Seguidores

viernes, 20 de abril de 2012

Lady de los Justos (parte 5)

21

Dani esperó impaciente que Diego entrara en la habitación. Estaba deseando ver su cara cuando la viese y cada segundo que pasaba su corazón latía con más fuerza. Ni siquiera cuando iba a la ciudad se ponía tan nerviosa. ¿Cómo era posible que aquel hombre la subyugara de aquella manera? Solo su presencia alteraba sus sentidos.

Trató de tranquilizarse paseando por la sala. Observó como la puerta se abría y ensayó una sonrisa de bienvenida. Cuando él entró no dejó de estudiar las emociones que cruzaron el rostro varonil, sorpresa, asombro y fascinación.

 -¿no me vas a decir como me encuentras? – le preguntó mordiéndose el labio inferior con timidez. Él seguía parado con una botella de vino en la mano. La miraba con ojos centelleantes y la boca entreabierta.

Diego asintió, carraspeó y volvió asentir.

 -¿tú eres Dani?

Ella disfrutó con su reacción y soltó una ronca carcajada.

 -No, a Dani la he dejado encerrada en su dormitorio –le respondió en un murmullo provocativo.

Diego la estaba mirando de arriba abajo con deliberada lentitud. Sus ojos dorados se detuvieron en las piernas torneadas que el corto vestido dejaba a la vista.

 -¿te has quedado sin habla Torresino? – se acercó a él con una sonrisa ladina. Estaban muy juntos el uno del otro.

 -Sabía que eras preciosa pero… Uff! Esto supera todos mis sueños – susurró atrayéndola con el brazo libre contra su cuerpo. Bajó la cabeza apoderándose de los suaves labios rosados en un beso apasionado al tiempo que posesivo.

 - Tú también estas muy elegante – le dijo apartándose un poco de él. Le tuvo que quitar la botella de la mano para ponerla sobre la mesa. - has cambiado los vaqueros por el cuero, no esta mal, me gusta.

Y era verdad, Diego llevaba unos pantalones oscuros que se ajustaban a sus piernas. Tenía un cuerpo estupendo, grande, alto, fuerte. Su rostro moreno era hermoso, sus rasgos fuertes.

Él por fin apartó la vista de ella por unos minutos para observar la habitación. Con un respingo retiró una de las sillas ofreciéndosela.

 -¿has traído tú el vino o te lo ha dado Carmele? – le preguntó sonriente.

 -¡no me ofendas! Los mayores se han puesto como locos al enterarse que tengo novia y han sacado la única botella que nos queda en la bodega.

Ella sonrió alegre. La hubiera gustado ver los rostros de los Torresino.

 -¿Qué te han dicho? ¿Les has comentado que estas al mando?

Diego asintió nervioso. Después que ella se sentara él la imitó.

 -Llevan celebrándolo toda la mañana.

 -¿entonces que pasa? – le preguntó. Su sexto sentido, infalible, la advirtió de que no todo andaba bien.

 -No les he dicho quien eres tú Dani – ella abrió los ojos sin comprender. Diego soltó un suspiró – Creo que es mejor que ellos tampoco sepan aún que eres Lady de los Justos.

 -Lo comprendo – no era cierto. ¿Acaso Diego se avergonzaba de ella? -¿tienes espías en tu poblado?

Diego debió notar el repentino tono de tristeza en su voz y se apresuró a explicarla:

 -Prefiero no arriesgarme. Hay algunos miembros que no sienten especial simpatía por tu apellido.

 -Ni por mi sangre – musitó. Cogió la botella de vino pero él se la quitó de las manos para abrirla. Dani le acercó las copas.

 -No es lo que piensas Dani. No quiero ponerte en peligro, has mantenido en secreto mucho tiempo tú identidad…

 -No me aceptarían.

 -¡no digas eso! ¿Quién es su sano juicio no te aceptaría? – la miró con seriedad. – es solo que prefiero que las cosas sigan así de momento. Bastante me preocupa lo que pueda pasarte en manos de tu familia como para estar pendiente de lo que dice mi gente. Dani, no eres invencible.

 -Soy fuerte.

 -Vulnerable.

 -Sé luchar.

 -Prefiero que me hagas el amor.

 -Torresino no voy a cambiar.

 -Ni yo lo quiero – respondió sirviendo el vino – solo pretendo ser prudente. Tenemos a varios Corsos encerrados en un almacén y los Castro-Irún vienen de camino con algunos Justos que se adentraron en las tierras en busca de liberar a los Corsos.

Dani se puso en pie repentinamente:

 -¿Por qué no me han dicho nada? ¿Dónde están?

 -Dani, siéntate – la ordenó alzando su copa. Ella obedeció desconcertada. ¿Cómo podía estar Diego tan tranquilo sabiendo aquello? – En cuanto lleguen nos avisaran, mientras, tú querías una cita y eso te estoy dando.

 -¿sabes quienes son esos Justos?

 Él negó con la cabeza y se encogió de hombros.

-¡eres más bonita de lo que recordaba! – las mejillas de Dani se tiñeron de rosa. Diego la miraba de nuevo con ojos fascinados – Esta ropa te hace sensual y provocativa. – Estaba cambiando la conversación adrede y eso la molestó un poquito.

 -Torresino, que estemos juntos, que yo te haya dejado al mando, no significa que puedas mandar sobre mí.

Él se tomó el vino de un trago y clavó sus ojos en ella.

 -Dani, he aceptado el mando – repitió -. Ahora estoy al frente y eres tú quien tiene que delegar en mí. Quiero estar informado de todo lo que suceda, necesito saber cuando la loca de mi novia prepara una incursión en mitad de la noche. ¿Entiendes lo que quiero decir? Que estemos juntos no significa que puedas hacer lo que te venga en gana siempre que quieras.

  -¡Me estas apartando de…! ¡No te confundas Diego! Yo…

 -Tú eres mi general, mi mujer, mi amante. Ahora lo eres todo…

 -¿Por qué nos hayamos acostado crees que tienes derecho sobre mi? Yo soy…

 -Sé quien eres pero yo estoy al frente – su ultima frase no dejó replicas de ninguna clase. Se levantó para accionar el aparato de música en el momento que Carmele entraba con una bandeja de alimentos. Ambas mujeres intercambiaron una mirada preocupada.

 -En cuanto lleguen los Justos nos avisas.

 -Si, Diego ya nos ha advertido – respondió la mujer mirándole.

Dani se sintió ligeramente desplazada y se giró para observar al hombre:

 -De acuerdo – le dijo cuando Carmele salió. Oírle decir que era su mujer la había embargado de una emoción desconocida – pero no puedes mantenerme apartada Diego.

Él volvió a sentarse y comenzó a servir los alimentos con manos diestras.

 -Por supuesto que no lo haré ¿Por qué no disfrutamos aunque sean un par de horas? – sonrió burlón.

 - claro – Dani se levantó muy despacio de su silla y se acercó a él. Diego la miró embelesado cuando ella se sentó a horcajadas sobre sus piernas. - ¿tienes mucha hambre? – le susurró contra el cuello. Olía muy bien y aspiró su aroma lamiendo la piel.

 -Hambre de ti – respondió plantando las palmas de las manos en su trasero. La falda se había subido hasta la cintura.

La sensación del cuero bajo sus muslos la excitó. Se apretó contra él y de no ser por las ropas Diego se la habría clavado hasta el fondo, de hecho la movía contra él con firmeza.

 -¿quieres que subamos a mi cuarto? –le preguntó mordisqueándole la oreja.

 - O atrancamos la puerta – la besó.



La cita estaba siendo un éxito, habían comido, habían brindado y Diego la había convencido para bailar. Ella no sabía pero se divirtió mucho intentando aprender y lo encontró sumamente fácil. No deseaba que el día acabara sin embargo  terminó cuando les informaron que los Justos habían llegado.

-Parece que esta todo bajo control – dijo Vaquero antes que Dani y Diego entraran a ver a los intrusos – No los hemos juntado con los Corsos todavía.

