abrasadores.

El hombre la tomó la cabeza entre sus manos y fijó la vista en sus ojos.

 -Te juro que nunca hubo nada Dani.

No la permitió titubear, esta vez se apoderó de su boca con firmeza, presionando con pasión contenida.

 Esperó que ella entreabriera sus labios y se rindiera a su boca.

Dani no opuso resistencia y se sintió enloquecer. Era la primera vez que alguien la besaba y cuando saboreó a ese hombre igual que él hacía con ella, lamiendo sus labios y su lengua, explorando cada pared de su boca, sus dientes… una corriente nerviosa nació de la parte baja de su vientre  pidiéndola algo más, deseaba más. Se apretó contra él buscando su cuerpo, devorando los labios, mordiendo la suave piel, succionando con avidez.

Ambos respiraron agitados, sin aliento. Olvidándose del resto del mundo durante largos minutos, envueltos en la calidez de lengua contra lengua que se acariciaban ansiosas, se retorcían y se buscaban trasmitiendo ocultos sentimientos.

Hacia frio pero ninguno de los dos lo sentía. Dani le había rodeado la cintura con ambos brazos y se estrechaba contra él con total determinación. Si ella no hubiera sido virgen, si hubiera sabido en el estado de excitación que Diego estaba alcanzando, seguramente hubiese huido de aquel lugar. La mano del hombre bajó hasta la estrecha barbilla e intensificó el beso.

17

Dani notó cuando Diego elevó la cabeza abandonando sus labios. Algo había llamado la atención del hombre.

Ella pestañeó varias veces y como una endemoniada despertó del trance en que se hallaba. Una helada y seca ráfaga de aire golpeó su nuca con brusquedad.

Cuando giró vio a Seth que esperaba en la puerta abierta. Tras él, una espesa niebla se zarandeaba con la ventiscan formando numerosos remolinos.

Difícilmente podía verse el exterior. El ruido ascendía haciendo gritar los tejados de los edificios, las tablas crujieron.

 -¿vienes? –la preguntó Diego rozando su mejilla con los labios antes de apartarse del todo.

Dani le miró de reojo y negó con la cabeza.

 -Diego si quieres hablamos alguno de nosotros con los Corsos – le avisó Seth tamborileando con los dedos en la vieja madera de la puerta donde parte del barniz se había desconchado hacía tiempo.

 -Tu hermano tiene razón – Dijo Dani volviéndose a observar cómo se bajaba las mangas del jersey y se colocaba la cazadora de nuevo. Diego estaba bastante serio por lo que se le venía encima.

 -Ellos han decidido los Damales pero podría haber sido cualquiera de los poblados incluido el nuestro. Es hora de comenzar a unirnos porque no creo que tarden en entrar en nuestras tierras arrasándolo todo.

 -¿y los mayores? ¿Y todo lo que pensabas…?

 -Todo está cambiando. Es el momento que estábamos esperando – Interrumpió Diego a su hermano.

 -Sí pero deberías discutirlo con la familia – insistió Seth – Sabes que te apoyaran…

Diego se encogió de hombros y guiñó un ojo a Dani.

 -Si tengo que ser yo el que os dirija, así será.

Ella le abrazó:

 -Prefiero no escuchar lo que dicen los Corsos – le dijo a Diego con ojos brillantes pensando aún en el beso. Las palabras de Diego, algo que había esperado desde hacía mucho tiempo la llenaron de dicha. Por fin Torresino aceptaba el mando.

La guerra había comenzado hacia años pero el final, el enfrentamiento que decidiría el destino de todos se hallaban presente. Más cerca de lo que creían y en este momento el sur no podía actuar por separado.

 -Ir vosotros – Dani acompañó a Diego hasta la puerta – Nos vemos después.

El hombre asintió subiéndose la solapa de su abrigo. Dani corrió hacia el “muro”. Copos de nieve movidos por el viento se enredaron en sus cabellos humedeciéndoles.

Aún había gente diseminada por las mesas del local, muchas menos personas que las de primera hora de la mañana pero un número bastante importante.

Con pasos ligeros se acercó hasta el mostrador, en su rostro se dibujaba la preocupación o incluso la sorpresa.

No había escuchado entrar a Seth cuando Diego la besó. Para su padre, el Justo, hubiera sido un error imperdonable. De haber sido algún enemigo no tenía la seguridad de haber reaccionado a tiempo.

Cierto que junto a Diego se sentía más tranquila y relajada, la misma sensación que con Alicia.

Al recordarla aspiró con fuerza. No podía postergar más el asunto. Debía sincerarse con ella, hablarla con el corazón pero sin dañarla. Si viera el mínimo gesto de dolor en el amado rostro de su prima, ella se alejaría de Diego aunque su alma se fuera con él.

Por otro lado también le parecía una solemne tontería pensar en ese tema en aquel momento pues sin lugar a dudas, había otras cosas mucho más importantes en que pensar. Hechos que no dependían tan solo de ella o de alguna persona en concreto.

Se mordió el labio con suavidad y la lengua pasó sobre el pequeño corte que comenzaba abultarse. ¡Había sentido tanta rabia al ver a los Corsos…!

