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domingo, 22 de enero de 2012

pido un deseo

PIDO UN DESEO

La veo y sin querer sonrió.
No puedo evitarlo.
Es La niña de mis ojos, la única que puede manejar mis sentimientos a su antojo.
Es quién me hace sonreír y quién a su vez me hunde en la más profunda de las penas.
La veo.
A veces pasea sola por las calles, con la mirada perdida. Sé que piensa en él y yo me siento morir.
Me gustaría gritarla: ¡Estoy aquí! ¡Yo si te quiero!
Entonces veo su rostro, veo su mirada enamorada y mi corazón se rompe un poco más, porque el amor que siente es por él, no es por mí.
La veo. Es tan bonita con sus ojos de un gris indefinido, como un mar de plata liquida.
Me mira, me sonríe.
Soy su amigo, su confidente y no puedo evitar hundirme en aquel pozo que me desgarra más y más, en aquella oscuridad de la cual soy incapaz de salir.
Viajo al pasado.
Todavía soy capaz de rememorar las largas trenzas castañas. Las medias hasta las rodillas, el rostro de niña y su risa infantil.
Entonces ella no amaba.
Paseaba su muñeca de trapo en un destartalado carro que con el tiempo quedó olvidado en un rincón del patio, junto con una vieja pelota de goma con la que solíamos jugar en nuestra niñez.
Las rejas de su ventana son las mismas que entonces, donde apoyaba su carita y dejaba volar su imaginación a la luz de la farola de la esquina. Y las plantas de la señora María, las cuales, no hacía más que deshojar para preparar ingeniosas comiditas.
Aún estaban los viejos juegos de mesa bajo la lona azul y con ellos las hermosas tardes que pasamos, tan auténticas.
ÚNICAS.
Entonces era distinto, ella corría a mí, a su amigo del alma, y yo soñaba con ella, con un futuro, con un destino.

No tengo su amor, nunca lo tuve y sin embargo ella es mi dueña y yo el guardián de sus secretos.

No quiero llorar pero soy persona.

No quiero sentir estos celos que me abruman, que derrumban mi alma, que me hacen un vacío eterno y un dolor insoportable.

No deseo ver cómo le mira, como le sonríe, como toma su mano y se pierde en él.

No deseo amarla y sin embargo lo estoy haciendo.
Me tapo los oídos, sus palabras de amor no me pertenecen.

En la noche miro al cielo y le susurro a la luna. Pido un deseo a mi estrella, la que más brilla del firmamento.

"Déjame ser niño de nuevo.
Déjame creer en Santa Claus y en Peter pan.
Déjame volver a sentir entre mis brazos a mi hada,
poder revolverla el cabello entre bromas, o cargar con sus castigos"

Dame mi deseo o bórrame la memoria, porque no soporto verla llorar por él, porque soy incapaz de verla sufrir por él.
Porque sueño con verla entre mis sabanas frías y vacías, por poder rozar su piel y perderme en su cuerpo de mujer.
Y sin embargo debo conformarme...
Me habla de él, sé que no la conviene, que la hará sufrir, pero sus ojos están ilusionados y sus mejillas tan sonrosadas, que de nuevo no me atrevo hablar.
Quiero besarla y mi deseo queda oculto en mi corazón y otra vez, como siempre, vuelvo a renunciar.
Apuesto por ella y apuesto por él.
Me aparto, me alejo, me convierto en espectador y un día más me siento soñar y con el sueño vuelvo a despertar y me sorprendo:
Hoy la quiero mucho más que ayer.
Hoy, que es un día especial, hoy que ella se casa.
Acudirá hermosa a la iglesia de la Blanca Paloma, vestida de blanco. Lucirá la cascada de rosas rojas que yo la ayudé a elegir.
Observaré atento sus brillantes ojitos cuando diga el "si quiero" y atesoraré esa imagen en mis recuerdos imaginando que es a mí a quien responde.
Podré rozar sus mejillas con mis labios, hundir mi rostro en su cuello y embriagarme con su dulce perfume.
Por última vez. Y de ese modo saldré de su vida, para siempre.

"Escribo en una hoja blanca, aunque negra se mi suerte...
Le veo. Es el hombre de mi vida, pero no lo sabe.
No puede saberlo nunca.
Basta con que salga al portal, que yo le espero escondida tras la puerta.
Sé que ha cambiado.
Ya no revuelve mi pelo entre bromas, ni me coge en brazos para hacerme girar por el patio.
Ya no me sonríe como ayer, ni me canta bajito a través de las rejas de mi ventana.
Ya no escucho sus carcajadas, tan divertidas.
TAN AUTENTICAS.
Le veo y siento que un dolor profundo oprime mi garganta y me ahoga, me desgarra las entrañas porque sé, que nunca será mío.