Alicia les interceptó el paso con una mano enguantada alzada hacía Dani.

 -No vayas Lady – se volvió a Diego – Ve tu mientras, yo debo hablar con ella.

 -¿Por qué? – Dani esquivó a Diego pero Alicia la sujetó con fuerza del brazo - ¿Qué pasa? ¿Quiénes son? – Entró en el cobertizo aunque su prima no la dejo dar más de dos pasos al interior. Sus ojos claros observaron el cuerpo tendido ante los pies de Cruz. Seth estaba situado tras ella. -¿Qué ha ocurrido? – insistió.

Alicia la sujetó con fuerza de los hombros en un intento porque Dani no se acercará más.

Ella se tensó y tragó con dificultad. Dudó por unos minutos. ¿Seria realmente alguno de sus hermanos el que estuviera allí? Aspiró el aire frio  que penetró en sus pulmones insuflándola fuerza y valor. Alicia no insistió y la dejó pasar, Diego caminó a su lado.

Lo hubiera reconocido en cualquier lado a pesar de tener la cabeza metida entre sus brazos. La sangre empapaba sus ropas.

 -¿esta muerto? – preguntó con frialdad. Ni ella quería mirar a Cruz, ni Cruz a ella.

 -todavía no– respondió.

 -¿has sido tú?

 -Si – volvió a repetir.

 - El Justo la atacó – explicó Seth que apuntaba al reducido grupo con una escopeta. Varios hombres se hallaban arrodillados con las manos sobre sus cráneos.

Dani agitó la cabeza con firmeza y llegó hasta Javiche. Se acuclilló cerca de él y cerró los ojos con fuerza luchando por no matar a Cruz. ¡Era su hermano! ¡Al único que había amado en su vida!

 -¿Qué ha pasado? – le preguntó Diego a Seth.

Seth apoyó la mano sobre el hombro de Diego y le llevó aparte para contarle lo sucedido.

Dani observó a su hermano y con ternura le acarició el cabello. Javier alzó la vista y la sonrió con tristeza.

 -Hola – la susurró en un murmullo ininteligible. Se estaba muriendo, su rostro se hallaba ceniciento por la falta de sangre.

 -Hola – le respondió con un nudo sofocante en la garganta. Estaba inclinada sobre él con los rostros muy juntos.

 -Te he echado de menos hermanita.

Javier hablaba entre temblores incontrolados. Ni siquiera Cruz que seguía en pie mirándole con odio podía escucharle, tan solo Dani entraba en su campo de visión.

 -¿Por qué lo hiciste Javiche? – una solitaria lágrima cayó sobre la frente de su hermano. Él sonrió tan solo para confortarla. -¿eras tú quien las raptaba? – no sabia ni para que preguntaba eso si ya conocía la respuesta.

 -Lady, me… estoy muriendo ¿verdad? – Ella asintió hundida en la pena – me duele… mucho.

Dani le cogió una mano con fuerza y alzó la vista mirando a Cruz.

 -No me dijiste que era él.

 -¿hubiera cambiado en algo?

Javier soltó una risa cargada de dolor al mirarla a las dos. Se sintió traicionado.

 -Acaba conmigo Lady – la imploró. Ella negó con la cabeza y suspiró retirando las lágrimas que empañaban sus ojos. Le soltó lentamente y se puso en pie frente a Cruz.

 -Termina lo que empezaste – les dio la espalda sin volver a mirarlos.

 -¡No! – gritó Seth cuando vio a Cruz apuntar a la cabeza del justo.

El ruido ensordecedor del arma al dispararse les paralizó a todos.

22

 -¡Estas loca! – Un Seth muy furioso desarmó a Cruz y comprobó que el Justo estaba muerto - ¿pero que diablos te sucede?

La fiereza con la que Seth la miró fue como un cuchillo clavándose en su corazón. Ante ella tenía al hombre que destrozó su vida, muerto, sin aliento, y no se sentía feliz por ello. Creía haberse liberado al fin y no era así. Había visto los ojos de Lady, de su amiga, una mirada gris cegada por el odio y sin embargo no se arrepentía de lo que había hecho.

Seth la cogió de los hombros y la zarandeó.

 -¡estaba indefenso! ¡Has matado a un hombre!

 -¡suéltame Seth! – Gritó alejándose de él - ¡no entiendes nada! – salió al exterior.

El hombre la seguía totalmente furioso. La detuvo y señaló al cobertizo:

 -¿Por qué Cruz? Podías haberle dejado vivir ¡por todos los demonios!

 -¡ya estaba muerto! No iba a salvarse.

 -pero ¿Por qué tú? – ambos gritaban en medio de la calle pero todos estaban más interesados en lo que ocurría dentro del edificio.

Carmele los miró una vez sin hacer ningún esfuerzo por mediar entre ellos. No sabia quien era ese Justo pero tampoco quería saberlo.

Cruz apretó los puños con fuerza.

 -¡él me secuestró! Abusó de mi ¿lo entiendes? Si, lo he matado ¡ojala se pudra en el infierno! – rompió a llorar presa de los nervios – Esta mejor a tres metros bajo el suelo.

 -¿y quien eres tú para decidir la vida de una persona? – preguntó mirándola con desdén. Bajo su mirada Cruz se había convertido en una asesina – Es por eso que nos tratas a los hombres como si fuésemos una mierda – el cinismo de su voz sonó como el rugido de un lobo – Puede que él fuera un desalmado pero tú, Cruz… tú no tienes corazón.

Le abofeteó con todas sus fuerzas. Seth tan solo movió ligeramente la cabeza por el impacto. En ningún momento apartó sus ojos de ella.

 -No quiero seguir estando contigo Cruz. Le diré a Diego que me asigne con alguien que me merezca más la pena y sepa aportarme algo.

Cruz le miró asfixiada. No podía controlar las lágrimas que escapaban de sus ojos.

 -Si eso es lo que quieres – jadeó con fuerza dejando escapar la angustia y sorbió ruidosamente. Se enjuagó el rostro con una mano – Eres libre de hacerlo.

 -Si, eso es lo que quiero.

Le vio marcharse hacia el “muro” y ella corrió a refugiarse en algún sitio donde nadie pudiera verla ni oírla.



Diego alcanzó a Dani antes que ella se metiera en el Citroën verde.

 -¿Dónde crees que vas Torresino? – le gritó por encima del fuerte viento que se había levantado.

Diego miró el cuerpo del Justo que ocupaba el asiento trasero del vehículo.

 -Voy contigo.

 -No, esto tengo que hacerlo yo sola.

 -¿Por qué no me has dicho que era tú hermano? – Ella no le escuchó bien y Diego volvió a repetir su pregunta.

 -porque es irrelevante – se frotó la frente con las manos enguantadas como si con ello pudiera despejar la presión que sentía. Diego acercó su cabeza contra su cara para oírla mejor. El viento se llevaba sus palabras – debo llevarle a casa.

 -Yo conduzco – la apartó de la puerta. Dani entró por la otra y le miró apoyando la mano sobre su pierna.

- déjame que vaya sola.

Diego negó, arrancó el motor. Al salir al camino principal les esperaba un ejército de motos negras. Dani exclamó emocionada.

 -¿creías que ibas a ir tú sola? – Con el mentón, Diego señaló a Cruz que se había situado cerca de la ventanilla de Dani – Están todos.

 -Ella no debería estar aquí.

 -¿Por qué? Cruz siempre ha estado de tu lado.

 -¿has hablado con ella? – Asintió - ¿Qué te ha contado?

 -Supongo que lo mejor seria que hablarais vosotras.

 -¿y que nos decimos? – Su voz tembló ligeramente - ¿Qué lamento todo el daño que Javiche le causó? Si hubiera sido otro…no importa quien, cualquier otro – se mordió la lengua con rabia y miró al frente – Yo la prometí que no me interpondría en su venganza pero debió advertirme quien era él. Jamás la habría permitido que acabara con Javiche.