Apoyó las manos en el mostrador y agarró el saliente de la base con fuerza.

Carmele se acercó a ella de frente. El trapo que normalmente  llevaba en la mano, colgaba de una trabilla de su pantalón Vaquero. Era un paño que debía ser blanco sin embargo lucia amarillento con grandes rodetes colorados de tomate.

 -Como nos hagan muchas visitas nos quedaremos sin alimentos en menos de una semana – comentó sirviéndola un vaso de cerveza.

 -Esperemos que Juan llegue antes – levantó la vista y la clavó en la ventana situada junto a la puerta. La estación de servicio se desdibujaba a través de la neblina.

 -¿os reconocieron? – preguntó Carmele deseando poder enterarse de algo.

 -Sí. ¡Menuda información se hubieran llevado! – Agitó la cabeza – están completamente desesperados, se arrepentirán de haber llegado hasta aquí – bebió un largo trago y desabotonó el cuello de la cazadora.

No había calefacción eléctrica pero con la chimenea chisporroteando con fuerza y el bullicio de la gente, la temperatura era bastante agradable.

 -No me gustaría estar en sus pellejos.

 -Los Corsos se han debido pensar que esto es un juego. Les enseñan unos cuantos ataques y varios golpes y creen que son los suficientemente mayores como para imponer su propia ley.

 -Mayores no Dani, pero sí muy peligrosos si fueron entrenados como tú.

 -Pues seguramente así sea – asintió con una mueca desagradable – podría apostar a que nunca han participado activamente y de momento tampoco les hemos dado oportunidad de ello. Veremos a ver qué hace Diego, se enfureció bastante con lo que piensan hacer con los Damales.

Carmele volvió a llenarla el vaso con más cerveza.

 -No me extraña, podía haber sido su poblado el elegido.

 -Eso es lo que ha dicho él – Dani saboreó el líquido dorado. Ni siquiera sabía porque lo bebía. La cerveza era fuerte y amarga, nunca la había gustado. Se lamió los labios retirando un hilillo de espuma – Necesitamos reunir a los representantes de todos los pueblos. Habría que avisar a los montañeros para que coloquen trampas y enviar a algunos de los muchachos para que saquen la máquina quitanieves…

 -No tiene combustible – interrumpió Carmele. – Voy a concertar un día para ultimar detalles y sobre todo hablaré con los Damales, parecían reacios a decidirse por la unión aunque después de lo que los Justos planean no creo que se opongan. 

 -Eso espero. No tengo intención de obligarlos ni de amenazarlos pero deben entender que si quieren nuestra protección deberán colaborar – apartó el vaso dejándolo más cerca de Carmele que de ella – Me repatea las tripas cuando apartan la vista hacia otro lado si no es a ellos a quienes atacan. ¿Cómo podemos defendernos si no responden en la lucha? No son más que una panda de…

 -¡Dani! – Carmele detuvo sus palabras con enojo - ¡no todos somos como tú!

 -¿Cómo soy yo? – Preguntó incrédula – Lo único que quiero es acabar con todo esto, que mi padre deje de creerse dueño y señor de todo cuanto le rodea, si consigue ganar esta guerra…

 -que no lo hará.

 -Pero si lo hace, su afán de conquista iría a más. Sería como un nuevo Napoleón que llevará a mucha gente a una muerte segura.- Los ojos de Dani se volvieron ansiosos al mirar a Carmele – si no estamos atentos moriremos todos.

 -No estamos asustados Dani – aseguró la mujer palmeándola el brazo con afecto – muchos de nosotros estamos muy bien entrenados. ¡Solo tienes que mirar a mi niña!

Dani rio por lo bajo. Cruz no tenía el mejor de los entrenamientos pero si una firme resolución y una rabia infinita que la ahogaba en vida.

 -Carmele yo jamás he sentido temor por los demás. Posiblemente sea capaz de entregar a cualquiera sin un resquicio de remordimiento.

 -¿me entregarías a mi o a Vaquero? ¿A…?

 -¡no! ¡Claro que no! Me refiero… - Dani tragó con dificultad, no sabía cómo decir las cosas sin herir a Carmele. Prefirió callar.

Carmele guardó silencio y la miró fijamente. Conocía a Dani y sintió un repentino escalofrío descendiendo por su columna vertebral al ver la fría y peligrosa mirada de determinación en los ojos grises.

Dani era capaz de muchas cosas, entre ellas de cerrar los ojos ocultando sus verdaderos sentimientos bajo una gruesa capa del más duro cemento. Sin embargo no la culpaba, la habían criado en una fortaleza inculcándola el amor por la batalla, entrenándola para gobernar una nueva e independiente capital y Carmele, como todos los que rodeaban a Dani, confiaban en que les llevaría al triunfo, a la libertad. Solo ella podría conseguirlo pensando como un Justo.

 -Dani, llegado el momento tú corazón te dirá de qué lado estas – los labios de Carmele dibujaron una sonrisa carente de emoción – yo siempre lo he sabido.

Dani la observó alejarse para atender a recién llegados.

¡Claro que sabía de qué lado estaba! Defendería a muerte a todas las personas que consideraba su auténtica familia.