Sé que si deja de verme se olvidará de mí, de nuestros juegos, de nuestros secretos compartidos.
Le veo cómo cada noche se asoma a la ventana, hoy con los ojos más tristes que ayer.
Mira al cielo y yo también miro.
Sé que le habla a la luna y que le pide un deseo a su estrella, la que más brilla del firmamento.
Me gustaría saber que le pide y por qué no se lo cumple. Me gustaría abrazarle y acunarle entre mis brazos.
Quisiera gritarle. ¡Yo estoy aquí! ¡No soy una niña!
Pero no puedo hacerlo, porque él nunca verá a la mujer que hay en mí.

Si él supiera, que es lo más hermoso de mi vida, que me acuesto pensando en él y me levanto con el recuerdo de sus ojos negros.
Si supiera que mi amor nació el mismo día en que le conocí, cuando imaginaba que era el papá de mi muñeca de trapo.
Entonces él no amaba, ahora sí.

No sé quién es ella que le encierra en su mundo y le hace volar con mil sueños.
No sé quién es ella pero yo la odio. Tampoco quiero saberlo porque los celos me abrasan por dentro, la rabia se agarra en mi vientre y se instala en el corazón como afilados dardos que me van pinchando poco a poco, día a día.
Ella, que se ha convertido en su dueña, que le mantiene alejado de mí.
Nunca la he visto, pero sé que existe. Si no fuera por ella, jamás me habría aferrado a los brazos del primer hombre que pasara.
Mi corazón me aprisiona en el pecho cuando le veo y sin embargo, él tan educado y caballeroso nunca me habla de ella.
Viviré recordándole, soñando que un día el destino se confundió, pensando, que nuestros caminos no se separaron.
Imaginando que va con su mochila al hombro y sosteniendo mi mano con fuerza entre la suya.

Le siento y se aleja, se aparta y con él va mi vida, mis sueños, mi alma.
Yo no hablo con la luna ni busco su estrella, porque mañana es un día especial.
Mañana me caso... y saldré por el patio observando con nostalgia mi viejo carro de juguete.
Entraré en la iglesia, la Blanca Paloma y cuando diga el "si quiero", miraré sus ojos negros.

Será ese mi sueño robado y entonces me marcharé... Pero no con él.
Hoy la he vuelto a ver.
He reconocido sus hermosos ojos grises como el cielo de tormenta.

Hoy he decidido que nunca más hablaré con la luna, dejaré en paz mi estrella. Porque la he vuelto a ver.

Su sonrisa de hada me ha cautivado, su aroma dulzón de nuevo ha podido conmigo. ¡Cuánto tiempo de no olerla!
Su voz, su risa, sigue siendo la misma. La niña de mis ojos. La dueña de mis sentimientos.
La he abrazado, y he sentido su calor, su emoción.
Me ha echado de menos tanto como yo a ella.
Me he hundido de nuevo en su cuello y sin embargo esta vez, he posado un dulce beso en aquella piel.
La he mirado a los ojos. Están cansados y acuosos, pero aún se ve ese brillo especial de niña enamorada.
Es bonita. La mujer más bonita del mundo.
He rozado su mejilla y ha roto a llorar, y yo, me he sentido feliz, porque esta vez no es un llanto de dolor. Porque esta vez, no llora por él.
Y yo estoy feliz, porque la he vuelto a ver. Porque a partir de hoy ya no tendré que soñar con ella, tan solo abrir los ojos y sentirla junto a mí.
A partir de hoy dejaré libre mis sentimientos, tiraré las espinas de las rosas que herían mi cuerpo, romperé los yugos por amar en silencio.
Abriré mis puertas de nuevo, como aquella vez.
Y tomaré sus manos cada día hasta que el último aliento nos separé, y abrazaré su cuerpo estrechándolo junto a mi corazón, echaré al destino de este mundo y lo odiaré.


Esta vez no me callaré.
La llevaré a pasear por el parque, la haré volar entre mis brazos. La cantaré al oído muy bajito y bailaré con ella el vals del amor.
La llenaré de caricias y besos, de rosas rojas y de sueños. La demostraré que ella es mi único amor.
Y la noche de luna, miraré su rostro encendido, y día tras día declararé cuanto el amo, cuánto la amé y cuanto la amaré.






Ella.


Me mira y no parece darse cuenta. Todavía cree que soy la misma de antes, la niña del patio, la de las largas trenzas castañas.
Mi cabello ahora es plateado y no tengo gracia al andar.
Las arrugas llenan mis ojos. Mis mejillas. Mi cuello.
Pero él no lo ve. Y yo lloró por el tiempo pasado, por haber estado lejos de él.
Tocó su cara con ternura, sus ojos negros brillan de amor.
Mis manos ahora tiemblan. Mi corazón no. Ahora lo entiendo todo. Aquella que odié, era yo.

Si hecho el tiempo atrás y me pierdo en los recuerdos, deseo desesperadamente convertirme en bruja, hacer un chasquido de dedos, regresar al pasado.
Mirarle a los ojos otra vez para decirle a él. “Si quiero".




Fin.

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