 -Pero lo hiciste – la miró unos segundos y volvió los ojos a la carretera.

Dani negó con la cabeza.

 -Estaba herido de muerte. Ya no podíamos hacer nada por él y en el fondo Cruz le hizo un favor a él y a mí, yo no hubiera sido capaz de aliviar su sufrimiento.

Diego apretó los labios con fuerza.

 -Seth dice que el Justo la atacó creyendo que Cruz no se defendería.

 -Javiche siempre ha visto a las mujeres débiles. -Dani miró a Cruz y frunció el ceño pensativa: - ¿Dónde esta Seth? ¡Eh! ¡¿Por qué maneja mi moto?! – se quejó al verle en la cabecera.

 -Relájate nena – apretó el pedal hasta el fondo – Si te la jode te birlo una para ti.

 -Ya bueno, pero ¿mi moto? – Diego se echó a reír al verla resoplar como los caballos. Cada minuto que pasaba con ella más orgulloso se sentía. Dani era espectacular, puede que no en el sentido del feminismo fingido. Le había encantado verla con un vestido tan atrevido. Su mirada había viajado continuamente a la cremosa carne que asomaba bajo la falda preguntándose si habría tanga y si se quitarían bien los pantis, pero admitía que esos vestidos le gustaban solo para él. Dani estaba maravillosa con su ropa de motero y las horribles botas negras.

Había estado hermosa con aquel peinado que le asemejaba a una delicada flor sin embargo él prefería el cabello suelto cayendo sobre sus hombros.

Dani era femenina como él quería y donde a él más le gustaba. ¿Que importaba que se hubiera cansado de llevar los altos tacones de aguja cuando por fin se pusieron a comer, y acabara lanzándolos contra uno de los muros? fue un milagro que no atizara el altavoz.

Para algunos hombres puede que aquello fuera un defecto, para Diego no.  Encontrar a alguien tan apasionado como él mismo pasaba solo una vez en la vida y a veces ni pasaba.

No dejaba de admirarla, no todo el mundo se tomaba la muerte de un pariente querido con la entereza y la frialdad con lo que ella lo hacía. Por un lado, muchos aliados no entenderían que Dany, la chica de Carmele, se apenara por la muerte del Justo que los había aterrorizado. Comenzarían a sospechar de ella y lo peor es que podrían querer cogerla para vengarse de todas las demás ofensas, sin pararse a pensar que ella los hubiera ayudado.

Por otro lado, Dany evitaba mostrar su lado más débil ante los que la rodeaban, incluido a él. Quizá es que nunca había tenido posibilidad de demostrar sus sentimientos a nadie.

 - Háblame de tu hermano – la dijo. El aire se calmaba paulatinamente y comenzaba a nevar.  -¿te apetece?

 -no mucho.  – se acomodó en el sillón colocándose un pie bajo el trasero, la rodilla quedaba doblada rozando la guantera. Diego podía ver su perfecto perfil en actitud pensativa. No pudo resistirse a besarla en la mejilla y ella le miró con una sonrisa y los ojos encendidos. Soltó una carcajada y se concentró en la conversación: – Javier conmigo siempre se portó bien aunque era un poco regañón… - Continuó hablando de su hermano pero todo el tema se centraba en la guerra y en la lucha. Le contó como había sido uno de los mejores artificieros especialista en hacer explosivos. A ella misma le había enseñado como elaborar los detonadores, como desactivar una bomba de reloj, la cantidad de dinamita suficiente para volar una gasolinera… Todo lo que Dani contaba era horroroso, como si hubiera estado viviendo en una batalla desde que tomo el primer biberón. Cuando ella acabó de hablar Diego no supo que decir. Según su criterio Javier Justo se había merecido el final que había tenido.

Se detuvieron en los límites y Dani le miró confusa.

 -¿Por qué paras?

 -No vamos a entrar. Las motos no podrán regresar si nos quedamos mucho tiempo.

 -¿y que piensas hacer?

 -Liberar a un Justo y a un Corso. – Dani arqueó una ceja - Ellos llevaran un mensaje, si quieren a tu hermano deberán tratar conmigo antes.

 -¿piensas entrevistarte? – medio gritó asustada – Diego…

 -No les voy a dar opciones Dani. Intentaremos un acuerdo y si no resulta, al menos lo habremos intentado.

 -Es esa maldita conciencia que tenéis los del Sur – se echó a reír. - ¿y que harás con Javiche? Aunque haga frio, si lo dejamos mucho tiempo con nosotros comenzara a oler.

 -¿Qué? – la miró atónito y ella le dedicó una sonrisa triste.

 -Solo bromeaba. ¿Dónde le dejareis?

La puerta trasera se abrió y un hombre joven ayudado por Alicia sacó al Justo. Dani miró ansiosa a su prima.

 -Lo llevaré con Manuela, tienen cámaras.

Diego observó el cruce de miradas entre ambas. Dany preguntaba en silencio a su prima si estaba de acuerdo con los planes y Alicia se lo afirmaba con convicción. 

 -¿no confías en mi Dani? – la preguntó al cerrar Alicia la puerta de nuevo. La vio tragar con dificultad y sintió un escalofrío en la columna vertebral. Si Dani le decía que no, tendría que reprimir las ganas de llorar (no recordaba haber llorado desde que era niño), si le decía que si…

 -Si, claro que confío en ti –  Dani soltó un suspiro tan nervioso como el suyo propio y Diego advirtió el brillo de amor que inundaban los ojos grises al decirle: – Es a ti a quien elegido proteger Torresino.

 -O yo a ti  - la besó impidiéndola decir nada más.



23

 -Llevamos años para liquidar a un puñado de pueblerinos donde apenas les quedan víveres para subsistir. ¿Me estas diciendo que te retiras Bernardo? – El Justo le miró sorprendido.  -¡No puedo creerlo! después de todo lo que hemos esperado. ¿Es posible que estés hablando en serio? Por dios, ¡envían un mensaje de un Torresino que ni conocemos y te entra el miedo!

  -No es miedo. Mi gente se ha aburrido de la gente del Sur y tienen razón. Total ¿para que? Allí no hay nada de valor.

 -¿Pero que valor hablas?

- De las minas de turquesas repartidas en las montañas – Bernardo se encogió de hombros – Están muertas, agotadas, vacías – fue enumerando con los dedos y sus ojos oscuros se clavaron en el Justo que había perdido el color de la cara, cerró el puño con fuerza delante de sus narices – Esas tierras ya no valen para nada y ya no deseo tenerlas.

 -¿lo hacías por las minas? –  recuperado soltó una carcajada llena de cinismo - ¡pues claro que no hay nada! Lo que hubo una vez esta a buen recaudo. ¿Pensabas conseguirlas? ¡Esta si que es buena! – Siguió riendo sin advertir que el rostro de Bernardo adquiría un tono rojizo - ¿no me digas que por eso tu padre aceptó la boda con Lady? ¿Por qué tu padre te habló de esas minas, verdad?

Bernardo no contestó, se limitó a sacar una de sus dagas que acarició con mucha suavidad.  El Justo se calló tomando asiento en un amplió sillón de piel color café y se cruzó de piernas.

 -Yo por ejemplo deseo las tierras porque de ese modo el país entero sería nuestro. Podía haber elegido a cualquiera de mis hijos para que quedaran de gobernantes pero te elegí a ti Bernardo.  La única que podría manejar algo sin dejarlo caer hubiera sido la mocosa. Ella era la que estaba destinada por mi.

 - Veo que tus informadores no han hecho bien su trabajo -Bernardo levantó los ojos de la afilada hoja –Ya no hay Gobierno. No hay nadie al mando de nada, ni ministros, ni presidentes, los países vecinos se están volviendo locos con los saqueos incontrolados, con los robos…

 -¡Por eso! ¡Ahora es el momento!