Recordó que Diego estaría hablando con los Corsos y no pudo dejar de preguntarse cuáles serían sus artes en la lucha. Un miedo atroz se alojó en su interior. ¿Y si le ocurría algo a Diego? ¿Podría protegerle como hacía con Alicia?

Nunca había sentido nada parecido por alguien. Nunca había conocido el amor entre un hombre y una mujer, y desde luego ese sentimiento no era igual que lo que explicaban en los libros. Nadie le había dicho que la palabra amor iba acompañada del miedo. Terror a perder a la persona amada. Levantarse una mañana y descubrir que todas las emociones que el amor te da, también te las puede quitar con un mal golpe del destino.

¿Eso era amor? ¿Cómo podía estar segura?

No ver a Torresino cada mañana seria doloroso, no quería prescindir de ello. ¿Enamorada? Sí, soñaba con él en un mundo distinto, diferente. Sentía nostalgia al pensar que si hubiera seguido con los Justos, tarde o temprano se hubiera enfrentado a Diego sin llegar a conocerle.

18

El viento silbaba entre los escasos edificios rugiendo de forma fantasmal, aullando como un lobo herido. Ráfagas de aire frio penetraban por todas las rendijas y huecos de la casa llenando el ambiente con el olor del húmedo invierno. Las ramas de los pocos arboles de la avenida principal se zarandeaban descompasados en una danza caótica con pequeños intervalos de helada quietud. Cuando la fuerza del viento aumentaba, sus bramidos encolerizados sacudían los cimientos y hacían temblar los fuertes tejados, amenazando con derribarlos.

La lluvia caía incesante en forma de enormes goterones que golpeaban contra el piso, salpicando por doquier las calles embarradas, repiqueteando con insistencia y produciendo un eco metálico al chocar contra las chapas de los vehículos del aparcamiento.

Grandes charcos de agua sucia rodeaban al “muro”, allí por donde desaguaba el porche y sobre todo por los sitios donde las tuberías se hallaban partidas u oxidadas, picadas y deterioradas por las inclemencias del tiempo. El lugar se había convertido en un importante lodazal de nieve, agua y barro.

El cielo completamente gris ceniza parecía estático, vacío. De vez en cuando alguna estela de nube de un tono más oscuro, cruzaba el cielo velozmente.

El día estaba dando paso a una oscuridad siniestra. Una noche intransitable para ningún ser vivo. El aroma de la tierra mojada potenciaba la fragancia de la hierba que cubría la ladera, oculta por una espesa capa de nieve blanca y dura.

Dani estaba sentada en el suelo junto a la cama con la espalda apoyada en esta. Se sobresaltó cuando la puerta del dormitorio se abrió de repente.

Había esperado que fuera Diego en lugar de su prima. La miró fijamente estudiando el rostro cansado. El maquillaje de los ojos se había extendido hacía las sienes dejando varios trazos oscuros. La preocupación se dibujaba en la comisura de sus labios.

 -¿Qué ha pasado? – preguntó Dani. Se puso de rodillas como si así estuviera más cerca de ella.

Alicia movió la cabeza con suavidad. Tenía el cabello mojado.

 -Lo que sospechábamos. Quieren quemar la iglesia si los Damales no se rinden a ellos.

 -Una amenaza en toda regla – murmuró Dani sin dejar entrever ninguna de sus emociones. No podía dejar que Alicia la viera dudar.

 -Lady ¿crees que estamos preparados?

 -Este tiempo es horrible. No creo que nadie venga a sacar a los Corsos de aquí por el momento. – por la manera en que Alicia enarcó una ceja, Dani supo que no estaba respondiendo a su pregunta ¿pero que podía decirla? -Somos fuertes. Acuérdate que la mayoría no había cogido un arma en su vida. Ahora somos buenos guerreros. Aprendieron a manejar la moto casi mejor que nosotras mismas y eso que no recuerdo cuando empezamos. También contamos con el factor de que son personas muy inteligentes. Si ven algo mal o no están de acuerdo, exponen sus puntos de vista para analizarlas ¡a ver cuándo iba yo a contrariar una orden de mi padre! Nunca – se respondió ella misma – Mi padre no deja que nadie piense por sí mismo. ¡Lo que él manda, bien hecho esta! Sin embargo esta gente no tiene ese afán por luchar o hacer daño, tan solo tratan de defenderse. – a medida que Dani hablaba se iba convenciendo más con sus palabras -¿Cuántos poblados faltan aún por unirse? – Se puso en pie – Alejandro y Cruz quiero que se vayan al poblado de Torresino, necesito saber cómo están ellos en la lucha y que los ayuden a mejorar. Con un poco de suerte cerramos toda la línea norte impidiendo que entren por la playa. Si para la primavera aún no se ha solucionado todo, invadiremos la ciudad y…

 -¡para, para! – Rio Alicia – has dejado volar tu imaginación.

 -¿crees que es exagerado lo que digo? ¿No tiene sentido?

 -¡claro que sí! Pero también es descabellado…

 -¿Qué parte?

 -apoderarnos de la ciudad.

Dani asintió en silencio aunque no compartía la opinión de Alicia.

 -Descabellado no. Quizá apresurado – admitió cruzándose de brazos – pero muerto el perro se acabó la rabia.

 -Cuando llegue ese momento lo planeamos ¿vale? – contestó Alicia desechando la idea a un lado.

 -Vale. Por cierta Alicia, cambiando de tema, te quiero preguntar algo, es sobre Diego.

 -Estás loca por él, no puedes disimularlo – la belleza morena soltó una carcajada – A él también pareces gustarle.

 -¿y tú qué opinas? – se atrevió a preguntar por fin.

 - creo que es tu tipo de hombre. Guapo, fuerte y posiblemente el único que consiga ganar en una discusión contigo.

Dani sonrió aliviada:

 -Pensaba que te gustaba.

 -¡claro que me gusta! – Alicia gimió al estirar los músculos de sus piernas – pero hay otros que también me gustan y de momento no tengo preferencia.

 -No te entiendo.

 - Todavía no ha llegado el hombre que me haga sentir algo especial pero sé que llegará.

 - Te lo mereces prima.



Diego estaba deseando regresar al “muro”. Los Corsos se hallaban encerrados en una habitación apenas iluminada por una pequeña lámpara. Los generadores ya no daban más de sí y el ruido que hacía era monótono y cansado.

 -¿y bien? – Preguntó Vaquero pasándose una mano por sus rizos enmarañados - ¿se quedaran aquí?

 -En un par de días los trasladaremos a los Damales. Han admitido ser ellos quienes incendiaron la granja Castro-Irún. Alguien debería quedarse a vigilarlos esta noche.

 -No te preocupes Torresino, lo han echado a suerte. Cruz y Seth se harán cargo. ¿Tu que vas hacer?

 -Le dije a Dani que pasaría hablar con ella – lo estaba deseando. Desde que había probado el néctar de sus labios apenas podía pensar con coherencia en algo más. Era como si su mente se hubiera llenado del sabor de ella y él deseaba más.

Había escuchado la historia de Lady de los Justos con cierta compasión por la niña que careció de infancia. También había visto el rostro de Dani tratando de echar a suerte a que Corso mataría primero. Se había sorprendido por la fuerza de su brazo al desenvainar la Catana.

 -Entonces ve – dijo Vaquero – Yo me quedaré aquí mientras tanto.

La oscuridad reinaba en el exterior a excepción de las débiles luces del local de Carmele. Den interior del edificio  provenía un suave rumor de conversaciones entremezcladas.

Diego la vio nada más poner los pies en la entrada. Dani se hallaba en una mesa junto Alicia charlando con voz apagada. Cuando ella levantó la vista y le miró con las mejillas sonrosadas, Diego se sintió arder, inflamado por los cuatro costados.

Desde que se había fijado en ella, gracias a Seth, no había vuelto a retozar con ninguna de las mujeres de su campamento, es más, ninguna había logrado ponerle tan duro y desesperado como la pelirroja de ojos grises que lo devoraba en ese momento con la vista.

Diego dudó que solo sintiera un deseo físico, era más bien una necesidad carnal de hundirse en el cuerpo blando de esbeltos miembros.

Dani agitó una mano invitándole acercarse y él no se demoró. Por un momento observó a Alicia y una extraña mezcla de nervios se apoderó de él al recordar la pregunta de Dani: ¿Qué tienes con mi prima?

Alicia era preciosa, pero Dani ante sus ojos lo era más. Y ya no solo la hermosura y la belleza exterior, eran las cosas que Dani le hacía sentir. Se había enamorado de ella y por primera vez veía la luz al final del camino y un futuro que todos podrían disfrutar.

 -¿Por qué no descansas un poco Diego? Llevas horas encerrado con los Corsos – dijo Dani apartándole la silla contigua a la suya.

Carmele llegó en el acto y sobre la mesa le colocó una bandeja con un plato de humeante potaje y un mendrugo de pan. Tenía hambre, no había probado bocado desde la mañana y el guiso caliente fue un regalo de Dioses.

 -Me voy un rato con Cruz y Seth – comentó Alicia palmeando los hombros de Dani – cuando discuten me parto de risa. No se ponen de acuerdo ni para ver quien sale primero del “muro”

Siguieron la vista de Alicia. Cruz se hallaba con los brazos cruzados y con un pie golpeaba el piso con impaciencia. Seth sostenía la puerta para que ella saliera primero. Ninguno se movía.

Dani rio divertida. El rostro de Seth, rojo de furia, era una mascara de rasgos oscuros y amedrentadores.

 -¡salid ya y cerrad la puerta! – Gritó Carmele atizando el fuego de la chimenea -¡se escapa el gato!

Cruz bufó como un toro y de nuevo se obligo a dar la espalda a Seth. Nunca la había gustado abrir camino.

Las personas que quedaban en el local rieron.

 -Carmele, el Torresino tienen comida la moral de tu hija – dijo alguien bromeando.

 -Mientras no la coma otra cosa – respondió la dueña soltando una carcajada. Volvieron a escuchar más risas.

Dani cruzó los brazos sobre la mesa y observó a Diego con una sonrisa ladeada.