 -¡claro que lo es! Pero no para atacar a los del Sur – se guardó el arma – Ya no existen las fronteras, no hay nadie que pueda detenerte, los militares se han dispersado. – se acercó hasta el sillón y colocó su pie sobre el reposabrazos del Justo obligándole apretarse contra el respaldo – El Sur ha tenido mucho tiempo para entrenarse, para prepararse al igual que han hecho otros en varias zonas de Sudamérica. El resto no es tan fuerte como nosotros Justo. Firmemos esa tregua con Torresino, que nos devuelvan a los hombres y a tú hijo – El Gesto de dolor que cruzó por la cara del Justo no fue más que un fogonazo – Cuando seamos más, cuando tengamos más, nos ocupamos de ellos. ¡Dejémosle unos años tranquilos!

 -¿por donde sugieres que comencemos? – Se inclinó de nuevo hacia adelante cuando Bernardo se apartó con una sonrisa presuntuosa – Lo has pensado bien ¿verdad Bernardo? Querías traicionarme.

 -¡claro que no! Cierto que en este momento el Sur se me queda pequeño. Había pensado en una potencia grande y cercana.

 -¿Ginebra? – cuando lo preguntó le pareció una locura pero la idea se fue formando en su cabeza.

 -Así es. Si no quieres estar de nuestro lado no pasa nada, quédate aquí y sigue peleando con la escoria. – Bernardo se dirigió a la puerta para marcharse.

 -¡espera! El Torresino ha pedido que estemos los dos en la reunión. ¿Vas a ir?

 -Si, estoy deseando conocerle. Imagino que debe ser alguien muy inteligente como para haber entrado en tu casa las veces que le ha dado la gana.

El Justo dejo los ojos en blanco, si hubiera tenido a Bernardo más cerca le habría agarrado del cuello.





Era muy temprano para tener una reunión, pero Diego Torresino lo había exigido así.  El Justo y el Corso se desarmaron al llegar a la puerta del Pub donde unas guapas muchachas les pidieron sus armas. No pensaban hacer nada que provocara un ataque inesperado. Imaginaban que los sureños se habían desplegado por todo el perímetro para evitar emboscadas.

 -No llevo más, guapísima – Justo abrió las manos y giró en plena calle para que todos observaran que no llevaba nada extraño encima. Vio varias sombras en los tejados así como en la ventana del edificio del frente.  -¿puedo pasar lindura?

La muchacha se echó hacía atrás y él entró al abrigo del pub frotándose las manos con vigor. Observó a los hombres que se hallaban sentados alrededor de una mesa de póquer. Solo uno se hallaba de pies esperándole.

 - Soy Diego Torresino – se presentó con voz firme. Su rostro no expresaba nada, era un tipo joven, alto, tendría la edad de Bernardo o su hijo Tony.

 -Justo – le respondió tendiéndole la mano. Su mirada debía haber amedrantado algo al joven pero Torresino no demostraba ni siquiera nervios – dame a mi hijo.

 -Quiero la rendición.

 -¿Cómo? – elevó la voz un terció – le escuchas Bernardo, no quiere la paz, quiere que nos rindamos – miró al resto de los hombres que seguían sentados con los ojos puestos en ellos. Adivinó que serían los representantes de los siete poblados pero solo reconoció al hombre más mayor que llevaba un extraño sombrero de cowboy – Vaquero, no sé porque te daba fuera del país.

 -¿os conocéis? – preguntó el Torresino mirando al hombre.

 -Si nos conocemos. Cuando éramos jóvenes…

 -¿pero fuimos jóvenes alguna vez? -No le gustó que Vaquero le ignorara apartando la mirada hacía su líder – Le salvé de morir ahogado cuando reventó la presa.

 -Cuando reventaste la presa para hacerte con todas la subvenciones.

 -Si, es verdad. – se acercó hacía una de las sillas libres y se sentó – no nos vamos a rendir Torresino. Si tocas un solo pelo de los nuestros…

 -Mi hermano no quería decir rendición – dijo otro hombre levantándose. Se parecía mucho al líder solo que esta tenia el cabello largo cayendo sobre la espalda. Sin duda otro Torresino, ¿primo, hermano?

 -Te escucho.

Los parientes se miraron.

 -La rendición y una disculpas, los caminos abiertos…

 -¿Y todo eso solo a cambio de mis hombres? – miró a Bernardo.

 -Yo te dije antes de venir lo que pensaba.

Justo apretó los dientes con fuerza haciéndolos rechinar. Se encontraba solo, el idiota del Corso le traicionaba.

 -Tengo algo que ofrecer – Torresino seguía de pies, apoyó las palmas de las manos sobre la mesa y le miró de tal manera que por primera vez a Justo se le secó la saliva en la boca – A Lady.



Las cosas no se sucedieron tan fáciles como Diego había pensado en un principio. El cabeza de familia de los Justos era un hombre frio de mollera muy dura y Bernardo Corso… de solo pensar que aquel hombre hubiera sido el esposo de Lady de no haber huido le ponía los pelos como escarpias. 

Al menos la reunión fue bastante sensata y pacifica. El Justo no se dejaba doblegar por nadie, Diego le iba a la par cuando cruzaron duras palabras de amenaza.

Si Dani no temió por Diego, mentía. Durante las dos horas que los hombres se encerraron en un oscuro y pequeño pub de la ciudad, la muchacha se había mordido todas las uñas de las manos y casi las tenía ensangrentadas. No creyó que su padre aparecería pero llegó con su soberbia y orgullo.  Lo había visto de lejos, escondida en el primer piso del bloque situado frente al local. Dani utilizaba la mira de un rifle para observar las siluetas a través de la ventana. Un movimiento en falso y no hubiera dudado en apretar el gatillo.

La posible emboscada que los de Sur esperaban no sucedió y cuando todo acabó, los hombres desplegados por las azoteas suspiraron de alivio.

Durante el regreso hasta el “muro” Diego no había abierto la boca ni una sola vez y estaba furioso. Dani no quiso presionarlo adivinando que no había llegado a ningún acuerdo con su padre. Tampoco quiso detenerle cuando la dijo que aquella noche dormiría en su poblado. Más tarde ella buscó a Vaquero para sonsacarle algo de la reunión porque Seth también había desaparecido. Fue frustrante cuando vaquero se disculpó diciendo que no tenía tiempo y Dani llegó a sospechar que no querían hablar con ella adrede.

Encontró a Cruz en su habitación y aunque al principio las palabras fueron frías, poco después se hallaban riendo disfrutando de lo poco que faltaba para el triunfo.

De esta guisa las encontró Alicia que se unió a ellas con una extraña mueca. Dani la vio guiñarla el ojo antes de decir:

 -¡que morro tiene Seth! – Cruz se envaró.

 -¿Por qué lo dices? – preguntó Dani siguiendo su juego.

 -¡Pues no se acaba de encerrar en el cuarto de Elisabeth!

 -¿¡que?! – dijo Cruz.

 -¡no me digas! – Siguió picando Dani - ¿y si pegamos la oreja en la pared? Puede que les escuchemos… ahh… ahh… – jadeó.

Alicia y Dani rompieron a reír al ver a Cruz salir del dormitorio para ir directamente al de Elisabeth. Se callaron de repente:

 -Alicia ¡la has liado!

 -Lo sé, pero mola ¿no?

24

Cruz golpeó dos veces la puerta y esperó impaciente. ¿Estaría Seth de verdad allí? Y si lo estaba ¿Qué decía? Mil imágenes pasaron por su cabeza, los imaginó desnudos sobre la cama… ¡maldita Alicia! ¡Y Eli! ¿Cómo podía hacerla eso a ella? 

Fue a golpear de nuevo pero se contuvo ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Qué la importaba que Seth estuviera allí? Tragó con temor e inició el regreso a su dormitorio. La puerta se abrió. Elisabeth la sonrió quitándose la cazadora. Acababan de llegar. Cruz suspiró inconscientemente, había llegado a tiempo.

 -Hola Cruz ¿necesitas algo?

 -Mi madre quiere verte abajo – mintió procurando que su voz no delatase la ansiedad que sentía.