 -tu hermano es el tío más paciente que he visto nunca.

Diego se limpió la boca con una servilleta.

 -No debe ser nada fácil llevar a Cruz. Tanto genio junto no debe ser bueno.

 -Ya pero Cruz tiene sus motivos para ser como es – susurró.

 -¿Y esos motivos son…?

 -¿crees que te lo voy a decir? – él asintió. Dani frunció los labios divertida – come y calla Diego Torresino. Jamás desvelaré secretos que no me conciernen. Por cierto – apoyó la delicada barbilla sobre sus manos. Tenia una pose tierna e infantil - ¿te gustaría tener una cita conmigo?

 -¿una cita?

 -Si – las mejillas de Dani se tiñeron de rojo – una comida, un paseo, un baile. Yo me pondría guapa para ti.

 -Tú siempre estas preciosa para mi – quiso imaginarla vestida de señorita con tacones, con bolso… Mentira, su mente calenturienta solo deseaba desnudarla no vestirla. Dani nunca había tenido una cita, nunca había sido una mujer en toda la extensión de la palabra. Diego sería su primer hombre, el único – de acuerdo – asintió él sin poderse quitar de la cabeza como acabaría aquella cita. Ambos desnudos y con los miembros entrelazados - ¿Qué te parece mañana para comer? Tendremos toda la tarde por delante.

Dani le miró entusiasmada con una sonrisa en sus labios.

 -Se te esta haciendo tarde Torresino. ¿Te quedaras a dormir o vas a tú casa?

Diego estaba apunto de explotar. Dani había vuelto a su posición actual y se acariciaba la melena cobriza como si se quitara algún nudo de su cabello. Los pechos jóvenes y turgentes pugnaban contra el grueso jersey de lana azul, e incluso pudo apreciar los pezones marcados bajo la prenda.

 -Debería marcharme – respondió sin poder apartar de si el sentido del honor y su caballerosidad. Y aun así pensando eso, no pudo reprimir el impulso de enredar su mano en el cabello de Dani para besarla con fuerza en la boca.

 -¡Vaya Carmele! Los Torresino arrasan con tus chicas – volvió a decir el de antes.

 -Metete en tus cosas – contestó Diego apartándose de Dani. Sus dorados ojos chocaron con los de Carmele y vio la secreta amenaza que escondía su mirada.

 -Como la hagas llorar una sola vez te corto los huevos ¿entendido Torresino?

 -Mami, deja que nos divirtamos un rato – intercaló Dani poniéndose en pie e instando a Diego a que la siguiera al piso de arriba.

19

Desde abajo se escucharon voces y vítores animando a la pareja que subía las escaleras.

El cuarto de Dani estaba en sombras con el reflejo de la luna penetrando a través de la ventana.

Diego volvió a sentir la frialdad de la habitación desprovista de adornos y objetos personales pero no le dio tiempo de pensar en ello, Dani le rodeó el cuello con sus brazos apretando contra su pecho. Ella estaba caliente, ardiendo y él, al mismo borde del infarto mientras se devoraban las bocas con ansia.

Sus manos se apoderaron del pequeño y redondeado trasero presionando con su miembro duro de excitación. Se prometió que en su cita sería más dulce pero por dios que en ese momento no era más que un animal en celo deseoso de descargar la pasión que le consumía desde hace tiempo.

Hubo un instante en que la sintió temblar contra sí y Diego apartó su rostro del de ella mirándola con ojos febriles.

 -¿tienes miedo? – susurró tratando de calmarse.

 -Si – asintió ella. – Pero no quiero parar Diego – estaba tan encendida como él. Su respiración era jadeante, sus manos le acariciaban los hombros y la nuca – Hazme tuya Torresino.

Diego pestañeó imperceptiblemente. ¿Le había sonado a orden? No tuvo tiempo de pensar, su cuerpo ya hablaba por él reaccionando a las palabras de Dani.

La magia se desató y ambos dieron vía libre a todas las fantasías sexuales que torturaban sus mentes desde que se conocieron. Embriagados de deseo las ropas comenzaron a volar por el piso sin orden ni concierto.

La luna no tardó en acariciar los cuerpos desnudos, Diego era tan grande y Dani tan menuda a su lado que por primera vez se sintió delicada y femenina con aquellos fuertes brazos morenos rodeando su talle. Él la hacía suspirar y su boca lamiendo uno de sus pechos la enloqueció. Diego era muy tierno a pesar de sus rápidos movimientos. Podía notar como él controlaba su fuerza, como pausaba sus movimientos para volver a lanzarse a la carrera.

 -No me voy a romper Diego – dijo ella enterrando los dedos en su cabello obligándole a que su otro seno recibiera las misma atenciones que el gemelo.

 -Me estas volviendo loco Dani – su lengua abrasó el botón de carne. Estaba tan rica y suave que se convirtió en un hambriento luchando contra la voracidad y los deseos de comerla por entero.

Las manos de Diego iniciaron una lenta agonía recorriendo las largas piernas de Dani. Masajeó el interior de los blancos muslos y las sensibles corvas. Sus dedos alcanzaron la piel oculta bajo los sedosos rizos.