 -Vale ¿te importaría decirla que ahora bajo?

 -¿crees que soy tu correo? – se arrepintió de decirlo en el mismo momento que escuchó su tono de voz. Una bruja, así es como se estaba comportando. Y la pobre Elisabeth la miraba sin entender.

 -Perdona Cruz, pensaba que tú ibas a bajar – la joven terminó de abrir la puerta colocándose el abrigo de nuevo. Seth sentado sobre la cama se hallaba inclinado hacía adelante.

“¡se esta quitando las botas! – pensó mirando disimuladamente. ¡Maldito cabrón!

 Seth estaba de perfil y el largo cabello caía sobre su cara por lo que no pudo verle el rostro.

 -Vengo ahora Seth – dijo Elisabeth.

 -No pasa nada, vengo más tarde. –respondió él levantándose.

 -¡no! Vete mirando la colección seguro que te gusta alguno – Cruz logró ver el borde de una caja de cartón que se hallaba tras la cama, justo donde Seth había estado inclinado – Son discos de vinilo de la década de los ochenta. Ya nadie tiene de estos pero Seth ha encontrado un tocadiscos y queríamos probar algunas canciones.  – Contestó Elisabeth a la silenciosa pregunta de Cruz - ¿te apetece mirar alguno?

 -No… gracias. - negó. En aquel instante Cruz deseó que la tierra se la tragase. Se había convertido en una rastrera, en una arpía, una mala persona. Elisabeth era una de sus amigas y jamás se liaría con Seth. La culpa era de Alicia y suya, por dejar que la otra la malmetiera.

 -Vengo en otro momento – repitió Seth. Cruz se apartó de la puerta para dejarle pasar, pensó que al menos la miraría, esperó algo, una mueca, un gesto…

 -Nos vemos Cruz – se despidió Elisabeth caminando tras de Seth.

Cruz fue incapaz de moverse mientras miraba la espalda del hombre, el cabello acariciaba sus hombros mientras caminaba hasta la escalera. Le echaba muchísimo de menos, se arrepintió una y otra vez de su última discusión. Debería haber hablado con él, hacerle entender que el Justo ya estaba muerto aunque no hubiera disparado. Debía haberse abierto a él en vez de ser una hija de puta y estar machacándole desde el mismo día en que le conoció. Si ella hubiese sido Seth habría actuado igual que él, pero ella era Cruz y estaba enamorada del hombre que en aquel momento más la odiaba. Ni siquiera se dio cuenta que estaba sola en el corredor hasta que Dani salió por la puerta y la abrió los brazos. ¡Su salvadora! Dani siempre estaba allí.

Se arrojó a ella rodeando su cintura y rompió a llorar deshecha en angustiosos sollozos. No supo como llegó al dormitorio ni lo que Alicia y Dani la decían, solo podía pensar que Seth no la había dirigido la mirada, no era digna de él y otra vez volvió a sentirse como el día que Lady la salvo la vida. Destrozada por dentro.

 -¿quieres que yo hable con él? – la preguntó Dani limpiándola el rostro con una sabana que poco antes había arrancado de su cama. Trataba de animarla – Seth es buena gente.

 -Prefiero que no le digáis nada, además tampoco querría estar conmigo después de lo que sucedió.

 -Por favor Cruz, la era de las mojigatas y las vírgenes desapareció hace mucho tiempo. Mujeres al poder – el cojín que lanzó Dani impactó con puntería en la cara de Alicia.

Cruz sonrió divertida, había sido gracioso tanto el golpe como el lanzamiento. Alicia se dejó caer con una carcajada sobre el suelo.

 -No escuches a esta pazguata querida. Os recuerdo que yo era virgencita hasta hace poco, luego apareció Diego y…

 -¿una cerveza Cruz? – preguntó Alicia poniéndose en pie, Dani seguía hablando hasta que se dio cuenta que ambas salían al pasillo. - ¿Por qué me habéis ignorado? – caminó con prisa tras ellas.

Cruz se sintió mejor, escuchaba relatar a Dani tras suyo, Alicia la había cogido de un brazo y descendían juntas la escalera.

En el salón se produjo un repentino silencio y todos los ojos se clavaron en ellas.

Cruz se detuvo haciendo que sus compañeras se parasen. Todos los presentes eran conocidos pero había algunos que no iban al “muro “desde hacía años. La sensación de que algo malo sucedía la llenó de un miedo súbito. No la miraban ni a ella ni Alicia.

Dani se había dado cuenta y había reculado varios pasos en la escalera. Cuando estaba en el local nunca iba armada, pero aquel momento era el ideal para estarlo.

Cruz miró a su madre y Carmele enseguida sacó la escopeta que había tras el mostrador.

 -¿Es verdad que eres un Justo? – gritó un hombre mayor con mirada furiosa. Varios se pusieron en pie amenazantes.

Cruz también subió un par de peldaños de espalda, aunque la fuera la vida en ello nunca dejaría que hicieran daño a Lady. Alicia se quedó en el sitio con actitud amenazante.

 -¡responde! – gritó otro, las voces comenzaron a elevarse con tonos nerviosos.

 -¡El primero que de un paso adelante le vuelo la cabeza! – gritó Carmele saliendo tras la barra. Los ánimos estaban demasiados caldeados.

 Vaquero y Seth entraron en el muro en ese momento.

 -¿Qué esta pasando aquí? – Se unieron a Carmele. Vaquero llevaba un par de revólveres en las caderas, bajo el largo abrigo que rozaba sus piernas al caminar.

-¡Es un Justo!

 -¡un maldito Justo! – sonó una voz ronca desde el fondo. Los que aun seguían sentados se pusieron en pie.

Cruz sintió miedo por Dani y por Alicia. El local estaba lleno y ellas desarmadas. Se puso tan nerviosa que incluso llegó hacer planes para escapar por la ventana que daba al tejado del cobertizo, una tontería porque Dani no tenía pensado huir. Lo notó en su apostura recta y orgullosa mirando a la gente desde lo alto.

  -¡espía! ¡Traidora!

 -¡No mereces seguir con vida!

Los gritos siguieron sucediéndose, cada vez menos y más relajados pero de un modo continuado formando varias discusiones dispersas, los que estaban a favor de Lady contra los que no.

Cruz miró de reojo a Dani, no podía creerlo pero… lloraba. Lady de los Justos estaba llorando. No movía ni un solo musculo de su rostro, tan solo gruesas lágrimas se deslizaban por sus mejillas. La dolió verla así después de todo lo que Dani había echo por el Sur. ¿Qué más daba su apellido si lo que importaba eran sus acciones? En ese momento Lady se debía sentir traicionada, dolida…

 -Ella rescató a mi hija – Un hombre  seguido de cinco sujetos más se unieron a Seth formando barrera en la escalera – Se lo debo.

 -No me debes nada – contestó Dani sin moverse del sitio. El hombre asintió y enfrentó al resto con la cabeza bien alta.

Unos tan solo miraban, otros parecían pensárselo, algunos más se unieron a Vaquero pero todavía quedó una pequeña minoría que la miró con ira.

 -Vuestra gente estaba dispuesta a este pacto – les dijo Vaquero. Se elevaron murmullos de disconformidad.

 -¿Qué pacto? – preguntó Alicia con firmeza. Nadie la contestó y los minutos se alargaron lentamente, con pesadez. ¿Estaban hablando de la reunión que habían tenido con el Justo y el Corso? Ella tampoco había escuchado nada sobre los términos o si habían quedado en algo. Pensó que el corazón la saldría del pecho, Alicia se había sacado un cuchillo de la bota y lo había apoyado en el cuello de Vaquero mirándole con hostilidad. - ¡el pacto! – Le gritó furiosa -¡háblame de él!

 -¡Alicia por dios! – exclamó Carmele perdiendo el color de su cara.

Cruz notó la intensa mirada de Seth sobre ella.

 -¿Qué pacto Seth? – Se atrevió a preguntarle - ¿Quién les ha dicho que ella es Lady de los Justos?

 -Mi hermano.

 -¿Qué? – escuchó preguntar a Dani en un hilo de voz.

 -No puede ser…- Cruz la miró a ella y de nuevo a Seth - ¿nos ha vendido?



 25

Se estaba comportando como un cobarde, lo sabia. No debía haber ocultado a Dani nada relacionado con su padre. A priori le había parecido buena idea pero ahora las dudas le asaltaban y analizando la situación fríamente comenzaba a descubrir ciertos escollos en su plan, no obstante era hombre de palabra y no iba a dar marcha atrás en las negociaciones.

Estaba decidido, a primera hora de la mañana esperaría a los Justos y los guiaría hasta Dani. El encuentro no iba a ser muy agradable pero él estaría allí apoyándola en todo momento, total, el Justo solo iría a confirmar que ella se encontraba donde Diego había dicho.

Seguramente esa noche nadie seria capaz de dormir. Él, porque no podía dejar de imaginar la reacción de Dani, el Justo por el próximo encuentro con su hija y la pobre Dani seguramente que tenía su cabeza apunto de explosionar tratando de averiguar que era lo que sucedía con exactitud. Ella no era ninguna tonta, al contrarió, era Diego casi el que esperaba que Dani enviara todo al diablo con alguna extraña maniobra.

Ella le había dicho que confiaba y Diego esperaba de todo corazón que así fuera, porque lo que iba a suceder el día siguiente seria algo importante.

Por otro lado en el “muro” se hallaba Vaquero y Seth, ellos le habían dicho que Dani no sabría nada por sus bocas, no prometían mantenerse callados si el acero de Dani amenazaba sus gargantas pero intentarían alargarlo todo lo posible. Además si ella se enteraba antes se negaría a tener una entrevista con su viejo y ni él, ni nadie, podrían obligarla a lo contrario.

De haberse quedado a pasar la noche con Dani, ella le hubiera sonsacado toda la verdad, pero tener que estar solo, en su dormitorio, viendo pasar las lentas agujas del reloj que colgaba de su pared, le parecía la manera más horrible de perder un tiempo precioso.



La bolsa de piel oscura cayó con fuerza sobre el piso con un ruido seco y pesado.

 -Vámonos Lady, nos queda mucho por recorrer – advirtió Alicia corriendo de un lado a otro mientras guardaba más pertenencias.

 -He preparado algo de comida para que os apañéis los primeros días.  Son cosas fáciles de llevar en las motos – Carmele se acercó hasta Dani que había centrado su mirada en la bolsa del suelo – también te quiero dar esto – la mostró un paquetito de tela y abrió una esquinita para que Dani lo mirase – son algunas joyas, no tienen mucho valor pero seguro que os sacaran del paso en algún momento – se inclinó sobre la bolsa para guardarlo.

 -Eso os va hacer más falta a vosotros – dijo Alicia pasando a su lado – Cruz no tienes por qué venir.

 - voy a ir.

 Carmele cogió del brazo a su hija:

 -Quédate. Ellas pueden enviar algún recado con Juan o con Manuela cuando estén instaladas en un sitio más seguro.

 Cruz volvió a negar con cabezonería.

 -No voy a ir a ningún lado – la voz fría de Dani detuvo tanto las conversaciones como los movimientos de Alicia. Todas se volvieron a mirarla con sorpresa. – Lo habéis oído bien. No pienso marcharme de aquí. – Había tenido toda la noche para pensarlo, o por lo menos desde que ella supo que la habían descubierto. No iba a huir, conocía demasiado bien a Vaquero y si ella corriera peligro sería el primero en decirla que se marchara, él mismo seria capaz de llevarla por el mismísimo mar si hacía falta. No, no podía desconfiar de Vaquero y tampoco de Diego.

No entendía muy bien los motivos de Diego ni que plan tendría preparado pero esperaba que tuviera el éxito esperado, si no ella se veía criando malvas.

 -¡claro que nos vamos a ir! Y ahora mismo además, venga, recoge las cosas Dani.

 -Al menos hasta que se calmen un poquito por aquí o sepamos bien de que va todo este asunto – intercaló Carmele de acuerdo con Alicia.

 -He dicho que no – repitió Dani colocándose el cinturón plateado y afianzando la catana en la funda de cuero – Estoy deseando saber que va a pasar y no pienso perdérmelo.

 -¡Si no te lo vas a perder! estarás como siempre en primera fila – Alicia estaba de muy mal humor y otra vez se dispuso a terminar de recoger – Si confías tanto en ese maldito de Diego ¿Por qué no nos da la cara?

 -Ella tiene razón, todos los hombres…

 -No Cruz, él es diferente. - ¿y porque sintió tantas dudas de repente? Se suponía que tenía que fiarse de él porque no habían fingido y se amaban de verdad. Buscó entre sus recuerdos hasta hallar aquel trozo de conversación murmurada en la oscuridad “Yo siempre estaré a tú lado, Dani, junto a ti”

 -¡de verdad chica! Me gustaría tener la seguridad que tienes tú pero es imposible. Ya todos saben quien eres…

 -Te recuerdo que anoche acabaron apoyándome todos. – replicó. Había alguno que todavía no la miró con buenos ojos cuando salió del muro, pero no era peligroso.

 -Por nuestra gente no debes preocuparte Alicia, me da más miedo saber porque Diego la ha delatado – dijo Cruz.

 -Eso es lo que yo quiero averiguar – Dani se encogió de hombros y golpeó la pesada bota en el suelo como si estuviera desentumeciéndose los pies. No sentía miedo por lo que pudiera pasar, al contrario, estaba deseando que lo que fuera, sucediera y terminara con su incertidumbre – Vaquero dijo que hoy nos lo explicarían y no pienso marcharme de aquí sin saber por qué. Puede que salga perdiendo – dijo en el mismo tono de “te lo advertí” que probablemente la hubiera dicho su prima – pero si yo caigo Diego caerá conmigo. – y su promesa se reflejó en el acerado brillo de sus ojos grises.

Horas antes, cuando estaba parada en la escalera observando a las personas que la increpaban, se había sentido pisoteada, traicionada, como si todo lo que hubiera hecho por aquella gente no hubiera tenido valor alguno. ¡Ella había robado para alimentarlos! Había llenado sus depósitos e incluso los había defendido. Pero lo peor de todo había sido la traición de Diego, de la persona que más amaba. Al enterarse de lo ocurrido había sentido ahogo en el pecho, rabia, incredulidad. Tras pensarlo con calma había sido peor. ¿Qué tramaba el hombre para andar con tantos secretos?

Dani era una guerrera con mente fría y era capaz de soportar las cosas más crueles y horribles. Esperaba no cambiar de parecer cuando supiese la verdad.



 -Me alegro que esto se acabe padre – dijo Tony con sinceridad. La noticia de la muerte de Javiche había sido un mal trago para la familia. Pensaban que eran invencibles y una vez más la vida les demostraba que no.- Al final las cosas han salido como esperabas. Desde luego que tendría cuidado con Bernardo…

 -olvídate de ese pringado que tiene agua en el cerebro. ¿Te dije porque quería las tierras…?

 -Si, por las minas – asintió. Ya se lo había dicho unas cuantas veces pero a su padre le encantaba repetir las cosas una y otra vez, a veces hasta contadas de diferentes maneras  - Pero entonces no nos uniremos a él. ¿No?

 -No por el momento. – sus ojos brillaron al pensar en algo divertido pero la expresión de su cara siguió tornándose seria. Tony le había visto reír en muy poquitas ocasiones y aunque descifraba que en aquel momento era un hombre feliz, no lo demostraba. –Yo sabia que Lady sería la única que podía conseguir lo que no hemos hecho nosotros – Tony se acomodó para volver a re escuchar lo que tantas veces el Justo decía. Puede que a ella nunca se lo hubiera dicho o incluso que ni si quiera lo supiese, pero el Justo había estado muy orgulloso de la fuerza y la destreza de Lady, tanto que por eso la obligó a ejercitarse como ellos, a luchar como un verdadero general y a sacarse las castañas del fuego ella solita sin ayuda de nadie. Si, sabia que Lady conseguiría lo que se propusiese –  Todo este tiempo pensando que esa cabrona había huido… y estaba metida en el ajo de todo. ¡No lo puedo creer! Ese Torresino me gusta, ha sabido jugar bien sus cartas.

Tony le miró con respeto como siempre hacía.

 -¡diría que le admiras!

 -En cierto modo si. Ha tenido los suficientes cojones como para enfrentarnos, nos ha burlado…

 -Padre, era Lady la que entraba a saquear, no el Torresino.

 -¿Qué más da? El hombre ha dicho qué están juntos en esto.

 -Que lastima que Javiche no halla podido enterarse – dejo caer Tony con un ligero tono de reproche.

Su padre cerró los ojos con fuerza ahogando su pena. Jamás les demostraría el dolor que esa muerte le producía. Prefería quemarse en el infierno a que los demás pudieran encontrar su debilidad, pero Tony sabía donde era débil y que le producía más daño. Cuando lady había desaparecido el Justo se había vuelto loco buscándola, incluso llegaron a pensar que los mismo del Sur se habían atrevido a secuestrarla. Luego se dieron cuenta que Alicia la acompañaba junto a las motos después de haber liberado a una joven que Javiche mantenía encerrada. Tony nunca había visto bien que su hermano hiciera aquellas barbaridades con las mujeres, él mismo era un guerrero, un hombre que le gustaba pelear, pero jamás, en ningún  momento y bajo ningún concepto se hubiera atrevido hacer daño a una mujer, lo que no sabía era porque su padre lo había consentido, de no ser que estuviera ignorante frente a los caprichos del hijo menor.

Recordó como había maldecido a Lady tachándola de cobarde, ahora el Justo sonreía olvidándose de todas las ofensas que Lady le había hecho escondida bajo la fachada de escoria. ¿Deberían de dejar de llamarlos así ahora que su hermana gobernaría  la mitad del país?

 -Si, por fin he conseguido lo que quería Tony. Te dije que esas tierras nos pertenecerían y lo hemos conseguido sin derramamiento de sangre, como tú querías ¿no?

 Llevaba razón. Tony igual que amaba la guerra, le gustaba enfrentarse con gente bien preparada pero no con seres indefensos que no habían cogido un arma en su vida o que se desmayarían con solo oler la herrumbre de la sangre. Si hubiese querido acabar con la gente del Sur, hace tiempo que habría acabado con ellos sin embargo últimamente varias bandas nuevas habían tratado de penetrar por el norte y él se había hecho cargo de no permitirlo.

 -Padre nosotros no hemos conseguí…

 -nosotros no pero lady si. ¿Qué más da si en vez de Bernardo de los Corsos y Silva, es Diego Torresino? Solo he cambiado de yerno pero el fin es el mismo. Esta guerra la ha ganado un Justo. Diego tiene pinta de saber por donde ponerse los pantalones y será un buen apoyo para nuestra niña.

-Mi hermana no querrá verte.

 -Lo sé Tony, pero si quiere la paz para su gente no tendrá más remedio que soportarme de vez en cuando, después de todo, ellos me informaran de todos sus pasos y nosotros de los nuestros.

 -¿Entonces dejaremos a Bernardo en su afán de conquista que se largue solo?

 -¡anda, que se vaya y no vuelva! Menudo maricón de mierda. El Torresino le dio la oportunidad de luchar por Lady y él dijo que ya no le interesaba.

Tony rio con cinismo:

 -Solo le interesaba el poder, no sé de que te extrañas.

 -No me extraño, solo me sorprende que se haya dado cuenta tan tarde, Lady era mucho más fuerte que él y lo habría liquidado en la primera discusión que tuviese. Ahora que no hay gobierno nos limitaremos a defendernos de los intrusos y por supuesto cercar la zona para que nadie pase sin permiso. Lady dirigiendo el sur y tú… el norte, nos convertirá en una potencia importante.

Tony le miró con la boca entreabierta. ¿Su padre había dicho que él dirigiría…?

 - has oído bien muchacho. Ya va siendo hora de que me releves, estoy perdiendo facultades.

Tony sonrió con amplitud, después de todo debería agradecer a su hermana el rápido ascenso que acababa de conseguir.

 -Se lo que voy hacer en primer lugar – cogió una copa de vino que su padre le sirvió y después de dar un sorbo corto continuó hablando emocionado –Daré la orden de que abastezcan los comercios y podemos volver abrir las rutas marítimas. Puede que haya algún país dispuesto a negociar con materias primas. – No vio a su padre saliendo de la habitación con la sonrisa en los labios – Mi hermana y yo… prefiero tratar con el Torresino ¿crees que será posible?

Al volverse se encontró solo.

26

Dani volvió a mirar por la ventana pero esta vez, en vez de regresar hasta la estufa de leña, se quedó en el sitió con los ojos clavados en la furgoneta de Diego.

Dio un paso atrás para no ser vista desde el exterior, desde hacía unas horas los sureños habían comenzado a reunirse en el aparcamiento. Niños, mujeres, ancianos, gente que conocía de vista al cruzar las aldeas, todos acudían como gotas de agua formando un gran charco en una procesión que no había cesado desde primera hora.

En ese momento Dani no se preocupó por la gente, solo deseaba ver el rostro de Diego y sus gestos, si le veía tranquilo todo iría bien, desde luego más le valía que todo saliera bien porque era la primera vez que el muro se llenaba de tantas personas indefensas y débiles.

Salió Diego y como si supiera que ella estaba allí levantó la mirada hacía la suya. Fue tan solo unos segundos que parecieron detener el tiempo, creyó ver  la preocupación en el semblante del hombre a pesar de su mirada tranquilizadora.

Vestía con vaqueros y cazadora de piel con los bordes en lana de borrego, estaba tan atractivo como siempre pero esta vez parecía rodeado de un aura enigmático y peligroso.

Dani se acercó más al cristal de la ventana en cuanto el Justo descendió por el lado del copiloto.

 -¿esta loco? ¡Qué diablos está haciendo! – se giró abruptamente buscando a Carmele – Él esta aquí.

 -¿El Torresino? – Alicia se levantó y caminó hacía la ventana. Dani fue tras ella pero ya no podía verlos, debían haber entrado en el  muro.

 -Mi padre – la contestó mirándola. Pudo sentir la tensión y el miedo como se reflejaban en el rostro de su prima.

 -¡¿estas segura?! – medió chilló Carmele.

Dani atravesó la habitación con rapidez y descendió los escalones saltándolos de dos en dos. Seth la esperaba en el final y ella se detuvo con ojos interrogantes. No sabía si la estaba deteniendo o…

 -Han pasado a la sala de la bodega – la dijo.

Dani le rodeó y con paso seguro se dirigió allí apenas echando un vistazo a los que ocupaban el lugar. ¿Habría venido su padre solo? ¿Por qué? No terminaba de entender muy bien. ¿Su padre solo?

Entró sin llamar empujando la puerta con fuerza, los goznes temblaron y un trozo de pintura blanca cayó al suelo.

Diego y su padre se hallaban en pie mirándola como si la llevaran esperando toda la mañana.

Nadie habló, Lady con los ojos fijos en su padre, no había cambiado nada, quizá tenía más acentuada las comisuras de los ojos pero por lo demás seguía siendo un tipo grande, alto y cuadrado. Vestía  una guerrera Alemana con coderas negras donde lucia todas las estrellas y condecoraciones que el ejército le dio en su tiempo joven, estaba igual, solo que ahora con el cabello cano.

 Él la miró largamente y Dani contuvo la respiración. La estaba estudiando… lo había hecho muchas veces y conseguía ponerla nerviosa con tanto escrutinio. Su corazón aleteaba como una mariposa en su pecho e inconscientemente esperó a que él asintiera conforme. No lo hizo.

 -¿Cómo te va Lady?

No la daba la gana contestar, no quería hablar con él y no pensaba hacerlo, si Diego le había llevado que hablara con él.

Diego la detuvo antes que saliera de la sala:

 -Espera Lady.

Se volvió hacía él enojada.

 -¿Por qué? ¡No quiero hablar con él! – ignoró a su padre deliberadamente sin advertir el nudo que el Justo pretendía tragar. –No se para que le has traído, si has hecho un pacto me parece muy bien, si no… - miró a su padre que se hallaba erguido en toda su estatura mirándola con una semi sonrisa. Se enojó, ese gesto la pareció presuntuoso, volvió sus claros ojos a Diego de nuevo – lo que tengáis que discutir lo podéis hacer vosotros solos.

 -Lady…

 -Déjalo Diego Torresino – El Justo dio un paso hacía ella – He venido porque quería verte – la explicó. – Creo que tendríamos que hablar ¿no crees?

Lady estuvo a punto de  morir ahogada con su propia saliva. Su padre quería hablar. ¿Cuando habían hablado ellos?

Diego la entregó un vaso de agua acompañado de una pequeña palmada en la espalda.

 -Escúchale Lady, por favor, si no te gusta lo que oyes – se inclinó más sobre su oído y Dani se estremeció al sentir su aliento sobre el cuello – le matamos.

Le buscó la mirada, Diego sonreía con tranquilidad, mentía.

Dani miró a su padre todavía dudando durante unos minutos silenciosos y eternos, por fin se sentó frente a una mesa haciendo el grandísimo esfuerzo de escucharle.





Cruz corrió a toda velocidad por el estrecho camino de tierra. La asfixia, la falta de aliento la ahogaba y secaba su garganta pero no dejó de correr. Le habían dicho que Seth se marchaba fuera del país y debía alcanzarle antes que fuera demasiado tarde. No sabía siquiera que le iba a decir, pero quería despedirse, verle por última vez antes que se marchara y saliera de su vida definitivamente.

Se detuvo solo unos segundos para tomar aire y se lanzó de nuevo a la carrera.  El sol que penetraba entre las hojas de los arboles que bordeaban el camino daba sobre sus ojos de forma intermitente y molesta. Hacía un precioso día de invierno, soleado, frio, sin aire y tranquilo. El día ideal para iniciar un viaje sin retorno ¡Seth No podía haberse ido sin avisarla!

Salió del camino antes de tomar la curva para atajar lo más posible, sobre una pequeña cima vería con seguridad si Seth aún estaba con el grupo despidiéndose de ellos, rezó para que estuviera allí. ¿Por qué había tenido que ser la ultima en enterarse?

El ultimo trozó de cuesta lo alcanzó ayudándose de las manos y entre jadeos buscó a Seth con la mirada.

Las praderas blancas y extensas con diminutas casitas aisladas se abrían ante sus ojos como una postal navideña, más a la izquierda el mar se unía al cielo. No había nadie a la vista.

Sus labios comenzaron a temblar en el mismo momento que sus ojos se abnegaron en lágrimas. Seth estaba muy lejos en la carretera general con rumbo al norte, cargaba tras él un enorme macuto.

Cruz se dejó caer de rodillas y le siguió con la vista hasta que no fue más que un punto negro en el horizonte. Seth se había marchado y no la había dicho nada, ni un adiós, ni una mirada… No iba a llorar, la ardían los ojos, la dolía la garganta pero no iba a llorar. Su corazón retumbó en sus oídos con la fuerza de un tambor y las uñas se clavaron en las palmas de sus manos de apretar los puños con fuerza.

Su corazón la decía que no abandonara, que luchara por él ¿para que? Seth no la pertenecía.

De haber sabido todo lo que iba a sufrir a causa de rechazarle una y otra vez. ¡Por dios! ¿Seth no se daba cuenta que ambos sufrían? Porque no podía verle la cara pero lo sabia. Seth había sentido algo por ella, y aquello que ella había ignorado ahora se esfumaba como el humo de una chimenea, se iba para no volver, pero Cruz no lloró.

Al cabo de unas horas se levantó del suelo, sentía las piernas como corcho de no haberse movido de allí esperando que Seth regresara, que se le hubiese olvidado algo, que hubiera recordado que no se había despedido de ella… por el camino no apareció nadie y el sol comenzó a ocultarse en un precioso atardecer.

La vinieron a la mente muchos de los momentos que compartieron, cierto que no fueron muchas risas, se mordió el labio pensativa, demasiadas pocas risas y muchos mosqueos y broncas. ¿Por qué iba Seth a querer algo así cuando él era totalmente distinto? Alegre, jovial, caballeroso… No iba a llorar ahora tampoco. ¡No lo haría! Aspiró con fuerza y soltó el aliento intentando que no temblara. ¿Por qué su estomago se contraía y se agitaba? ¿Por qué su garganta tenía que hacer esos extraños ruidos? ¿Por qué sus mejillas se hallaban húmedas?, pensó limpiándose con la manga de su chaqueta. ¡Había jurado no volver a llorar después de acabar con Javier!

Como una sombra penetró en el muro, no respiraba porque la angustia del pecho amenazaba con estallar. Se deslizó a su dormitorio en un paso lento y cansado, sin prisa.

Si escuchó a Dani reír con Diego al  otro lado de pasillo lo ignoró, era incapaz de escuchar o ver nada. Se arrojó sobre la cama con temblores incontrolados, pero… no lloró.



 -Una cerveza guapo – la camarera rubia de la gasolinera le había guiñado el ojo en dos ocasiones, de modo que Seth ya sabría donde iba a pasar esa noche, en la mañana continuaría hacía el norte, quería comprobar con sus propios ojos como estaba el  mundo.

Bebió un gran trago de cerveza y apoyó los codos sobre la mesa. Se había sentado muy cerca de un gran escaparate desde el que podía observar a la gente pasando o terminando de cerrar los negocios que aun funcionaban.

La ciudad era un caos total, pintadas y grafitis llenaban las calles sucias y embarradas. Cubos de basura envueltos en llamas calentaba a la cantidad de personas que deambulaban por allí en busca de algunas monedas o a lo sumo algo que llevarse a la boca.

 -¿quieres otra, guapo? – la muchacha se había inclinado mostrándole unos senos blancos y redondos por el hueco de su blusa.

 -Solo si me acompañas – la sonrió seduciéndola, la chica abrió los brillantes ojos con entusiasmo.

 -Media hora y me marcho – asintió ella - ¿me esperas?

Seth asintió con una sonrisa y retomó la jarra de cerveza. Sus ojos siguieron a la camarera observándola con interés. Hacía mucho tiempo que no estaba con ninguna mujer, y esta, a pesar de ser rolliza tenía un rostro muy dulce de mofletes sonrosados y ojos celestes.

Por un momento el recuerdo de Cruz invadió su cabeza y la sonrisa desapareció como por arte de magia.

No había podido despedirse de ella, le había faltado el valor para hacerlo, porque no estaba seguro de querer irse o querer quedarse aunque tuviera que suplicarla que estuviera con él. Desde que el Justo murió, las cosas cambiaron radicalmente entre ellos, Quiza fuera él al juzgarla como lo hizo, o ella al demostrarle que jamás aceptaría a un hombre.

Sin ella el mundo se le quedaba grande, demasiado grande y austero. Si al menos supiera que Cruz iba a ser feliz, pero no, ella estaba encerrada en un vacío hermético donde el corazón se la había vuelto de hielo, sus ojos cristales encendidos.

Buscó en su memoria un momento en que ella sonrió y lo atesoró muy dentro de él, siempre la recordaría con un gran cariño.

 -¿Nos vamos guapo? Por cierto me llamo Estefanía, pero me llaman Estefi. ¿Tú?

 -Seth Torresino, si me llamas amor tampoco me molesta – ella soltó una carcajada y se tomó de su brazo.