Dani gimió, jadeó y suplicó rindiéndose al hombre del sur. Gritó cuando Diego, olvidado de su poco saber en el tema, invadió su cuerpo con su virilidad. El tiempo se detuvo un instante, Dani aguantó la respiración y Diego cerró los ojos.

 -Mi sirena de ojos grises – musitó con los dientes apretados contra la frente de Dani – No voy aguantarte.

Ella no entendió a lo que se refería, solo sentía una ligera molestia entre sus piernas donde todas las células de su interior se inflamaban con dardos de placer. Dani elevó la pelvis y los músculos de Diego se tensaron como si la piel fuera a rasgarse.

No quería derramarse todavía, no podía comportarse como un chiquillo imberbe que acaba abochornado su primera vez. Para él no era la primera. Suspiró con fuerza y dejó su mente en blanco, en realidad pensó en muertos de esa forma su deseo sexual descendió lo suficiente como para llevarla al orgasmo. Solo cuando sintió que Dani alcanzaba el cielo se enterró en ella por ultima vez y explotó como un condenado.

Los corazones latieron descompasados, las respiraciones jadeantes rompían el silencio de la habitación y fueron conscientes del frio que flotaba en el ambiente.

Dani tembló pero era incapaz de moverse. Nada tenía que ver el enorme cuerpo que aplastaba el suyo, simplemente sus miembros no respondían a sus ordenes. Se hallaba en un estado de total relajación tan envuelta en la bruma de placer, que se molestó con Diego cuando este la apartó tirando de los cobertores para luego volver acomodarla cubriéndose ambos.

De nuevo bajo las mantas Diego se apoyó sobre el colchón arrastrando a Dani contra su costado. La acarició la cadera con las yemas de los dedos y hundió la nariz sobre su cabeza.

 -¿Qué piensas Torresino? – Musitó ella notando una presuntuosa sonrisa en su cabello.

 -No te lo vas a creer – río Diego por lo bajo – pensaba en Viviana.

Dani dio un respingo y se incorporó buscando sus ojos. El rostro de Diego se hallaba oculto por las sombras.

 -¿piensas en otra mujer estando en mi cama? – estaba sorprendida y eso hizo que Diego soltara una carcajada. Comenzó a golpearle con los puños cerrados -¡que te has creído! Eres un cretino, un…

 -¡espera, no! – La risa de Diego era aun mayor por lo que le estaba resultando muy difícil poder sujetar las manos de ella. Dani tampoco ponía mucha fuerza en aquellas ridículas manotadas – Viviana  es la hechicera de mi pueblo – Dani se detuvo.

 -¡Ah, la bruja! Viene alguna vez por aquí. ¿Es de tu poblado? Esta como una puta cabra.

 -Chisssss, no esta bien que una señorita hable así.

Dani se ruborizó y volvió a colocarse entre sus brazos.

 -¿y porque piensas en ella ahora? ¡Si que eres raro!

 -Hace un rato pensaba en muertos pero no me preguntes por favor – su tono de voz cambió y Dani asintió en silencio – la hechicera cuenta una profecía.

Dani se acomodó sobre su torso obligándole a ponerse de espalda sobre el colchón.

 -¿tú crees en eso?

 -Me parece una verdadera chorrada.

 -Venga cuéntamelo, lo estas deseando.

Diego dejó escapar una risilla burlona.

 -La leyenda cuenta – comenzó a decir fingiendo una voz fantasmagórica, Dani rio. – Que el heredero de Torresino Cifuente, en este caso yo, - volvió adquirir su tono de voz normal – gobernaré junto a un Justo, en este caso tú Lady y juntos acabaremos con la opresión. Nunca había tenido mucho sentido…

 -Diego ¿estás seguro de querer asumir esa responsabilidad? Si todos se unen ¿estarías a mi lado?

El trago con dificultad. La luna había cambiado de posición y ahora podían verse el rostro con nitidez.

 -¿Dónde estarías tú, Dani?

 -En lo más alto. Siempre me han inculcado que algún día yo dirigiría mi propio ejercito – se sonrojó de nuevo y apoyó la mejilla en el pecho de Diego – quizá fuera otra profecía.

 -Lo más seguro fue un padre cruel, hijo de… - Diego se contuvo. El Justo era el hombre que lo había comenzado todo después que el gobierno se tambaleara abruptamente.

 -No te cortes – dijo Dani con un suspiro – he oído cosas peores.

Diego no podía creer que ella fuera tan insensible hacia su familia. Puede que se rebelara contra ellos pero seguro que no deseaba la muerte de ninguno de sus hermanos. En un gesto cariñoso la enlazó la cintura con afecto.

 -Seguiría estando siempre donde tú estuvieras Dani – respondió Diego a su pregunta inicial. – Te protegeré de por vida.

 -O yo a ti - Dani se acercó lentamente a su boca y con la punta de la lengua lamió su labio inferior excitándole de nuevo. - Hazme el amor otra vez Torresino – susurró contra su aliento.

20

Era imposible no estar atacada de los nervios y Dani no era menos. Había descartado la mayoría de los vestidos que las chicas le llevaron, no es que fueran feos, simplemente no estaba acostumbrada a ese tipo de ropa.

Que Dani tenía una cita fue una noticia que corrió como el viento y ahora el nombre de ella iba unido al de Diego Torresino en las conversaciones y cotilleos.

Alicia se esmeró en maquillarla de forma natural y Cruz elaboró un precioso recogido soltando varios mechones que enmarcaban su bonito rostro. Con altos tacones negros y un ajustado traje del mismo color, Dani descendió las escaleras del local ante la atenta mirada de ojos curiosos.

Mostrando unas largas y estupendas piernas enfundadas en pantis transparentes se sintió de lo más femenina cuando varios muchachos jóvenes y no tan jóvenes la piropearon.

Diego aún no había llegado. Se había marchado temprano a su poblado para cambiarse de ropa y explicar a su gente que había tomado el mando como uno de los principales cabecillas de la resistencia.

Carmele ultimó detalles en una pequeña sala contigua a la cocina y Dani alabó su buen gusto al ver la multitud de velas que había dispuesto sobre los pocos muebles que decoraban la habitación.

 -Esta todo precioso Carmele. Me siento como una princesa de cuento, Diego se va a sorprender cuando vea todo esto.

 -Se va a fijar en ti solamente. Esta maravillosa cariño y sobre todo me emociona ver ese brillo en tú mirada.

 -Estoy deseando que me vea. No será excesivo ¿verdad? – comentó girándose ante Carmele.

 -Nada puede ser demasiado para ti, jamás podremos agradecerte todo lo que haces por nosotros.

Dani la abrazó con tanta fuerza que Carmele rio extasiada.

 -¡Ha llegado! – Exclamó una de las muchachas observando con una sonrisa el interior de la sala – tantas velas, esa música de fondo… aquí va haber tema.

 -¡es verdad, se me olvidaba! – dijo Carmele entregando una cajita pequeña a Dani.

 -¿Qué es? – Abrió el paquete y se quedó en silencio por unos segundos - ¿preservativos?

 -No queremos que te quedes embarazada antes de enfrentar a los Justos.

Dani creyó sentir una losa de mármol sobre los hombros al evocar la noche anterior. Al menos habían hecho el amor cinco veces y no recordaba haber usado nada.

Algo se agitó en su interior. No necesariamente podía estar embarazada, solo había sido una noche, la primera noche. Sería más cuidadosa en el futuro.



 -Nosotros también deberíamos tener una cita – dijo Seth cruzando las piernas sobre el viejo escritorio.

 -¿lo dices por nosotros?

 -Claro, yo soy un hombre, tú una mujer…

 -Déjalo Seth – le cortó Cruz.

 -Podíamos intentarlo.

 -Vete a la mierda.

Seth se encogió de hombros y dormitó en su silla. Cruz se sentó al otro lado de la mesa y le miró con disimulo. Sabía que él no dormía pero no estaba segura que estuviera vigilándola.

Todo se hallaba en silencio, a veces roto por el murmullo de los Corsos encerrados en el almacén.

 -Puede que no quieras tener una cita conmigo porque a lo mejor te gustan las mujeres.

 -¡¿Qué?! – Cruz rompió a reír con todas su fuerzas y Seth abrió los ojos para observarla.

 -¿te gustan las mujeres? – insistió.

 -¿Por qué eres tan pesado Seth? – Cruz se levantó dándole la espalda. Al principio aquellas bromas de Seth la sacaban de quicio pero a esas alturas la hacían reír con bastante frecuencia. Él no dejaba de decirla cuanto le gustaba e incluso bromeaba con ella alegando que la tenia un cariño especial como de hermano, estaba segura que si ella le incitara no tardarían en encontrar una cama para compartirla.

Cruz no quería acostarse con él, no deseaba una relación donde la base fuera el sexo. ¿Podrían ser novios sin llegar a mantener ninguna relación sexual? Seria una tontería si quiera el preguntarlo conociendo a Seth, ese hombre nunca dejaba de admirar a las mujeres. Cruz no sabía si lo hacía para molestarla, darla celos o qué, pero la jodía en el alma cuando hacía eso.

 -No me has contestado Cruz ¿te gustan las mujeres?

 -Depende para que.

 -No te hagas la tonta, sabes bien en que sentido te lo pregunto.

 -Soy heterosexual ¿conforme?

 -Si, me deja más tranquilo – asintió volviendo a recostar la cabeza hacía atrás. No duró mucho en esa posición y terminó por levantarse aburrido. Seth no era un hombre que pudiera estar quieto mucho tiempo seguido y comenzó a deambular por el despacho.

Cruz le vio sacar algo de un rincón:

 - ¿Qué es?

 -Una guitarra española – él sopló la pieza y una espesa nube de polvo se elevó durante unos segundos. Tocó varias cuerdas – esta desafinada.

 -¿sabes tocar?

Él asintió, se sentó de nuevo y estuvo enredando con las cuerdas mientras Cruz lo esperó con paciencia hasta que comenzó a tocar una melodía.

 -Somos dos locos, dos locos de amor… - su voz grave comenzó a cantar entonando los acordes con dulzura.

De forma inconsciente Cruz se fue acercando poco a poco a él fascinada con la canción sin darse cuenta que Seth bajaba el tono de voz adrede.

El pequeño despacho estaba en penumbras y solo el lejano aullido del viento se mezcló con las notas musicales.

Cruz se dejó llevar por la hermosa letra de amor con la vista perdida en el rostro del hombre. Seth era muy guapo, más incluso que aquel Justo traicionero.

No todos los hombres eran iguales, de hecho, aquel que Cruz tenía ante ella era amable, divertido y cabezota. Si Hubiese conocido a Seth tiempo atrás todo hubiera sido distinto, o puede que no…

Ella nunca se había sentido atraída por nadie hasta que apareció Javier de los Justos. Cruz era muy joven pero se sintió dichosa cuando por primera vez, el hombre más guapo de todos los que frecuentaban el pub se había fijado en ella.

Sus amigas se sorprendieron pero no porque Cruz no fuera bonita si no porque nunca llamaba la atención en los muchachos y aquella era su primera vez. ¡Que importante se había sentido bajo la mirada de aquellos ojos grises! Los ojos de su violador.

Cruz despertó del trance que Seth había creado. Él ya no tocaba y la miraba preocupado.

 -¿te ha ocurrido algo?

 -¡no! – Se enderezó y con velocidad se colocó de nuevo al otro lado del escritorio – Me quedé pensando, esa canción me trajo recuerdos.

 -No debieron ser muy buenos – respondió devolviendo la guitarra a su lugar.

 -Te equivocas – mintió con un nudo en la garganta – en aquel momento era el mejor de los recuerdos – comenzó a tragar saliva y se aferró con una mano a la mesa. No podía echarse a llorar como una tonta estando Seth frente a ella – No sé para que tocas esa mierda – le gritó atragantada con las lagrimas – Eres un estúpido Seth ¡Un estúpido! – la ultima palabra fue un gemido de lamento antes de salir del despacho al desamparo del día.

Corrió por un lateral del edificio y se dejó caer contra la pared envuelta en sollozos. Hubiera dado cualquier cosa por poder estar con Seth libre de culpa y remordimientos pero no podía. No dejaba de olvidar lo sucedido y las imágenes se sucedían en su mente una y otra vez. ¡Ella era la estúpida! Ella había creído que a pesar de ser enemigos Javier la amaba. El Justo cambiaria todo con una alianza con los poblados del sur ¡cobarde! Después de hacerla prometer que su noviazgo era un secreto para todos, dio un golpe devastador secuestrándola junto a una muchacha que no conocía pero que también afirmaba ser novia del Justo. Lastima que esa joven no tuviera la misma suerte que Cruz y cuando Lady llegó ya era muy tarde para ella.

Lady nunca la preguntó quien fue el causante de su desdicha y Cruz tampoco se lo hubiera dicho, pero lo iba a matar. En cuanto le cogiera le iba hacer suplicar su perdón y aún así lo iba a matar. Y mientras tanto Seth…

Algo pesado cayó sobre su cabeza silenciando su llanto. Se dio cuenta enseguida que se trataba de su cazadora lanzada por una de las ventanas situada justo encima de ella.

 -¡te vas a quedar fría, joder! – escuchó decir a Seth desde dentro.

Cruz… sonrió.



Seth no estaba de buen humor desde que le informaron que debería hacer guardia vigilando a los Corsos. Había esperado echar un partida de naipes en el “muro” y quizá algunas risas con los  amigos. Puede que su mal humor fuera el culpable de haber enojado a Cruz y lejos de entretenerse como había previsto, habían terminado en una nueva discusión.

Repasó en silencio los últimos minutos. Desde que había lanzado la cazadora a Cruz no volvió a escuchar su llanto desgarrador, no por ello estaba más calmado, ahora se paseaba furioso en el despacho esperando la más mínima provocación por parte de los Corsos para descargar en ellos la ira que sentía.

Procuraba ser paciente, lo intentaba de todo corazón pero el terreno que ganaba durante unos minutos lo perdía en un suspiro. A veces no estaba seguro de sus sentimientos por Cruz. Si la trataba con ternura le tildaba de tonto y llevarla la contraria suponía escuchar sus alaridos. Ignorarla era el método que más parecía funcionar y aun así ella lograba sacarle de sus casillas. Comenzaba a estar harto de callar continuamente.

Cruz en muchos aspectos era como su hermano, o todo era blanco o negro, no barajaban la posibilidad de un punto medio. Diego se había volcado con su poblado desde siempre y después de evitar toda clase de liderazgo ahora se convertía en él manda más del Sur del país. Diego no esperaba a ascender gradualmente, él se alzaba sobre ellos.

A Cruz la ocurría lo mismo y Seth llegaba a pensar que sus metas no eran las mismas que las de ella.

No la miró cuando Cruz regresó de nuevo al despacho. La habitación se hallaba caldeada por un pequeño calefactor que daba más ruido que calor.

 -Lo siento Seth – la escuchó decir como si la costara disculparse. Sin saber que decir él asintió con los dientes apretados con fuerza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario